Con Storni estamos ante otro mito más, pues la realidad de sus versos presenta a una excelente poeta del amor, una mujer valiente que luchó por la igualdad femenina pero que no puede ubicarse en el feminismo radical, tan de moda hoy y tan protegido por las izquierdas políticas.
En la vida y obra de Alfonsina Storni se conjugan emoción, sentimiento y reflexión. Su poesía es humanamente erótica, anhelante de amor, llena de vivencias, poesía del yo angustiado que se cierra en triste suicidio. Cuando el 25 de octubre de 1938 la Storni se arroja al mar y se quita la vida, entre desengaños y un cáncer de mama, queda atrás una obra literaria donde aparece la mujer, la niña pobre, la madre costurera, la joven obrera en una fábrica de gorras, la cajera de farmacia, la institutriz de niños inadaptados, la madre soltera. Pero queda sobre todo la poeta que como mujer ama, goza, duda y también sufre.
Alfonsina Storni fue feminista en el más noble sentido de la palabra: buscó la imprescindible igualdad entre hombre y mujer. Tuvo agallas para censurar el doble estándar por el que se exigía la virginidad femenina y no la masculina. Ahí está su poema 'Tú me quieres blanca', heredero del 'Hombres necios' de Sor Juana. Lo mismo ocurre en poemas como 'Hombre pequeñito', 'La que comprende', 'Siglo XX' o 'Veinte siglos', textos todos que apuntan al anhelo de igualdad real para la mujer en la sociedad. Ella misma apoyó los centros feministas, luchó por el derecho al voto y defendió cuestiones que hoy nos parecen obvias. Pero todo lo hizo sin desmerecer el papel del hombre.
Fue Storni una mujer rebelde para su tiempo, buscadora incansable de la necesaria libertad femenina frente a las imposiciones y prejuicios machistas. Su trayectoria humana se refleja en espléndidos libros poéticos: La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920), y los posteriores Ocre (1925), Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1934). Todos ellos, unidos a otras piezas en prosa y en teatro, constituyen la realidad de una mujer excepcional, difícilmente reducible a anacrónicas falsificaciones extraliterarias e ideológicas a la moda.
Sin embargo, las críticas del feminismo radical (y el adjetivo es importante) no cesan en su intento de dar una falsa idea de erudición presentando la obra de Storni (y lo mismo de cuantas poetas salgan a su paso) dentro de un galimatías crítico-teórico plagado de pura demagogia: la del enfrentamiento contra "el patriarcado hegemónico transgresor", la de "los eco-feminismos postcoloniales de la otredad", el "desconstruccionismo genérico de subjetividades escriturales feministas", los múltiples ejes de las "interdisciplinariedades de la diversidad", la "coyuntura multicultural femenina" como respuesta a la "presión patriarcal neoliberal y capitalista" que impide la existencia de códigos y "heteronormatividades sexuales", que a su vez se ven filtradas por la ironía que cuestiona tales "cartografías postcoloniales y/o postmodernistas"… y blablabla, blablabla…
Así ad nauseam, en un rollo patatero en el que estas radicales de pelo en pecho aburren hasta el más pintado. Así lo cuentan y así lo venden. Pero basta leer la poesía de Alfonsina Storni para comprobar el mito falseado del feminismo más burdo. En la Storni está el yo de mujer, el sentimiento encarnado de la hembra que aboga por la igualdad con el varón pero que confiesa también, sin escrúpulos, la necesidad del hombre como compañero. Las radicales feministas del odio, el complejo y el rencor meten a Alfonsina Storni en un saco donde cabe cualquier otra poeta que pinte bien. Y si no, ellas la pintan.
Claro está que en tales lecturas parciales, incompletas y ciegamente demagógicas que se hacen de la poesía de Storni no encontramos nunca aquellos textos donde mujer y hombre aparecen complementados armónicamente. Tampoco se incluyen los textos de la Storni que presenta a la mujer admiradora de la figura masculina, o los que aceptan positivamente el dominio del varón o la supeditación erótica de la mujer. Esos textos no podían encajar en las preestablecidas conclusiones de las tesis feministoides.
Pero aunque les duela, esto escribió Storni: "Hombre, yo marcho por tus mismas sendas; / hijo de madre: entiende mi locura". O bien: "Seré en tus manos una copa fina / pronta a sonar cuando vibrarla quieras". O, por si no quedaba claro: "Soy esa flor perdida que brota en tus riberas / humilde y silenciosa todas las primaveras". Y otra vez: "Acoge mi pedido: oye mi voz sumisa, / vuélvete a donde quedo, postrada y sin aliento, / celosa de tus penas, esclava de tu risa, / sombra de tus anhelos y de tu pensamiento". Las feministas radicales prefieren silenciar estos versos, igual que los otros del saludo de Storni al hombre: "Con mayúscula escribo tu nombre y te saludo / hombre, mientras depongo mi femenino escudo / en sencilla y valiente confesión de derrota".
Y lo mismo se silencia cuando Storni pide consuelo al hombre tras admitir que la naturaleza femenina está llena de carencias: "Escrútame los ojos, sorpréndeme la boca / sujeta entre tus manos esta cabeza loca; / las mujeres lloramos sin saber, porque sí: / es esto de los llantos pasaje baladí. / Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto / un mar un poco torpe, ligeramente estulto". O cuando afirma: "Nuestro interior es todo sin equilibrio y huero / luz de cristalería, fruto de carnaval, / movilidad absurda de inconsciente coqueta / y en el cerebro habemos un poquito de estopa".
Un crítico literario de reconocido valor como José Miguel Oviedo ya apuntó que ni el contexto ni el pensamiento de la Storni dejan lugar a la duda sobre su anhelo de armonizar hombre y mujer, porque no hay ninguna ironía en esos versos. Justo es, por tanto, recordarlos aquí para medir lo difícil que es convertir en bloque a Alfonsina Storni en una cabal feminista radical, tal y como pretende la crítica literaria feminista más sectaria y diletante.