
Popper vio que la pauta común a los autores en que descubre la hybris del totalitarismo (Heráclito, Platón, Hegel y Marx) es el historicismo, una filosofía de la historia que considera que el desarrollo de la historia viene determinado por unas leyes concretas que permiten predecir el futuro de la humanidad.
Aunque fue Heráclito el primer pensador historicista y reaccionario, es Platón quien más influencia ha ejercido en la historia de la humanidad. De hecho, tal y como señala Popper, el maestro de Aristóteles "partió de la (…) doctrina filosófica de que el cambiante mundo visible constituye tan sólo una copia corrompida de un inmutable mundo invisible" y acabó abrazando "el misticismo y la selección racial". En este sentido, cabe destacar que Platón fue uno de los autores de cabecera en las escuelas alemanas mientras el Führer imponía su régimen de terror.
Así pues, en Platón hallamos un deseo irrefrenable de impedir el cambio, pues éste equivale a la degeneración. Por ello insistió en defender un modelo de sociedad de castas en el que los filósofos gobernaran al resto y todos tuvieran como fin "mantener la estabilidad del Estado". Fue tal su estatolatría que llegó a señalar que los buenos gobernantes tenían el deber de "purgar el Estado para su bien, mediante la muerte o deportación de algunos de sus ciudadanos".

Tras Platón, Popper cree hallar en Hegel el eslabón que une el pensamiento reaccionario griego con las ideas de Karl Marx. De hecho, fue el que convirtió el nacionalismo en una doctrina colectivista. Para Hegel, si el Estado es "la Divina idea", la nación es el espíritu de éste, de ahí la necesidad de que cada pueblo se dote de su propio Estado.
Sin duda, Popper demuestra un buen conocimiento de la obra de Hegel, y en cada página se saborea cada crítica. Sin embargo, las que dedica a Marx no están a la altura del resto de la obra
Veamos lo que dice del padre del comunismo: "No se puede hacer justicia a Marx sin reconocer su sinceridad". La suya fue "una honesta tentativa de aplicar los métodos racionales a los problemas más urgentes de la vida social". Como colofón añadiremos esta cita, que causa, cuando menos, sonrojo:
"Marx vivió durante su juventud un periodo de la más desvergonzada y cruel explotación, que, no obstante, encontraba cínicas defensas por parte de apologistas hipócritas que recurrían al principio de la libertad humana, al derecho del hombre de determinar su propio destino y a participar libremente de los contratos que consideraba favorables a sus intereses (…) La consecuencia de [una falta de legislación obrera] fue una vida de desolación y miseria que difícilmente podría imaginarse en nuestros días (…) Cuando Marx escribía El Capital, su ardiente protesta contra estos abusos, que no sólo eran tolerados entonces sino hasta defendidos muchas veces (…) incluso por los propios clérigos, le asegurará para siempre un lugar entre los liberadores de la humanidad".
Y apostilla: "Debemos exigir que el capitalismo sin trabas dé lugar al intervencionismo económico. Y esto es lo que precisamente ha ocurrido en la realidad. El sistema económico descrito y criticado por Marx ha dejado de existir prácticamente en todo el mundo para ser reemplazado por diversos sistemas intervencionistas".

Tampoco Popper es capaz de refutar el capitalismo "salvaje" y defender de forma consistente el intervencionismo económico. De hecho, es tal su insistencia que un liberal de la talla de Anthony de Jasay lo ha calificado de socialdemócrata. No es descabellado tratarlo como tal, dado que las críticas que lanza al libre mercado no se hallan siquiera ligeramente compensadas por las escasísimas ocasiones en que advierte del peligro de que el Estado se ocupe de algo más que de proteger la libertad y la propiedad de los individuos.
Es una lástima que, al contrario que en una montaña rusa, lo mejor no esté al final. Quienes busquen en esta obra la refutación más contundente de Marx quedarán defraudados. Quienes crean que Popper les ofrecerá una exposición sublime del ideal de sociedad abierta liberal también se hallarán desconcertados, porque ni siquiera encontrarán un análisis de la miseria del comunismo o una defensa razonada de los derechos individuales y del capitalismo.
Aun con todo, Popper es un interesante pensador que merece ser leído, aunque sólo sea por cómo pone en tela de juicio a pensadores intocables como Platón o Hegel. Y por perlas como la que sigue:
"En lugar de posar como profetas debemos convertirnos en forjadores de nuestro destino. Debemos aprender a hacer las cosas lo mejor posible y a descubrir nuestros errores".