
Del viaje geográfico Kaplan llegó, en transición natural, al viaje temático. Pudo comprobar in situ el auge de los radicalismos fundamentalistas y la trasformación que estaba teniendo lugar en la forma de entender y gestionar el conflicto. Mientras Occidente se sentía aliviado por liberarse de la Guerra Fría, tras décadas de amenaza de un holocausto nuclear, en otras partes del mundo arraigaba la idea de que aquél era un tigre de papel, tan poderoso en medios económicos y tecnológicos como débil en voluntad y valores. Había que hacerle la guerra que no sabía ganar, poniendo a los medios de comunicación, a los formadores de opinión y al ciudadano de a pie al servicio del agresor. Preocupado y atraído por esta amenaza emergente, Kaplan comenzó a estudiar tanto el fenómeno como la valoración y respuesta del mismo por parte de Estados Unidos.
Primero con Gruñidos imperiales y ahora con Por tierra, mar y aire, Kaplan realiza un recorrido por las Fuerzas Armadas norteamericanas tratando de entender su organización, su estrategia, su despliegue, sus funciones, su mentalidad. Con esa facilidad para trasmitir experiencias vividas, el autor comparte con el lector conversaciones con oficiales, suboficiales y soldados de los cuatro ejércitos sobre cada uno de estos aspectos en una narración dinámica y sencilla. Las anécdotas se suceden entre informaciones y valoraciones de interés, pasando de un ejército a otro, de un continente a otro.
Tras este viaje por las Fuerzas Armadas se esconde el objetivo último de esta investigación, publicada en volúmenes distintos: comprender la América Imperial. No se trata de una presentación de qué es Estados Unidos, qué representa en el mundo o cómo lo ven los demás. Lo que preocupa a Kaplan es su despliegue imperial, cómo organiza y utiliza la fuerza para defender sus intereses y valores.

Kaplan apuesta por la defensa del carácter imperial de las antiguas colonias británicas trasformadas en Estados Unidos, e intenta desentrañar su naturaleza viajando por las bases militares que tiene desplegadas por todo el mundo, hablando con sus hombres y tratando de conocer la complejidad de sus misiones, así como sus objetivos últimos.
Kaplan no es un analista de política internacional ni un académico. Cuando avanza por estos terrenos entra a menudo en contradicción, lo que no resultó un problema para el editor ni lo será para el lector. Ese no es el atractivo de Kaplan. Donde es realmente interesante es en la vívida narración de experiencias, en su facilidad para hacernos sentir que asistimos a una conversación en un submarino o en un bar de oficiales y compartimos y comprendemos el porqué de tantas cosas.
Leer a Kaplan es siempre una opción segura y, para quien sienta interés por la dimensión internacional de Estados Unidos o por conocer sus Fuerzas Armadas, más que recomendable.