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LO QUE EL DÍA DEBE A LA NOCHE

El post-62 argelino: un trauma a la sombra

Francia mira hacia Argelia. Sin conmemoraciones a la vista. Sin obituarios ni centenarios. Sencillamente, vuelve el interés por la guerra de Argelia. Fascinación cíclica por el pasado. Por todo ello, escritores como Boualem Sansal, Salim Bachi, Rachid Boudjedra recogen halagos literarios y Sarkozy otorga la Medalla de la Legión de Honor a Yasmina Khadra.

Francia mira hacia Argelia. Sin conmemoraciones a la vista. Sin obituarios ni centenarios. Sencillamente, vuelve el interés por la guerra de Argelia. Fascinación cíclica por el pasado. Por todo ello, escritores como Boualem Sansal, Salim Bachi, Rachid Boudjedra recogen halagos literarios y Sarkozy otorga la Medalla de la Legión de Honor a Yasmina Khadra.
La escritura argelina recibe un empuje mediático importante amparada bajo el paraguas de la comunidad internacional.

Francia rescribe su pasado colonial. No parece poder escapar a lo que intelectuales e historiadores galos llaman la guerre des mémoires. Y a Francia le toca la revisión por partida doble: la memoria de Vichy y la memoria de la Guerra de Argelia (1954-62).

Nadie en el entorno europeo parece poder resolver el enigma que encierra la triada imposible de perdón, olvido y memoria.

Ahora bien, si la mirada retrospectiva impone al político el ejercicio de una cierta contención formal –y los discursos de Sarkozy son en esta materia un impecable modelo, que se resume en la lapidaria frase: "Faire une politique de mémoire asumée"–, para el escritor argelino de la década de los noventa la reminiscencia es una salvación afectiva. Una curación. Un modo de distanciarse de los miedos, de las amenazas integristas.

Ahora bien, una vez lanzada la guerre des mémoires, surgen inevitablemente posturas encontradas. Se cuelan voces de una guerra no contada oficialmente. Muertos que todavía se mueven y hablan. Testigos que reclaman lo que De Gaulle les negó tras los acuerdos de Evian. Porque De Gaulle quiso borrar los flecos de un conflicto mal cerrado. Ni a De Gaulle ni a los socialistas de Guy Mollet que rubricaron en el 54 la intervención militar en Argelia les interesaba ya airear lo que callaba el millón largo de repatriados, los "franceses de Argelia", como les gustaba llamarse. Y ahora pieds noirs.
¿Te das cuenta? Ahora ya sólo nos llaman pieds-noirs. Como si hubiéramos pasado la vida caminando sobre alquitrán...
La historia académica silenció la guerra. Olvidar Argelia, eso querían los franceses de la metrópolis, porque ellos, los franceses de Francia, nunca fueron colonialistas. Y la asquerosa guerra estaba en la tele. A veces en el metro de Paris, poco no era nada. Y, en esa voluntad de silenciarlo todo, borraron a los argelinos. Incluso a aquellos que murieron en el ejército francés. Borraron la victoria vergonzante y acogieron con indemnizaciones y de mala gana a los protagonistas de la barbarie.

Yasmina Khadra.El sur de Francia se vio invadido en el verano del 62 por una población que, aun siendo francesa, sería siempre argelina.

Nada se dijo de los harkis y de las masacres que tuvieron lugar entre la firma de los acuerdos de Evian y la evacuación total de los franceses.

La sociedad francesa cambiaba a pasos agigantados.

Después, el 68 borró el post-62.

¿Cuáles son esas voces vergonzantes, que la Historia académica suprimió de las escuelas? ¿Son las de los pieds-noirs que se refugiaron en un microcosmo nostálgico en torno a Marsella, Perpignan o Aix en Provence? Son los harkís agazapados que De Gaulle quiso olvidar. Ellos hacían el trabajo sucio. Son aquellos perfiles que esboza Yasmina Khadra, gentes tranquilas, indiferentes al mundo, que la guerra sorprendió y les determinó un destino para el cual no estaban preparados; matar, torturar, deslizarse hacia lo abyecto y lo criminal.

Yasmina Khadra desvela la otra historia de la guerra de Argelia, no la de los militares con medallas ni la de los dirigentes independentistas del FLN, sino la de los seres que, envueltos en la vorágine sangrienta, participaron en ella y tuvieron que regresar a un país que no era el suyo:
¿Por qué tuvieron que meternos en el mismo saco? No todo el mundo era colono, no todo el mundo manejaba la fusta del amo; en algunos casos no teníamos ni botas a secas.
Que Yasmina Khadra sea Mohamed Moullessehoul, que juegue a ser –como él mismo dice– el drag-queen de la literatura argelina, interesa poco. El personaje está inventado y vende libros. Nadie puede discutir su talento narrativo. Es el estratega de la escritura. Dosifica el dolor, purifica el amor. Tal vez se le considere demasiado complaciente, por plegarse a esa voluntad supranacional de conciliación. Pero eso tampoco importa.

A veces sólo unas cuantas páginas pueden justificar una novela.

Y el retorno al presente. 2008 Aix-en-Provence: un viejo combatiente harki se interroga ante el abismo del terrorismo islámico en Argelia.
Los franceses se fueron. Los judíos y los gitanos también. Ya sólo estáis entre vosotros. Entonces, ¿por qué os matáis de esa manera?
 
YASMINA KHADRA: LO QUE EL DÍA DEBE A LA NOCHE. Destino (Barcelona), 2009, 380páginas.
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