Estas son las preguntas de investigación que el periodista Javier Esparza se hace en este libro, un trabajo de revisión bibliográfica que, en primer lugar, cabe adjetivar como brillante en la forma.
En efecto, entre los aspectos más sobresalientes de esta obra destacan una redacción primorosa, una prosa clara y sencilla y una edición cuidada –la elección de las frases entresacadas y destacas en negrita es excelente–, que redundan en su finalidad didáctica. Si añadimos a lo anterior el esfuerzo de concisión a la hora de referenciar la bibliografía consultada sin por ello sacrificar el rigor –ni inflación de notas a pie de páginas ni descuidos en las citas–, no es exagerado calificar El terror rojo en España de texto modélico de divulgación del "estado de la cuestión" de la violencia republicana en los años de nuestra última guerra civil.
En cuanto al desempeño de Esparza a la hora de probar sus hipótesis, lo primero que hay que decir es que la definición de conceptos que acompaña al planteamiento de la investigación es impecable. Por ejemplo, tanto la delimitación de la noción de terror –política deliberada de exterminio físico de un enemigo inerme– como los criterios aplicados a la hora de aplicar el término a una situación determinada –básicamente, un uso sistemático de la fuerza legitimado por las autoridades y coherente con una justificación ideológica previa– son intachables. Cuando cierta historiografía parece sobre todo preocupada por las sensaciones que ciertos vocablos puedan provocar en el lector, la alta autoexigencia metodológica de Esparza resulta simplemente encomiable.
La primera de las hipótesis que examina Esparza es la relación entre la ideología revolucionaria y el Terror. Basándose en fuentes mayoritariamente frentepopulistas –una vez más, son los tachados de "revisionistas" los que usan las fuentes republicanas ignoradas por otros– y en testimonios recogidos en la Causa General, el autor concluye descartando que el Terror pueda ser considerado un fenómeno descontrolado al margen de la voluntad de las autoridades del Frente Popular. Más bien ocurrió lo contrario: cabe atribuir a los partidos republicanos, y en especial al Gobierno, la responsabilidad política por el exterminio de civiles desarmados llevado a cabo en la zona roja durante la Guerra Civil.
A continuación, Esparza repasa el exterminio de los enemigos de clase –que no pocas veces alcanzó a miembros de organizaciones políticas republicanas, como ocurrió en Cataluña con la Lliga y en Madrid con el Partido Radical– y el denominado "martirio", el exterminio de los miembros del clero y los asesinatos en masa por motivos religiosos, uno de los hechos más ominosos de la contienda y en el que también se advierte la connivencia de las autoridades frentepopulistas.
Uno de los capítulos más interesantes del libro, y que tal vez habría merecido mayor extensión, es el dedicado al análisis de la retórica de organizaciones como el PSOE. A la luz de la investigación de Esparza, éste aparece como un partido violento y revolucionario, un hecho que apunta a una de las causas fundamentales de la Guerra Civil: la inexistencia en nuestro país de una socialdemocracia moderada, o al menos pragmática y pactista.
El grueso de El terror rojo... está dedicado al análisis, desde el punto de vista de las preguntas de investigación formuladas en las primeras páginas, de diversos fenómenos violentos registrados en la zona dominada por el Frente Popular. Así, es imposible explicar el funcionamiento de las checas y tribunales populares sin destacar la aprobación y apoyo del Gobierno a la eficiente labor de represión y exterminio llevada a cabo por éstas y otras "instituciones".
También se abordan cuestiones como la influencia de la Unión Soviética en el Gobierno frentepopulista, crucial en el mantenimiento del poder republicano, la financiación de la guerra –dudar a estas alturas de la responsabilidad del Gobierno en el saqueo de las reservas del Banco de España es un despropósito que raya la puerilidad– y las matanzas de Madrid, realizadas gracias a la información facilitada por el Gobierno y alentadas por los agentes enviados por Stalin a la capital.
Respecto a la intervención de Santiago Carrillo en los fusilamientos del Jarama, entre las pruebas documentales aportadas por Esparza figura una carta de Dimitrov, secretario general de la Komintern, al ministro de la Guerra de Stalin, en la que se lee: "Cuando los fascistas se estaban aproximando a Madrid, Carrillo, que era entonces gobernador, dio la orden de fusilar a los funcionarios fascistas detenidos".
Especialmente interesante resulta el análisis de la influencia soviética a partir de la segunda mitad de 1937 en acontecimientos como la creación del SIM, el servicio de inteligencia y espionaje del Frente Popular, que asimismo gestionaba las checas. Tampoco faltan las páginas dedicadas a la represión de anarquistas y troskistas y al baño de sangre barcelonés de la primavera de 1937, asunto de un reciente libro del historiador Ferran Gallego que, en general, corrobora la narración de Esparza, tal vez excesivamente esquemática.
En cuanto al Terror Blanco, el del bando nacional, Esparza propone su estudio atendiendo a varias fases: la inicial, que en líneas generales es idéntica a la del Frente Popular, y la posterior, que obedece a la lógica de la ocupación más que a una voluntad de exterminio. El hecho de que las cifras de la represión nacional sean algo mayores que las del Frente Popular obedece al simple hecho de que Franco ganó la guerra. Por tanto, a las víctimas ocasionadas durante la contienda hay que sumar las de los primeros años de la dictadura.
Finalmente, y valorando la utilidad de la Causa General como fuente histórica, Esparza concluye que el historiador serio no tiene más remedio que considerarla una fuente fundamental a la hora de cuantificar la violencia frentepopulista y explicar las causas de la Guerra Civil, sin que eso denote un acuerdo con la retórica sesgada y elogiosa para con el dictador Franco. De hecho, el estudio de la Causa General es recomendable también como ejercicio de análisis del lenguaje y los argumentos legitimadores empleados por los regímenes autoritarios, que a menudo se esgrimen también en sistemas políticos democráticos.
En conclusión, El terror rojo en España es de gran utilidad, por su solidez y concisión, en la labor de clarificación de los hechos más luctuosos de la Guerra Civil. Un excelente resumen de una parte importante de la bibliografía sobre la cuestión que, sin embargo, no exime de la lectura de otras obras, aunque sólo sea para confirmar o desmentir las interpretaciones de Esparza.
Por lo que respecta a la llamada versión oficial, la de los historiadores de referencia de las publicaciones del grupo Prisa y de la mayoría de las producciones de TVE, el conocimiento de los argumentos utilizados para legitimar las acciones del Frente Popular y de paso denigrar la labor de los autores de referencia de Esparza –Payne, Moa, Vidal, De la Cierva, etcétera– es un ejercicio recomendable y necesario. Sin duda, la mejor práctica para el interesado en deslindar pasión y ciencia en la actual "querella de los historiadores", que a menudo tiene más de lo primero que de lo segundo, como sostiene Esparza en las páginas finales de su libro.
PS: La editorial Áltera ha puesto a disposición de los internautas un debate sobre el terror rojo entre Esparza, Pío Moa y la periodista Cristina López Schlichting. Huelga decir que su visionado no debería sustituir la obra que hemos reseñado en este artículo.
JAVIER ESPARZA: EL TERROR ROJO EN ESPAÑA. Áltera (Barcelona), 2007, 375 páginas. Prólogo de STANLEY G. PAYNE.