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BLOWING UP RUSSIA

El yo acuso de Litvinenko

Dostoyevski pensaba que la Revolución Francesa fue en esencia un cambio de señores: "No se logró otra cosa que renovar el despotismo, un quítate tú que me pongo yo. Los nuevos triunfadores, los burgueses, eran quizá peores que los antiguos déspotas, los nobles". En la revolución de 1917 ocurrió lo mismo. Y, tal vez, en la Rusia de Putin.

Dostoyevski pensaba que la Revolución Francesa fue en esencia un cambio de señores: "No se logró otra cosa que renovar el despotismo, un quítate tú que me pongo yo. Los nuevos triunfadores, los burgueses, eran quizá peores que los antiguos déspotas, los nobles". En la revolución de 1917 ocurrió lo mismo. Y, tal vez, en la Rusia de Putin.
Alexander Litvinienko era teniente coronel del Servicio Federal de Seguridad (FSB), sucesor del KGB. Pertenecía a la unidad especial contra el terrorismo y el crimen organizado. En noviembre de 1998 reveló que el FSB, entonces dirigido por Putin, le había ordenado eliminar al millonario Boris Berezovski. Después de ser destituido y perseguido por vía judicial, Litvinienko logró asilarse en Gran Bretaña a finales de 2000. Allí murió el pasado 23 de noviembre, envenenado con polonio.
 
Septiembre de 1999. Cerca de trescientas personas mueren en una serie de explosiones registradas en edificios de viviendas de varias ciudades rusas. El historiador Yuri Felshtinski se puso a investigar y concluyó que las voladuras no eran sino una operación del FSB para poder desencadenar la segunda guerra de Chechenia.
 
Felshtinski compartió sus pesquisas con Litvinienko, y ambos dieron a la imprenta, en 2002, Blowing up Russia. Aunque el régimen de Putin decidió retirarlo de la circulación, la revista liberal Novaya Gazeta pudo publicar algunas de las primicias en él contenidas. Poco más tarde, en 2003, el editor de la NG era envenenado, y en octubre de 2006 caía asesinada su más célebre redactora, Anna Politkovskaya.
 
Felshtinski y Litvinienko escribieron Blowing up Russia con el objeto de demostrar que "los más fundamentales problemas de Rusia no derivan de las reformas radicales de la presidencia de Yeltsin, sino de la resistencia abierta o clandestina a las mismas por parte de los servicios secretos rusos". "Desataron las dos guerras chechenas para apartar a Rusia de la democracia y dirigirla hacia la dictadura, el militarismo y el chauvinismo", agregaban; y remachaban: tenían por objetivo final colocar a uno de los suyos –Putin– en el poder.
 
Alexander Litvninenko, poco antes de morir.Según los autores, desde la caída de la URSS, en 1991, los elementos del KGB habrían empezado a operar de modo independiente, libres del control del politburó comunista. Cuando, en 1993, Yeltsin acabó con el Parlamento (Duma) prosoviético, los antiguos cabecillas del KGB habrían decidido desestabilizar las reformas mediante el fomento tanto de la criminalidad como de los conflictos nacionales en el Cáucaso. La victoria de Yeltsin en 1996 habría convertido a la élite empresarial rusa –el principal apoyo de aquél– en objetivo prioritario del FSB.
 
Aún más: a juicio de Felshtinski y Litvinenko, la primera guerra de Chechenia (1994-1996) fue orquestada por el FSB, que habría tratado también de impedir el acuerdo de paz mediante los atentados veraniegos de 1996 en el metro de Moscú. Finalmente, Yeltsin se habría visto obligado a traspasar el poder al FSB a cambio de inmunidad para él y su familia.
 
Para desencadenar la segunda guerra chechena (1999) y asegurar la victoria de Putin en las elecciones de 2000, el FSB habría organizado el reclutamiento de grupos criminales que llevaran a cabo secuestros y asesinatos en Chechenia (con el objeto de desacreditar internacionalmente a la república caucásica), la incursión militar del checheno Basayev en Daguestán (con el objeto de justificar una respuesta militar contra Chechenia) y, sobre todo, la operación Hiroshima, consistente en la voladura de varios edificios de viviendas en Buinaksk, Moscú y Volgodonsk; se atribuyó esta carnicería a los chechenos, y acto seguido el Ejército ruso se lanzó sobre Chechenia.
 
Así pues, en Blowing up Russia se expone una teoría de la conspiración en la que tienen cabida atentados masivos, explosivos erróneamente identificados, actuaciones de los servicios secretos, relaciones entre ataques terroristas y resultados electorales, opacidad informativa y periodistas valientes que quieren saber. Tal vez en España alguien descubra parecidos con la cuestión del 11-M. Pero lo importante es la imagen que se da en el libro del Gobierno ruso; un Gobierno dirigido por un tipo que brinda por Stalin con el líder comunista Ziuganov, destruye la libertad de expresión, reintroduce el himno soviético y coloca en posiciones fundamentales de la Administración a generales del FSB. "Merece, sin duda, el título de tirano", afirman Litvinenko y Felshtinski.  
 
El actual director del FSB, Nikolai Patrushev, ha llegado a proclamar: "No rechazamos nuestro pasado, la historia de la Lubianka [sede de la Cheka] en el siglo XX es nuestra historia". No es de extrañar, pues, que muchos entiendan que en Rusia aún gobierna el terror del KGB. ¿Hay que creerlo? Pascal sólo creía a los testigos que se dejaban matar. Parece que a Litvinienko lo han matado por decirlo.
 
 
 
ALEXANDER LITVINENKO Y YURI FELSHTINSKI: BLOWING UP RUSSIA. TERROR FROM WITHIN. Gibson Square (Londres), 2007 (edición revisada y actualizada), 317 páginas.

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