Una conquista silenciosa, sostienen Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo en este libro imprescindible. Silenciada acaso, por los propios jerarcas chinos ("... ocultar nuestras capacidades y esperar el momento oportuno...") y por sus cómplices, pero para nada silenciosa: hacen mucho ruido aquí y allá, construyendo presas y estadios y hospitales y carreteras, puertos, oleoductos, gasoductos, ciudades enteras; extrayendo de la tierra cantidades asombrosas de carbón, hierro, cobre, oro, jade; surcando las aguas del Mar de la China Meridional a bordo de barcos de guerra formidables; voceando sus baratijas en mil calles...
Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo son dos periodistas españoles que trabajan desde hace años en China para sus respectivos medios (El Economista y la agencia Notimex). Estupefactos, comprobaron que "el 8 de agosto de 2008, a las 20:08 y 8 segundos exactamente, la Historia cambió su curso". Fue entonces que se inauguraron los Juegos Olímpicos de Pekín, "esa campaña de relaciones públicas impagable" de la tiranía comunista, y el Imperio del Centro –conviene recuperar el término– "ya sólo interesaba en clave económica, mientras las historias sociales, de injusticia o de represión pasaron, sorprendentemente [sic], a un segundo plano".
De la noche a la mañana, parecía que China se había convertido en uno de los nuestros.
Quizá sólo en siciliano podría expresarse mejor.
Y tras los Juegos llegó la quiebra de Lehman Brothers, la Crisis que tiene en la lona a Occidente; y Occidente y lo que no es Occidente fijaron aún más su atención en Pekín, que no sólo apenas se inmutó con ese primer tsunami financiero sino que se lanzó a comprar deuda y conceder préstamos en todas partes y a mansalva. "En poco más de un año", refieren Cardenal y Araújo, "el prestigio y encaje de China en el exterior dio un vuelco de 180 grados". Que se jodan los monjes tibetanos, los chinos que se pudren en los laogai, los ciberdisidentes, los uigures: China pasó enseguida "de pérfida dictadura a redentora de la economía mundial".
Cardenal y Araújo estaban ahí, en China. En Hong Kong y Pekín, concretamente. Informando de esas inversiones descomunales, los contratos abracadabrantes de suministro de materias primas, las adquisiciones de activos por todo el planeta... La conquista china del mundo, advirtieron, "se convertía en una realidad", y ellos querían seguir estando ahí, para contarlo. Así que salieron de China en busca de China. La buscaron en 25 países: Cuba, Costa Rica, Venezuela, Ecuador, Perú, Argentina, Egipto, Sudán, el Congo (RDC), Angola, Namibia, Zambia, Sudáfrica, Mozambique, Irán, Turkmenistán, Kazajistán, la India, Birmania, Tailandia, Camboya, Laos, Vietnam, Rusia y Taiwán.
En todos ellos la encontraron. Pisando bien fuerte.
¿Conquista silenciosa? Sólo unos datos:
La mitad de los productos agrícolas que se venden en Rusia son chinos * Entre el 70 y el 80% de todos los productos que se venden en Kazajistán (11% de las reservas mundiales de gas y petróleo, 20% de las de uranio) son chinos * Kazajistán, con una población que no llega a los 16 millones de habitantes, podría contar con hasta 2,5 millones de empresarios chinos * China es el primer socio comercial de Irán (35.300 millones de dólares), al que vende "de todo", por supuesto también armas (es su principal proveedor) * China es el primer socio comercial de África (129.000 millones de dólares), donde ha contribuido a la construcción de 2.000 kilómetros de ferrocarril, 3.000 kilómetros de carreteras y 160 escuelas y hospitales * China ha suscrito con la RDC, cuyo PIB en 2010 fue de 13.145 millones de dólares, un contrato para la explotación de sus ingentes recursos minerales por valor de 6.000 millones de dólares * China tiene previsto invertir 40.000 millones de dólares en el arrasado sector petrolero venezolano (PIB de Venezuela: 392.000 millones de dólares) * China está financiando al 100% una megapresa en Ecuador que se prevé provea un tercio de las necesidades energéticas del país americano y cuyo coste se ha fijado en 1.000 millones de dólares * Ocho empresas chinas controlan 295 minas peruanas * Hay 35 millones de chinos desperdigados por el mundo (el 18% del total de migrantes), pero sobre todo en Asia (28 millones), donde conforman minorías de enorme peso en países como Malasia (26% de la población) o Brunei (29%) o son directamente mayoritarios, como en Singapur (77%, y generan el 80% del PIB).
China se ha derramado, China está en el mundo, eso es un hecho. Y el cómo está, un desafío, un problema de primera magnitud. China tiene un modelo que proponer. Un modelo por el que suspiran los tiranos a los que apadrina, basado en el intervencionismo socioeconómico de un Estado "omnipresente" que ejerce un "férreo control político" y reprime con saña el menor asomo de disidencia. Un modelo caracterizado por:
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La explotación más despiadada de los más débiles: pavorosa es la vida de los mingongs, los "empleados procedentes del campo", en las ciudades del Imperio comunista: son entre 200 y 300 millones de personas que, al abandonar su lugar de residencia originario, son despojadas –¡ellas y sus descendientes!– de "derechos como la sanidad o la educación" (o bien se les limita severamente el acceso a los servicios que pretenden garantizarlos). Estos "verdaderos obradores del milagro económico chino", remachan Cardenal y Araújo, son víctimas de "una especie de apartheid".
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La devastación del medioambiente ("cada siete minutos durante las 24 horas del día y los 365 días del año, un camión cargado con 15 toneladas de madera talada ilegalmente en Birmania cruzaba en 2005 por un puesto fronterizo hacia China") y la contaminación ("China alberga hoy veinte de las treinta ciudades más contaminadas del mundo y miles o decenas de miles de los llamados pueblos del cáncer [...] Además, se estima que el 26% del agua de los ríos y estanques es inservible para uso humano, mientras que el 62% restante apenas es potable. Sólo el 1% de los 560 millones de chinos que viven en las ciudades respiran aire seguro"); fenómenos ambos exacerbados por la completa subordinación de los derechos de propiedad (cuando son reconocidos) a los intereses del Estado y el pésimo estado de las libertades de información, asociación y expresión, lo cual impide la presión/censura cívica.
- La corrupción desaforada: "Si el agua es demasiado clara, no atrapas ningún pez", se puso sentencioso un día Li Rougou, presidente del opaquísimo Exim Bank, una de las claves del despliegue chino en ultramar, un banco que obedece las órdenes del Consejo de Estado comunista y que en su memoria anual "no publica los datos sobre la cuantía ni los receptores" de los créditos que concede –en condiciones excepcionales y a costa del saqueadísimo pueblo chino–. No es casualidad que entre los mejores aliados de Pekín se cuenten la RDC y Venezuela (ambos en el puesto 164 del Índice de Percepción de la Corrupción, que lista 178 países), Angola (168), Sudán y Turkmenistán (172) y, por supuesto, Birmania (176), escenario de algunas de las páginas más sórdidas de este macrorreportaje. "Si hay niveles de ilegalidad, los chinos son los más ilegales", les dijo a nuestros autores Ana Alonso, empresaria española del sector maderero asentada en Mozambique (IPC 116).
Esta China con pretensiones hegemónicas es el principal valedor del Irán de los ayatolás que niegan el Holocausto y claman por la aniquilación del Estado judío, del Pakistán nuclearizado y conchabado con Al Qaeda que desestabiliza a la también nuclearizada India con ataques terroristas en la explosiva Cachemira, del Sudán esclavista y genocida, de la psicopática y taradísima dinastía Kim en Norcorea. Se trata de un neoimperio que habla y no para de multilateralismo pero que a las primeras de cambio, en el Sudeste Asiático, en el Himalaya, en el Mar de la China Meridional, se comporta como un matón de la peor ralea: sin encomendarse a nadie desvía o modifica el curso de ríos internacionales de los que depende el sustento de varios países, despliega tropas en territorios ajenos, amenaza a los vecinos (según los servicios secretos taiwaneses, la isla rebelde estaría encañonada por entre 1.600 y 1.800 misiles de la China comunista), asalta barcos pesqueros que no navegan bajo su bandera... Es, en fin, un coloso insaciable que dice querer la paz pero no hace sino prepararse para la guerra: su presupuesto militar se ha multiplicado por 15 en los últimos 17 años: de los 6.000 millones de dólares de 1994 a los 91.400 de 2011.
China está ahí. Es un hecho. Se ha conectado al mundo y con ello ha sacado de la miseria extrema a cientos de millones de personas (en su inmensa mayoría chinas), contribuido a la fenomenal expansión del comercio internacional, incorporado al mercado a gentes humildísimas en todos los rincones del planeta; pero que nadie se confunda, no nos engañen los cleptócratas más sanguinarios ni el fulgor de las más increíbles infraestructuras: China es una pésima alternativa:
Cualquiera que ha vivido en el país, que ha tenido contacto cotidiano con académicos, periodistas, funcionarios y activistas chinos, que ha leído diarios y visto la televisión, que ha mantenido cenas con chinos de la calle, que ha vivido lo bueno y lo malo de ese país, conoce cuán extendida está la idea de que la nueva superpotencia será cualquier cosa excepto una copia mejorada del modelo occidental.
JUAN PABLO CARDENAL y HERIBERTO ARAÚJO: LA SILENCIOSA CONQUISTA CHINA. Crítica (Barcelona), 2011, 304 páginas.
Este sábado, MARIO NOYA entrevistará a JUAN PABLO CARDENAL en LD Libros (16:30-17:30; redifusión, domingo, 06:00-07:00).