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TODOS LOS HOMBRES DEL FÜHRER

El otoño de la civilización europea

Como expuso Lovecraft, el horror tiene forma. Al trazo de sus contornos dedica Ferran Gallego su séptima obra sobre el fascismo y nacionalpopulismo europeos, Todos los hombres del Führer, libro que lo consolida, si cabe la redundancia, como el mayor especialista en este tema en lengua castellana. El historiador barcelonés considera el sistema hitleriano la consumación del fascismo.

Como expuso Lovecraft, el horror tiene forma. Al trazo de sus contornos dedica Ferran Gallego su séptima obra sobre el fascismo y nacionalpopulismo europeos, Todos los hombres del Führer, libro que lo consolida, si cabe la redundancia, como el mayor especialista en este tema en lengua castellana. El historiador barcelonés considera el sistema hitleriano la consumación del fascismo.
Izq a Der: Himler, Hess, Strasser, Hitler y von Epp
Esto puede parecer alejarlo de Stanley G. Payne y de su contraste entre el autoritarismo fascista y los totalitarismos nazi y bolchevique. Sin embargo, ambos comparten una concepción compleja de estos fenómenos que, en parte, contradice al mismo Ferran Gallego en libros anteriores, el neoinstitucionalismo y a los austriacos (Hayek y von Mises), aunque a éstos cabe el mérito de haber considerado fascismo y bolchevismo las dos caras de la misma moneda. Este enfoque recuerda el análisis transversal y metapolítico de la seminal Metapolitics (1941) de Peter Viereck. 

 

Con el norteamericano comparte el autor no sólo su concepción de la política como reflexión sobre la cultura, ámbito de la auténtica utilidad de las ciencias sociales, sino su biografía: paralelo cultivo de la historia y la poesía y un compromiso político surgido tal vez como reacción contra algunas circunstancias de su entorno más inmediato.

Sin embargo, mientras Viereck encontró en el liberal-conservadurismo el arma contra la opresión, Gallego militó en el comunismo, ideología de la que se fue alejando progresivamente hasta terminar haciendo confesión de liberalismo en una de las Terceras de ABC más clarividentes de los últimos años. Su brillante, aunque breve, paso por el diario de Vocento, sus textos en las publicaciones de la fundación FAES y el fructífero debate metodológico mantenido con Pío Moa hacen de este historiador una referencia obligada para todos los interesados en una comprensión cabal y desapasionada, que no cínica, de la política española y del giro liberticida de sus dirigentes actuales. 

Volviendo al objeto de esta reseña, el interés por el nacionalsocialismo como fenómeno cultural lleva a Gallego a adoptar el estudio de casos como método que permite la descripción prolija de procesos sin por ello renunciar a la generalización. Y “¿Qué tiene que ver esto con Alemania?”, se preguntó Thomas Mann en 1930. Esta es la pregunta que el libro responde relatando y describiendo las trayectorias de doce hombres del Führer, quienes responderían a otras tantas razones de la victoria de la utopía comunitarista nazi articulada alrededor del hiperliderazgo carismático de Hitler.

Es precisamente en este comunitarismo donde el libro hace énfasis. Una fraternidad nacional perfectamente compatible tanto con una personalidad que proporciona sentido a esos rasgos colectivos, como con la creación de un ajeno estigmatizado y excluido, cuya amenaza debe permanecer omnipresente como garantía de la cohesión y la fidelidad a la comunidad forjada a sangre y fuego. Una definición así es especialmente provechosa para comprender las premisas subyacentes a las teorías y movimientos antiliberales, así como las consecuencias de su actualización política. Gallego huye del anacronismo, aunque sin renunciar al papel de la historia como reveladora de las consecuencias que tienen las ideas, tal y como se desprende de su consideración de la veneración de la identidad en nuestras sociedades como algo que “no desmiente la modernidad sino que, más bien, la completa, pervirtiéndola”. 

Así, aparecen retratados Anton Drexler, redactor de las primeras líneas del programa del partido y descubridor del inmenso potencial político que ofrecía la mutua alimentación del nacionalismo y de un “socialismo alemán” fruto de la experiencia de la Primera Guerra Mundial. El papel de la experiencia bélica en la formulación de la ideología y táctica nacionalsocialistas es otra de las constantes del libro, y adquiere especial relevancia en las páginas dedicadas a Röhm, el dirigente de las SA asesinado en 1934.  

La trágica muerte del militar ilustra la contribución más valiosa de este libro al estudio de la política: la demostración de que el liderazgo carismático puede coexistir con una estructura de poder poliárquica en la que los cabecillas luchan constantemente por el poder en una estructura institucional intencionadamente abierta, ambigua y sometida a continuas alteraciones. Así, nunca está claro quién consigue qué y por qué procedimientos. Queda la adhesión incondicional al líder como recurso contra la incertidumbre y apuesta segura que garantiza la membresía en el grupo dominante, aún a despecho de la incompetencia. Los célebres enfrentamientos entre Hitler, Strasser y Röhm, la rivalidad de éste con Goebbels y Göring y la lucha por el poder entre el último y Bormann en los últimos años del régimen, por mencionar sólo algunos ejemplos, ofrecen una imagen del NSDAP bien alejada de los retratos de gran parte de la bibliografía sobre partidos políticos, que pinta este movimiento como una organización siempre unida y cohesionada.       

No obstante, Hitler siempre combinó la devoción a su persona con el talento, la eficiencia y el cumplimiento de objetivos a la hora de repartir poder e influencia entre sus colaboradores. Tales fueron los casos de Strasser, von Schirach, y Speer, diseñador de los gigantes escenarios de los congresos del partido, encargado junto a Göring de la economía durante gran parte de la guerra y desobediente en el último año de la contienda, cuando él y sus colaboradores evitaron que se llevaran a cabo las órdenes de destrucción del Führer. Caso parecido fue el de Leni Riefenstahl, quien como otros vanguardistas antepuso la posibilidad de realización de su pulsión creadora a cualquier otra consideración ética en un régimen caracterizado por la sustitución de la política por la estética. Sin embargo, y como nos recuerda el autor por boca de Henry James, “el poeta no puede pactar con la muerte”. Y cómo olvidar a Martin Bormann, autor a los 23 años del asesinato de un supuesto comunista infiltrado en la organización y posteriormente jefe de la Cancillería del Führer, puesto desde el que se dedicó a destruir a los enemigos de Hitler dentro del partido.

Otro asunto tratado en el libro es la facilidad con que los nacionalsocialistas fueron capaces de forjar coaliciones oportunistas no sólo con la extrema derecha, sino también con una parte de la alta burguesía alemana. Esto fue posible gracias a la labor de Göring, vínculo entre Hitler y los sectores adinerados de Berlín, y más tarde director del intervencionista Plan Cuatrienal. Esta táctica se desarrolla de forma paralela a la consolidación nazi en importantes segmentos de la clase obrera, trabajo llevado a cabo por Strasser, el honesto, que no inocente, dirigente de la izquierda nazi que acabaría asesinado a manos de la Gestapo en 1934; Robert Ley, responsable máximo del Frente Alemán del Trabajo y hacedor del paraíso de la sociedad sin clases nacionalsocialista; y el inteligentísimo Goebbels, quien animado por su dependencia mística de Hitler, asentó el movimiento nacionalsocialista en el norte de Alemania y fue el principal arquitecto del estado del bienestar nazi. De los jóvenes se encargó von Schirach, creador de las Escuelas Adolf Hitler, y antes de eso forjador de la resonante victoria del NSDAP en las elecciones universitarias berlinesas de 1931 (también creador de “uno de los más estremecedores poemas de amor de la era moderna, la Elegía de Marienbad”). El triunfo final de la estrategia de anulación de estos sectores como actores políticos evidencia el éxito del proyecto totalitario del nacionalsocialismo.

La explicación de Gallego propone para esta miopía de la sociedad alemana evoca algunas frases pronunciadas por Weber en 1895: “Una parte de la alta burguesía claramente anhela la llegada de un César que la proteja tanto de las masas que se alzan por abajo como de la amenaza de arriba, los impulsos socio-políticos que sospechan albergan las dinastías alemanas”. Y sobre los políticos sociales, “ese despreciable reblandecimiento filisteo de la sensibilidad (...) que cree que es posible reemplazar política por “ética”, y que de forma ingenua identifica ésta con optimistas esperanzas de felicidad”.  

Respecto al antisemitismo, la judeofobia de la mayoría de los miembros de la élite hitleriana se convierte en factor de identidad política y marco explicativo de los problemas sociales gracias a las síntesis patológicas de Julius Streicher, dirigente del NSDAP en la emblemática ciudad de Nuremberg, y Alfred Rosenberg, el manipulador del pensamiento vitalista de Nietzsche. Estas ideas se traducirían más tarde en una política pública eficazmente implementadas por Himmler, cuya mediocridad se vio más que compensada por el método. A este respecto, Gallego está próximo a las teorías intencionalistas del Holocausto, aunque sin obviar el oportunismo que a menudo guió la política antijudía nacionalsocialista. 

El libro se completa con una abundante bibliografía sobre el nacionalsocialismo que recoge tanto las investigaciones clásicas como las más recientes, y un índice alfabético. También se incluyen treinta fotografías, entre las que destacan las imágenes de los congresos nazis y los retratos de los protagonistas del libro. Una edición cuidada y a un precio más que ajustado dada la tendencia del mercado editorial español. 

No puedo concluir este comentario sin lamentar la falta de atención que el estudio de los sistemas políticos no democráticos sufre la universidad española. Especialmente alarmante es su desaparición de los planes de estudio de Ciencia Política y su marginalidad en la licenciatura de Historia. El magisterio del profesor Gallego en la Universidad Autónoma de Barcelona es un constante reproche a los que en aras de la “consolidación de la disciplina” han convertido los estudios políticos en una constante búsqueda de adjetivos que sólo acercan la democracia a aquello que no lo es. Pero como eso otro ni se enseña ni se estudia, corremos el riesgo de que esta combinación de ignorancia y agendas políticas acabe sepultando las bases liberales de la democracia en aras de un igualitarismo sentimentaloide y estetizante. Aunque sólo sea por esto, la obra de Ferran Gallego merece la atención de las nuevas promociones universitarias interesadas en repasar los capítulos más ominosos de la historia como vacuna ante un futuro incierto. Así sea. 

Gallego, Ferrán. Todos los hombres del Führer. La élite del nacionalsocialismo (1919-1945). Barcelona: Debate (2006)


Antonio Golmar es politólogo y miembro del Instituto Juan de Mariana.

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