
Ricardo García Cárcel, catedrático de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, contribuye a este debate con una obra de gran interés: El sueño de la nación indomable. Los mitos de la Guerra de la Independencia. Y lo hace sosteniendo que fue la nación la que creó las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, y no al revés, como pretenden los nacionalistas periféricos y cierta izquierda. No se produce, por tanto, según García Cárcel, una invención de la nación española, sino una recreación, una adecuación a la coyuntura, una toma de conciencia de su protagonismo histórico.
La crítica de García Cárcel, elegante y profesional, al tiempo que explica los mitos de la guerra, abarca la interpretación convergente de historiadores izquierdistas y nacionalistas periféricos. La historiografía de izquierdas se mueve, en lo que a esta cuestión atañe, entre dos parámetros: la teoría de la invención y la idea de la "revolución pendiente". La primera se basa en que todo –nación e independencia– fue una invención, un artificio sobre el que construir, mal, el Estado liberal; y se remata con el tópico de que el agente constructor, la burguesía, no supo o no quiso hacer una revolución liberal como la francesa, la británica o la prusiana, por lo que la revolución quedó "pendiente".
Esto casa perfectamente con la interpretación nacionalista. La teoría de la invención sostiene que "independencia" ha de entenderse como "segregación de un Estado", que es justo lo que ha defendido la historiografía nacionalista catalana desde Vicens Vives hasta Borja de Riquer. La razón es obvia: no puede haber más "independencia" que la reclamada por el secesionismo catalán ni más nación que la catalana. La nación española, en consecuencia, no habría existido nunca, frente a la realidad plurinacional del Estado español.

García Cárcel prefiere la versión liberal del levantamiento, guerra y revolución de España, como escribió Toreno, y busca en los testimonios de los protagonistas –hasta 114 autobiografías– las ideas, ilusiones, remordimientos, errores y hechos que les acompañaron. Y describe magistralmente los mitos de Godoy y el antigodoyismo, el de Napoleón y el del "deseado no deseable" Fernando VII, así como estudia el papel del Ejército español, la guerrilla y el inglés Wellington.
Independencia, nación y libertad son tres ideas y aspiraciones que viven juntas en el pensamiento liberal que toma cuerpo en las Cortes de Cádiz. La independencia, concepto presente desde el inicio de la guerra, surge al calor del patriotismo; un sentimiento que, como indica García Cárcel, sólo en parte condujo al "constitucionalismo gaditano y su proclamación en la soberanía nacional" (página 225). Conceptos y sentimientos envueltos en una revolución que, sin triunfalismos ni victimismos, resultó muy funcional para los políticos del XIX, que la convirtieron en un "mito ciertamente rentable" para "optimizar los logros reformistas" (página 349).
El legado del "sueño de la nación indomable", que compartieron liberales y conservadores en Cádiz, es hoy, según García Cárcel, un patriotismo cultural y constitucional de raíces históricas variadas y contradictorias pero vivo. Lo dicho: el debate está servido.