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THE CHINA FANTASY

¿Hacia dónde se mueve el gigante asiático?

La expresión "cambio de régimen" se suele asociar a la doctrina de la guerra preventiva tal y como fue aplicada en Irak. Ahora bien, EEUU está pendiente de otro "cambio de régimen" desde hace 35 años; desde que, en 1972, Richard Nixon iniciase la apertura hacia China.

La expresión "cambio de régimen" se suele asociar a la doctrina de la guerra preventiva tal y como fue aplicada en Irak. Ahora bien, EEUU está pendiente de otro "cambio de régimen" desde hace 35 años; desde que, en 1972, Richard Nixon iniciase la apertura hacia China.
Desde la matanza de Tiananmen, perpetrada en 1989, EEUU busca –y así lo ha proclamado con frecuencia– subvertir el régimen represivo que detenta el poder en China. Se supone que el comunismo se cura comerciando con el mundo capitalista, y que el comercio puede canalizar por cauces pacíficos y constructivos las energías potencialmente agresivas de China.
 
Esta fe en el poder del comercio para someter los impulsos animales de la Humanidad tiene sus raíces en el siglo XIX. Pensemos, por ejemplo, en Gladstone y en los que, como él, pensaban que la opción bélica acabaría por quedar en desuso, dados los altos costes de las guerras y el freno al comercio que suponen éstas. En el siglo XXI, el determinismo económico, es decir el marxismo, ese dogma del XIX, está prestando suma atención al último de los grandes regímenes erigidos por los marxistas, el chino.
 
El siglo XIX hizo de la historia la Historia, un ser vivo dotado de su propio e inevitable desarrollo. Hoy, son muchos los que contemplan China a través de los lentes –puede que rosáceos– del historicismo. Dicen, por ejemplo, que los líderes chinos que se oponen a la democracia están en el "lado equivocado" de la Historia; que, así como el Muro de Berlín acabó cayendo, la instauración de la democracia en el gigante asiático es "inevitable" (Clinton); que en éste el impulso hacia la democracia es "imparable" (Blair). Por su parte, George W. Bush ha declarado: "La causa del comercio no es sólo de orden monetario, también es de orden moral. La libertad económica genera hábitos de libertad. Y los hábitos de libertad generan expectativas de democracia (...) Comerciemos libremente con China: el tiempo corre a nuestro favor".
 
La teoría nos dice que el capitalismo conlleva inevitablemente una dispersión de la información y de la toma de decisiones, y que aquél precisa tanto de una ética basada en la confianza como de un entramado legal que garantice el cumplimiento de los contratos. Sus abogados defensores verán con buenos ojos las recientes medidas adoptadas por Pekín para reforzar la protección de la propiedad privada, pues se concede así a los individuos un ámbito de soberanía que podría llevarles a exigir la instauración de la soberanía popular.
 
Pero supongamos que las cosas no son así. Supongamos, por ejemplo, que James Mann hace bien en desechar este, llamémoslo así, Escenario Tranquilizador.
 
En su nuevo libro, The China Fantasy: How Our Leaders Explain Away Chinese Repression (La fantasía china: cómo justifican nuestros líderes la represión china), Mann se inscribe en las filas de la Escuela Moynihaniana: el difunto Pat Moynihan hablaba acerbamente de los visitantes occidentales que regresaban de China más impresionados por la falta de vuelos que por la falta de libertad. Mann considera que una de las moralejas del Escenario Tranquilizador: los norteamericanos que hacen negocios con China son necesariamente unos luchadores por la libertad, resulta muy pero que muy conveniente...
 
Ahora bien, también recela del Escenario Turbulento, ése que dice que el régimen chino no sucumbirá ante la democracia, sino ante el descontento político y el desbarajuste económico. Por lo demás, Mann da cuenta de un Tercer Escenario: dentro de unos decenios, y gracias a la modernización, China será un país mucho más rico de lo que lo es ahora, y por tanto más importante en términos geopolíticos, pero no menos autoritario.
 
Los defensores del Escenario Tranquilizador, entre los que se cuentan los grandes hombres de negocios, se sirven del "léxico del desprecio" para rebatir a quienes, como Mann, prefieren acogerse al escepticismo. Mann y compañía no serían sino unos "provocadores" que, cuando "golpean" a China, revelan que siguen instalados en la "mentalidad de la Guerra Fría".
 
La teoría dice que el "compromiso" con China cambiará China. Mann, en cambio, se pregunta: ¿quién está cambiando a quién?
 
Los del Escenario Tranquilizador dicen: para mantenerse, la tiranía necesita de la autarquía intelectual y el constreñimiento de la conciencia pública, y eso no es posible hoy en día, pues la telefonía móvil e internet no entienden de fronteras. Sin embargo, Mann recuerda que compañías como Microsoft, Google o Yahoo están cooperando con el Gobierno chino en tareas relacionadas con la vigilancia y la censura.
 
Mann advierte también contra lo que denomina "el triunfalismo del McDonald's", es decir, la creencia de que los chinos con cada vez más parecidos a nosotros porque cada vez comen más parecido a nosotros. Del "triunfalismo del McDonald's" pasa nuestro autor a la "falacia del Starbucks", que consiste en creer que los chinos exigirán más capacidad de elección en el campo de la política a medida que tengan más capacidad de elección en las cafeterías.
 
Lo más preocupante de lo que dice Mann es esto: que los chinos que se están enriqueciendo ahora, los que se están comprando casas y coches y toman café en Starbucks, los chinos, en fin, con los que se relaciona el visitante norteamericano no son los adalides de la democracia; todo lo contrario: militan en la oposición a la democracia. Puede que sean 300 millones, pero en China hay otros 1.000 millones de personas, en su mayoría campesinos paupérrimos. ¿Pensará la minoría que prospera económicamente bajo un régimen leninista que les interesa someterse al gobierno de la mayoría?
 
Cargado de razones, Mann arremete contra muchos de los argumentos economicistas y hueros que ofrecen las élites en defensa del Escenario Tranquilizador. Ahora bien, puede que subestime el poder transformador de la cultura comercial en que vivimos. Sea como fuere, conviene leer su libro y, en 2008, prestar atención a la cobertura que harán los medios de las Olimpíadas de Pekín, sólo comparables en fastuosidad a las de Berlín 1936...
 
 
JAMES MANN: THE CHINA FANTASY: HOW OUR LEADERS EXPLAIN AWAY CHINESE REPRESSION. Viking (Nueva York), 2007, 144 páginas.
 
© The Washington Post Writers Group
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