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'YO TENGO UN PLAN'

La fiebre del oro

Hace cosa de un año, Nacho García Mostazo tenía dos planes. El primero, escribir un libro sobre cómo defenderse de la crisis; el segundo, hacerlo de un modo revolucionario. El libro ya ha visto la luz, se titula, curiosamente, Yo tengo un plan y va de eso mismo, de buscar y encontrar salidas a la alarmante pérdida de valor del dinero.


	Hace cosa de un año, Nacho García Mostazo tenía dos planes. El primero, escribir un libro sobre cómo defenderse de la crisis; el segundo, hacerlo de un modo revolucionario. El libro ya ha visto la luz, se titula, curiosamente, Yo tengo un plan y va de eso mismo, de buscar y encontrar salidas a la alarmante pérdida de valor del dinero.

Lo que este libro no ha visto aún es la imprenta. Ni la verá. Yo tengo un plan está  disponible sólo en internet, para su descarga y posterior lectura en lectores de libros electrónicos.

Dos revoluciones en una. Proclamar que el oro es el único dinero posible –dinero de verdad, al menos­– es de lo más incorrecto que existe. Y si se hace, además, a través de internet, con un archivo por bandera, desafiando a la industria del libro y a sus, generalmente miopes, agentes editoriales, entonces el mérito es doble. En algo se tenía que notar que Nacho fue redactor jefe de esta casa durante cuatro largos años. 

Así las cosas, Yo tengo un plan es un magnífico plan de lectura. Para hacerse con él no hace falta salir de casa, y cuesta mucho menos que los libros en papel: 8,90 euros, con la versión en ePUB de regalo. Teniendo en cuenta que cualquier insignificante ensayito sobre la crisis, de esos que abundan en las librerías, no baja de los 23 euros, por lo menos es como para pensárselo, ¿no?

Pero, claro, lo mejor de Yo tengo un plan no es su etéreo continente, sino su sustancioso contenido. Es un libro a medio camino entre la economía y la autoayuda, con el telón de fondo de la crisis económica. Parte de un principio elemental: ahora, más que nunca, hay que ser austeros y ahorrar, el crédito fácil se ha acabado y no va a volver; toca pagar lo que se debe y, lo que es más importante, preparar las propias finanzas para las curvas que vienen, que son muchas y muy reviradas.

Nacho es de la opinión –opinión que comparto al 200%– de que lo primero que tenemos que hacer es poner en orden nuestras cuentas y vigilar los gastos, a fin de que cuadren con lo que se conoce como la regla de los tres tercios. ¿Y esa regla qué dice? Aproximadamente, lo mismo que decía nuestra abuela: gasta menos de lo que ingreses y guarda siempre algo por si vienen mal dadas. Nacho propone que dediquemos un tercio a pagar la hipoteca, otro tercio a los gastos comunes y el último al ahorro. Pero no a cualquier ahorro. Y es aquí donde su plan cobra forma.

Con las autoridades monetarias haciendo malabarismos con el dinero fiduciario y los Gobiernos endeudándose sin freno, sólo nos quedan los metales preciosos y las materias primas para proteger nuestro patrimonio. En definitiva, el plan maestro es comprar oro (o plata, o platino)... y hacerlo cuanto antes.

No es casualidad que nuestra especie haya valorado el oro desde la noche de los tiempos. Sus cualidades son inmejorables. Es relativamente escaso, es transformable, se puede dividir con facilidad y se puede trasladar de un sitio a otro a un bajo coste. Por si todo eso fuera poco, encima es eterno. Cuando todo se ha desmoronado, el oro permanece, y nuestro deseo de poseerlo se acrecienta.

El oro es la mejor reserva de valor que jamás haya creado el hombre. Por eso los políticos nos lo han arrebatado; a cambio nos entregan un papel pintado cuyo valor depende, precisamente, de los caprichos de los políticos, caprichos generalmente faraónicos y necesariamente inflacionarios.

Si a nuestros antepasados el oro les sirvió para protegerse de la adversidad y la incertidumbre generadas por factores como las guerras y las epidemias, ¿por qué no habría de servirnos a nosotros también de refugio, ahora que atravesamos la mayor crisis financiera de la historia? Más tarde o más temprano, cuando los bancos centrales hayan terminado de destruir el dólar, el euro, el yen..., el oro seguirá ahí... y tendrá que utilizarse como referente. Y entonces, claro, será mejor que lo tengamos en nuestros bolsillos.

Esta es la lección, elemental, por cierto, que trata de enseñar a sus lectores Nacho García Mostazo. Para que nadie se pierda, utiliza un lenguaje claro y asequible, más propio de un amigo que de un analista de commodities en la Bolsa de Londres. Se agradece, especialmente en estos tiempos de zozobra en que los economistas se camuflan tras su incomprensible jerga académica para que no se note demasiado que no tienen ni idea de por qué estamos como estamos.

Nacho, que no es economista (aunque le gustaría serlo), lo ha captado a la primera, y ofrece cumplida respuesta a todo lo que siempre quiso saber sobre inversión y nunca se atrevió a preguntar.

 

NACHO GARCÍA MOSTAZO: YO TENGO UN PLAN. Disponible en Bubok.

Pinche aquí para acceder a la web de FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA.

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