Esta semana han coincidido las revistas Wired y Time en llevar a sus portadas esta nueva tendencia al reduccionismo. "El nuevo ateísmo", titula la primera; la segunda, "Ciencia versus religión".
Uno de estos personajes dedicado al empeño intelectual de demostrar los fundamentos físicos de la espiritualidad y, por ende, negar la espiritualidad misma es Dean Hamer, genetista del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos y autor de otras aproximaciones previas al genoma de lo intangible (La ciencia del deseo, por ejemplo).
En El gen de Dios, que ahora edita en español La Esfera de los Libros, realiza su aproximación más seria hasta la fecha en esta dirección.
Se trata de un ensayo científico y no de un libro de divulgación. Está, pues, escrito desde la experiencia subjetiva de un investigador embarcado en la aventura vital de encontrar el sustrato bioquímico a las experiencias trascendentes, emocionales o intelectuales que no son producto directo de nuestro mecanismo físico vital: el deseo, la ira, el placer, la emoción… y ahora la fe.
Hamer construye la primera parte del libro sobre la base de que la experiencia mística es una consecuencia de nuestra posición evolutiva en el mundo. A medio camino entre la herencia genética y el ambiente, la religiosidad, sea cual fuere su signo, está íntimamente emparejada con una suerte de procesos neuroquímicos, localizados principalmente en la actividad de ciertas monoaminas y en el trasiego de sustancias neuroreceptoras en el cerebro. Esto no es nada nuevo: de hecho, es la base de buena parte de las tradiciones místicas no religiosas avezadas en el uso de sustancias naturales psicotrópicas para generar estados alterados de conciencia.
Lo que supone una novedad en Hamer es su decidida apuesta por la dotación genética como factor provocador de tales experiencias. En concreto, el autor cree haber localizado en uno de los muchos polimorfismos del gen VMAT2 el origen de esta actividad espiritual. La variante a3305C de dicho gen tiene el "privilegio" de ser denominada por el autor "el gen de dios".
Valorar la pertinencia o no de estas investigaciones exigirá al lector estar al tanto de la literatura genética más actual, por lo que el libro no convencerá a nadie que no engrose ya las filas del nuevo ateísmo y servirá de poco para aquellos que quieran acercarse a la genética del comportamiento humano por primera vez.
De modo que no estamos, precisamente, ante un libro de divulgación, sino ante una pieza más del argumentario intelectual de la nueva y poderosa corriente materialista que ha llegado a las portadas de las revistas en Estados Unidos esta semana.
Cuestión aparte será la valoración de la pertinencia científica de estas investigaciones. Liderados por Richard Dawkins, esta nueva generación de ateos militantes ha decidido pasar a la acción. No se contentan con no creer en Dios, sino que han dado el salto a los medios para convencer al mundo de su "no existencia". ¿Pero puede realmente la ciencia probar la no existencia de todo lo que no existe? El debate está servido.