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REEDICIÓN DEL CLÁSICO DE FERNÁNDEZ DE LA MORA

'La envidia igualitaria'

Se ha reeditado muy oportunamente este libro clásico de Gonzalo Fernández de la Mora. Sobre las armas de la envidia destaca el autor la hipercrítica aprovechando que toda obra humana es imperfecta: se destaca el defecto y se ignora lo positivo. O la argumentación ad hominem: se centra la crítica en la persona y no en la obra; y en último caso se le calumnia.


	Se ha reeditado muy oportunamente este libro clásico de Gonzalo Fernández de la Mora. Sobre las armas de la envidia destaca el autor la hipercrítica aprovechando que toda obra humana es imperfecta: se destaca el defecto y se ignora lo positivo. O la argumentación ad hominem: se centra la crítica en la persona y no en la obra; y en último caso se le calumnia.

Hay otra táctica aún peor:

En el seno de las minorías la envidia compartida se suele traducir en conspiraciones de silencio: nec nominetur in vobis. Son innumerables los pensadores y artistas a los que sus contemporáneos han negado no ya el reconocimiento, sino incluso la discrepancia. Es un intento de eliminación por ostracismo espiritual, una persecución por omisión, la más hipócrita de todas: la envidia disfrazada de desprecio. El silencio envidioso es el arte de aniquilar al ser.

Quizá el autor estaba pensando en sí mismo. Fernández de la Mora ha sufrido el silencio y el ninguneo en grado sumo. No se le cita para bien ni para mal, más allá de alguna alusión superficial y despectiva a su El crepúsculo de las ideologías. Sus obras solo las conocen contados especialistas que casi nunca hablan de ellas.

Y no obedece el silencio a irrelevancia del pensador. Al contrario, es uno de los más brillantes de la segunda mitad del siglo XX español, y basta comparar la agudeza y el sistema de su argumentación con los de tantos "gárrulos sofistas" como ocupan hoy el estrado de un pensamiento mediocre para percatarse del éxito de la envidia en España. Problema de máxima enjundia porque

la excelencia de una sociedad depende de su capacidad para producir personalidades eminentes (...) Contrariamente a lo que podría deducirse del postulado democrático, la cotización que una nación logra en la Historia, desde la Grecia clásica al Israel sionista, no viene del número sino de la calidad.

En Nueva historia de España expuse este problema que resume nuestra decadencia: la escasez y precario seguimiento de personalidades eminentes desde el primer tercio del siglo XVII, aunque nunca se me ocurrió atribuirla a la envidia; y sin embargo esta desempeña un papel muy relevante, como expone convincentemente Fernández de la Mora en su cuidadoso estudio filosófico-histórico de tal vicio y sus efectos sociales.

La envidia, el pecado más universal, inconfesable y destructivo, ¿tiene un asiento destacado en la sociedad española, volviéndola infértil? Según el autor, sí, confirmando un viejo tópico. Cita al respecto a numerosos autores, desde Ibn Hazm ("Con doble animosidad que en ningún otro país los españoles sienten envidia del sabio, minusvaloran cuanto hace, critican sus aciertos y se ensañan con sus errores"), a Gracián, Menéndez Pidal o Unamuno, pasando por extranjeros como Montesquieu, que se felicitaba de que los españoles "se destruyen entre ellos", o Stuart Mill ("Los españoles persiguen con envidia a todos los grandes hombres, les amargan la existencia y, generalmente, logran detener pronto sus triunfos").

Un pretexto para el silenciamiento de Fernández de la Mora ha sido el carácter antidemocrático de su pensamiento. Pues, en efecto, plantea críticas de fondo a la teoría y práctica de la democracia, críticas agudas que suponen un desafío posiblemente muy fructífero para el propio pensamiento democrático. Lo malo es que este, propiamente hablando, no existe en España. La derecha carece de tal pensamiento (aunque sí tiene un pensamiento liberal o aproximadamente liberal), y la izquierda carece de pensamiento sin más, como no distingamos con tal título a sus colecciones de sofismas y tópicos. La democracia actual en España se basa en trivialidades como la necesidad de "homologarnos a Europa", una Europa de la que a menudo se sabe menos aún que de la propia historia y cultura españolas. Y no puede extrañar que nuestra democracia actual, nacida un tanto coja, haya acentuado sus defectos desde hace siete años, justo cuando parecían en vías de corregirse algunas de las peores herencias de la transición.

Precisamente el título del libro va en esa dirección: los principios democráticos habitualmente invocados resultan menos firmes y más problemáticos de lo que parece en la simple exposición de intenciones. Un igualitarismo político contrario a los hechos sociales más elementales y a la misma naturaleza –en la que priva necesariamente la desigualdad– conduce a la corrupción de los caracteres y de las instituciones, a la imposición de la norma mediocre y a la anulación de los mejores por los peores. Desde luego, el balance de estos años desde la presidencia de Suárez, con la parcial mejora del tiempo de Aznar, parece confirmar el diagnóstico: España ha pasado de una sociedad favorable a una convivencia en libertad, básicamente reconciliada y próspera y con buena salud social, a una mayor división interna, menor crecimiento y mayor inestabilidad económica, tendencias disgregadoras y corrupciones de todo género, hasta el aparente triunfo del terrorismo etarra. De modo simultáneo, el nivel intelectual del país ha descendido de forma notoria, incluso en la izquierda que ha sido la ganadora cultural en estos años.

Creo que este y otros estudios de Fernández de la Mora tienen gran valor y deben dar lugar a otros estudios con propuestas explícitas. Por lo que a mí respecta, opino que su análisis de la democracia no está del todo bien enfocado, que la envidia no desempeña un papel tan determinante en España y que sus críticas pueden disolver cualquier solución positiva. Simples opiniones, de momento, que pienso argumentar con más detenimiento en mi blog.

 

GONZALO FERNÁNDEZ DE LA MORA: LA ENVIDIA IGUALITARIA. Áltera (Barcelona), 2011.

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