El mes más cruel es una colección de relatos cortos en los que, pese a las apariencias, nada sobra y nada falta. Una vez concluido el primero, sobre la enigmática y solitaria relación de dos amigas, al lector le queda claro bien poco. Poco le va a importar: cautivado, igual entrará de lleno en el mundo mágico de Adón, dispuesto a participar en el juego de recrear el antes y el después de unos personajes atrapados por la autora en un momento de sus extrañas vidas –tan extrañas, por otro lado, como pueden ser las nuestras.
Adón, con descripciones y frases delicadas, de apariencia inocente, nos da las claves del alma de cada uno; nos acerca historias con argumentos difusos y misterios que quedan sin resolver; lo que nos cautiva es la intimidad de los personajes: en pocas páginas nos da la sensación de saber lo suficiente.
Pilar Adón deja sus historias en el limbo de un tiempo inconcreto: parece presente a veces; otras, un pasado de siglos. No aclara, tampoco, el lugar, salvo en el genial "El viento del sol": el sur de Europa. En una ocasión habla de un personaje real, el capitán Robert Falcon Scott, fallecido en medio de una tormenta en la Antártida un mes después de que su rival, el explorador noruego Roadl Admundsen, alcanzara el Polo Sur. En ocasiones, la atmósfera es de cuento de hadas: acudan al "Infinito verde" y verán.
Con todo, hay varios motivos que dotan de unidad a estos cuentos: la indefinición, las calculadas elipsis, las evocaciones de los cuentos más clásicos, una naturaleza misteriosa y mágica. Hay también personajes inquietantes, salidos de la nada; casas escondidas en los bosques, leyendas que sirven para explicar una desgraciada realidad. Fundamental es la importancia que da la autora a los personajes femeninos, omnipresentes, actores principales o secundarios: la madre sobreprotectora, la hermana incomprendida, la amiga cómplice, la amante por encima de todas las cosas...
Es una idea, la de la fuga, lo que predomina por sobre todo, y funge de hilo conductor de los relatos. Una joven encerrada en su rutina huye para vivir nuevas experiencias sin saber que el dolor jamás se queda; otra decide escapar de unos abusos que el lector sólo intuye. En otros casos la fuga viene camuflada de exploración o de viaje iniciático, y hay cuentos donde se insinúa el suicidio como vía de escape. Con las palabras justas, Adón se detiene en recrear el miedo al cambio, la angustia ante lo desconocido, la necesidad de escapar sin saber de qué. El sufrimiento se intuye detrás de algunos personajes: de la chica que entra a una iglesia sólo para llorar en compañía de otros, del joven explorador arrebatado del paraíso que una vez creyó encontrar...
El énfasis que Adón pone en el alma de cada personaje, más allá de argumentos y escenarios, se refuerza con los poemas que engarzan las historias. Ayudan a entender al protagonista del cuento anterior y avanzan cómo se sentirá el del siguiente.
En cada relato, Adón consigue canalizar, a través de una medida fantasía, los sentimientos oscuros de sus protagonistas; en una angustia que logra empapar al lector. Los elementos mágicos se incorporan con naturalidad a las historias, y animan a mirar el mundo con otros ojos, los de ellos, mujeres y hombres errantes, perdidos, ansiosos por comprender y comprenderse.
La clave de esa búsqueda la da la autora, a través de un personaje femenino, en una de las historias:
Lo único que realmente deberíamos buscar sin reposo es la página del delgado e indispensable libro que nos enseñe a cómo perpetuar la felicidad.
Adón, en el suyo, lo que nos enseña son las mil caras de su fragilidad.
PILAR ADÓN: EL MES MÁS CRUEL. Impedimenta (Madrid), 2010, 208 páginas.