En estos momentos nuestras librerías, las pocas que van quedando, exhiben un buen número de publicaciones que responden a este perfil. Víctor Pérez-Díaz, una de las figuras más sobresalientes de la Universidad española, uno de nuestros sociólogos más prestigiosos y reconocidos –dentro y fuera de nuestras fronteras–, ha publicado una pequeña joya, titulada Universidad, ciudadanos y nómadas y galardonada con el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos. Una obra que sólo parcialmente tiene cabida en este resurgir de la publicística regeneracionista, puesto que se concentra en un aspecto muy concreto de nuestra actividad social.
Uno de los argumentos que más escuchamos estos días cuando se plantean las grandes líneas maestras para salir del callejón en el que libre e insensatamente nos hemos metido es el de la necesidad de cuidar el capital humano. De nuevo la educación vuelve a colocarse en la primera línea. Desde hace treinta años, no hemos parado de reformar los distintos ciclos que conforman el sistema educativo español, con los resultados previstos: pérdida de valores, disminución de los conocimientos adquiridos por los estudiantes y paupérrima capacidad crítica de éstos. En otras palabras, nuestros diputados han logrado que las nuevas generaciones estén peor preparadas para ejercer tanto la ciudadanía como la profesión que vayan a elegir. Si el principal activo de una sociedad es su propia gente, nosotros no sólo no hemos invertido en mejorarla, en su sentido más amplio, sino que hemos dedicado cuantiosos recursos a empeorarla.
En este marco, Pérez-Díaz ha escrito un precioso libro en el que reflexiona sobre los elementos fundamentales que han dado sentido a la Universidad, desde sus orígenes hasta nuestros días, analizando tendencias y estudiando los retos que una sociedad global plantea a esta veterana e imprescindible institución. En un momento de despiste colectivo, cuando la Universidad se ha convertido en inevitable destino de casi cualquier adolescente desnortado, cuando el número de centros ha crecido sin más sentido que el oportunismo político, cuando la Administración ha generado una gigantesca burocracia para evaluar, controlar y tratar de dirigir al profesorado hacia ninguna parte, es más que aconsejable tratar de recuperar el sentido común y, con él, las coordenadas básicas: qué esperamos de la Universidad, de los profesores y de los propios alumnos.
Lo único seguro es que también en el ámbito universitario la sociedad española ha perdido el rumbo, y que o rectifica o tiene asegurado un largo período de decadencia.
VÍCTOR PÉREZ-DÍAZ: UNIVERSIDAD, CIUDADANOS Y NÓMADAS. Nobel (Oviedo), 2010. 202 páginas.