La biografía, género narrativo y popular, se ha impuesto en las editoriales y en las librerías. No por eso se ha vuelto más fácil. Requiere lo que cualquier género histórico, es decir, un buen conocimiento de las fuentes y de la situación, y algo más: intuición, imaginación y capacidad expresiva para llegar a ese núcleo moral último que da sentido a la vida de una persona y permite comprender la raíz y el significado de sus decisiones.
En general, cuanto más pública es la figura del biografiado, más arduo es llegar a ese núcleo. Se acumulan documentos y testimonios, pero no se consigue adivinar lo que hay detrás. Peor aún, hay veces que éstos sólo sirven para transmitir una visión que se sabe, o se adivina, manipulada.
El caso de Isabel II resulta al mismo tiempo extraordinario y ejemplar. Sobre la Reina Castiza se han vertido tales cantidades de chismes, rumores y enredos, que resulta casi imposible siquiera imaginar con verosimilitud la realidad última de la persona. Ella misma, no siempre tan inconsciente como parece, contribuyó a crear esa fabulosa maraña, en la que la gobernante devota y sinceramente católica es indiscernible de la ninfómana obsesionada por el sexo.
Ante esto, la historiografía competente de los últimos años ha optado por dos líneas opuestas. Una es la de Ricardo de la Cierva, que, en un ejercicio de narración e intuición extraordinario, apartó los escrúpulos para introducirse, como se dice, en la piel del personaje. El resultado es el gran Vida y amores de Isabel II (1999), que cualquier interesado en Isabel II y en la España del siglo XIX debe conocer. En la otra punta está José Luis Comellas, que en su importante Isabel II. Una reina y un reinado (1999) descarta la vida íntima del personaje –sin dar necesariamente por malo todo lo que se había dicho hasta ahí– para centrarse en la vida política y lo acontecido en la sociedad española durante su reinado. Un poco entre las dos opciones quedan biografías esclarecedoras, como la de Carmen Llorca: sin hurgar excesivamente en la vida privada de la Reina, Llorca no pudo dejar de reconocer las implicaciones que ésta tuvo en la vida política del país durante más de veinte años, entre 1847 y 1868.
Jorge Vilches irrumpe en este panorama con una novedad. De Vilches eran conocidos, sobre todo, sus estudios sobre el Partido Progresista y la biografía de esa otra leyenda del XIX que fue Emilio Castelar. Al abordar la figura de Isabel II, y bien consciente de las trampas que habría de sortear, Vilches optó por estudiar, más acá del propio personaje, las imágenes de la Reina.
¿Cómo se pasó del "iris de paz y libertad", de la encarnación de la nación liberal de los primeros años de su reinado, a ese saco de podredumbre, crueldad y arbitrariedad de los últimos? ¿Y cómo se acabaron fijando las dos imágenes de la Isabel II que han perdurado hasta nuestras días, la del sórdido esperpento valleinclanesco y la de la mujer "de los tristes destinos", engañada y manipulada, de los Episodios nacionales de Galdós?
Jorge Vilches reconstruye, siguiendo la vida de la Reina, el nacimiento, la evolución y el éxito de estos dos grandes tópicos, con los que se ha instruido todo un juicio, para emitir sentencia, sobre el liberalismo español. O bien su condena, como si Isabel II fuera la perfecta encarnación de los males inherentes al liberalismo, o bien un intento de rescate, para defender ese mismo liberalismo puesto en cuestión por quienes –dicho sea de paso– no siempre asumen el auténtico significado del juicio moral que hacen pesar sobre la conducta de la Reina.
Así contado, el planteamiento de este libro puede llamar a engaño. Podría parecer que Isabel II. Imágenes de una reina es un ejercicio de deconstrucción de las narrativas urdidas, con evidentes fines políticos, sobre la Reina Castiza. À la posmoderna, Vilches jugaría un poco la carta de Cánovas, que desterró a aquélla de la vida política para refundar el régimen liberal sobre una nueva imagen de la dinastía, llegando incluso a destruir documentos comprometedores para evitar interferencias indeseadas.
Pues bien, no es así, y es aquí donde este Imágenes de una reina cobra un interés añadido. Vilches ha manejado exhaustivamente fuentes conocidas y otras que lo son menos, como los documentos de la reina María Cristina y su esposo depositados en el Archivo Histórico Nacional. La realidad de la vida nada edificante de Isabel II queda más que demostrada. Peor aún, está claro que este hecho tuvo consecuencias en la vida política y dificultó la estabilización del régimen constitucional y liberal. La responsabilidad de los políticos, casi de cualquier signo, que utilizaron y manipularon a Isabel II y su imagen, es abrumadora.
No lo es menos la de la propia Isabel. Así es como el análisis de las imágenes deja paso a la biografía pura y simple, la de verdad, la que se enfrenta a la mujer, a la Reina, tanto más interesante cuanto más se ha negado el propio autor a dejarse llevar por el género.
Hay que reconocer a Vilches su valentía y su claridad por partida doble, quizá triple. Primero, por investigar la formulación y el enquistamiento de las imágenes de Isabel II y su gigantesca repercusión política. Segundo, por dejarse llevar por su instinto de historiador y abordar –también– el género biográfico con todas sus consecuencias. Y por último, por ser capaz de despejar de una vez la maldición que seguía pesando sobre el liberalismo español por causa del reinado de Isabel II.
Deslindadas las responsabilidades, se abre de una vez por todas la puerta a una visión desacomplejada del propio pasado. La historia vuelve por sus fueros. Por eso mismo, permite una nueva fundamentación del liberalismo, sin el cual el presente de nuestro país resulta incomprensible.
JORGE VILCHES: ISABEL II. IMÁGENES DE UNA REINA. Síntesis (Madrid), 2007, 391 páginas.
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