
Ninguno de esos libros, en todo caso, ha abordado el problema central: ¿cómo y mediante qué monstruosas tolerancias ha podido ir tejiéndose en España, a lo largo de décadas, la más importante malla logística con que cuenta el terrorismo islámico en Europa? Y, consiguientemente, ¿en qué medida es hoy aún posible destruir ese formidable aparato de guerra que funcionó entre nosotros merced a la repetida complicidad de las administraciones políticas más opuestas?
Gustavo de Arístegui, en su libro La Yihad en España, ha abordado, por primera vez, de un modo riguroso ese problema endemoniado, que constituye el más grave de todos a cuantos va a enfrentarse la seguridad pública española en los años que vienen. No es sólo una cuadrilla, más o menos amplia, de asesinos la que se halla cómoda y profundamente enraizada entre nosotros. Es un ejército. Internacional. Bien alimentado económica y logísticamente. Casi invulnerablemente blindado, merced a los servicios de inteligencia de países a los cuales ha sido estúpida tradición de la diplomacia española llamar "tradicionales amigos".

Pasa luego a ir desenmarañando las grandes líneas de las tramas islamistas en España, su turbia financiación, entre la ayuda internacional abierta, el crimen común y sus variantes más organizadas, las redes de blanqueo de dinero negro… La aberrante alianza, también, que parece haber soldado con organizaciones izquierdistas, cuyo origen e ideario laico hubiera debido, en elemental lógica, hacer inmunes a este retorno a la teocracia neofeudal más bárbara. Los paradójicos modos en que todo eso confluye sobre el 11 de marzo.
¿Cabe aún ofrecer una resistencia policial y política a esa máquina de exterminio que late en el subsuelo de nuestra sociedad alegre y confiada? Arístegui piensa que sí, que aún sí. Pero el tiempo se acaba. Es la lección más desasosegante de este libro exhaustivo en su rigor, aterrador e imprescindible.