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LO ÚLTIMO DE RODRÍGUEZ BRAUN

La economía de los que no saben de economía

¿Qué tienen que ver La diligencia, de John Ford; El mercader de Venecia, de Shakespeare, y la encíclica Centesimus Annus, dictada por Juan Pablo II, con la ciencia económica? Así, de primeras, nada; pero si anda de por medio Carlos Rodríguez Braun, entonces todo, absolutamente todo.


	¿Qué tienen que ver La diligencia, de John Ford; El mercader de Venecia, de Shakespeare, y la encíclica Centesimus Annus, dictada por Juan Pablo II, con la ciencia económica? Así, de primeras, nada; pero si anda de por medio Carlos Rodríguez Braun, entonces todo, absolutamente todo.

Carlos Rodríguez Braun es uno de esos economistas totales que no se conforman con tabular datos y hacer previsiones que luego nunca se cumplen. Eso, en realidad, le interesa más bien poco. Ve la economía de un modo, digamos, etimológico, es decir, se atiene a la letra estricta de la palabra. Economía viene del griego oikos (casa) y nemo (administrador), esto es, el arte de administrar la casa.

Como casa, lo que se dice casa, sólo tenemos los seres humanos, la economía es una ciencia social que lo empapa todo a nuestro alrededor. De ahí que no sea tan descabellado buscar la lógica económica en las diferentes formas en que se expresa el alma humana. De eso mismo va Economía de los no economistas, la enésima obra de Carlos Rodríguez Braun, con la que trata de penetrar, a través de ocho breves ensayos, en los mensajes que ciertos artistas escondieron sabiamente en sus obras.

Uno de los medios más eficientes de transmitir ideología de un modo aparentemente inocuo es el cine. Los soviéticos se percataron a la primera y pusieron a trabajar a una legión de cineastas para que su arte sirviese a la Revolución. Obviamente, no han sido los únicos. Detrás de películas tan inocentes como las del Oeste hay toda una lección de economía. Carlos, cinéfilo y johnfordiano de la primera hora (porque tiene edad para ello), nos la descubre en el primer capítulo, un delicioso artículo que fue publicado originalmente en La Ilustración Liberal y que ha terminado creando escuela.

El autor repasa seis películas clásicas (La diligencia, Pasión de los fuertes, Fort Apache, Centauros del desierto, El hombre que mató a Liberty Valance y Caravana de paz), extrayendo de ellas hasta la última gota de jugo. Después de leer estas páginas es necesario volver a ver esas cintas. El Oeste de John Ford da mucho más de sí de lo que, en un principio, nos parecía. Un mundo duro, sí, pero en el que van conformándose las instituciones propias del capitalismo; un mundo donde todo es sociedad civil y los seres humanos actúan de una manera sorprendentemente coordinada.

El análisis de esos seis westerns son un suculento aperitivo a textos francamente originales, como el titulado "Cultura y economía" o el dedicado a la retórica antiliberal, mayoritaria en todo el espectro político. Carlos se detiene en los dos grandes partidos españoles, PP y PSOE, y, con voluntad de francotirador, no deja títere con cabeza a ninguno de los dos lados. El liberalismo, como decía Sardá y Salvany hace más de un siglo, es pecado, y seguirá siéndolo durante mucho más tiempo. La diferencia es que ahora todos coquetean con él, pero siempre a escondidas, no vaya a ser que aparezca un político que decida ser liberal sin más, sin apellidos ni matizaciones, y la terminemos liando.

Con todo, el mejor de los ensayos que nos ofrece Rodríguez Braun es el dedicado a una encíclica papal que en su momento levantó muchas ampollas. Se trata de la Centesimus Annus, compuesta por Juan Pablo II a modo de actualización de la Rerum Novarum, escrita por León XIII cien años antes. Pero dio la casualidad de que en aquel entonces el imperio rojo se estaba desmoronando, así que el Papa polaco aprovechó y entregó a la imprenta una de las cartas pontificias más importantes de la Historia. Braun entra al fondo del problema –la tensión nunca resuelta entre la doctrina social de la Iglesia y el capitalismo– y lo analiza desde todas las perspectivas posibles. Señala las más que evidentes contradicciones en las que incurrió el Santo Padre, probablemente con la pía intención de que ninguno de sus lectores se sintiera incómodo.

Una encíclica es algo muy serio, pero de ningún modo infalible. La Centesimus Annus fue, además, una de las llamadas encíclicas sociales, que, como bien recuerda el propio Juan Pablo II, no son más que simples "documento[s] del magisterio, insertado[s] en la misión evangelizadora de la Iglesia". Si es así, ni Centesimus Annus ni ninguna otra encíclica social vincula forzosamente al católico. A la Iglesia, en resumidas cuentas, le compete lo trascendental, no lo temporal.

Economía de los no economistas demuestra que el pensamiento económico es omnipresente, aparece donde menos lo esperamos y en las formas más insospechadas. Leer estas páginas es un placer, porque Carlos Rodríguez Braun escribe especialmente bien y se las ingenia para enganchar sin remedio al lector. Un libro imprescindible en la biblioteca de cualquier aficionado a la economía, o al cine, o a la política... o a la religión.

 

CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN: ECONOMÍA DE LOS NO ECONOMISTAS. LID (Madrid), 2011, 160 páginas.

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