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EL ASEDIO DE CÁDIZ. LA ODISEA DE ESPAÑA

El "novelón" de Pérez-Reverte

La promoción editorial nos presenta esta voluminosa obra como "el novelón de Pérez-Reverte". Tal vez el adjetivo responda a su extensión material (setecientas veinticinco páginas), o a las numerosas tramas que por la misma discurren, paralelas, divergentes, tangentes y secantes, rozándose a veces y, como era de esperar, convergiendo todas ellas en un solo –y previsible– final.

La promoción editorial nos presenta esta voluminosa obra como "el novelón de Pérez-Reverte". Tal vez el adjetivo responda a su extensión material (setecientas veinticinco páginas), o a las numerosas tramas que por la misma discurren, paralelas, divergentes, tangentes y secantes, rozándose a veces y, como era de esperar, convergiendo todas ellas en un solo –y previsible– final.
Discurre la historia –las historias, debemos decir– durante el sitio y asedio de Cádiz, entre 1810 y finales de 1812. El argumento principal lo aporta la investigación de unos asesinatos en serie por un policía del antiguo régimen que se ve importunado por los novedosos y molestos derechos fundamentales de las Cortes de Cádiz, que ya no permiten interrogatorios como los detenidos y sospechosos merecen. Junto a ese argumento aparentemente principal hay varias tramas paralelas que no son menos importantes: las correrías por la costa andaluza de una nave corsaria cuyo capitán es un trasunto de Diego Alatristre y del mismísimo Ulises; el amor imposible entre el citado capitán corsario y la rica comerciante que deviene armadora de su balandra, las peripecias del meticuloso artillero francés responsable del bombardeo y las sombrías aventuras de un humilde y endurecido cazador furtivo que actúa de guerrillero por las salinas y caños cercanos a San Fernando...

Los personajes recuerdan a tantos otros del autor: el valeroso capitán al que nadie ha regalado nada y que no tiene más que su brazo y su arrojo (¿recuerdan ustedes la frase de Tony Montana en Scarface?); la dama de alta cuna y rendidos admiradores; el alguacil (policía en este caso) práctico, efectivo y un punto corrupto; el soldado meticuloso y cumplidor; el aventurero desesperado y nihilista que se sabe condenado a una muerte cercana que no rehúye; el petimetre más dado a galantear señoras que a pelearse el sustento...

Entre tanto personaje encontramos a la protagonista: la misma Cádiz. Cádiz, sí, con sus mares y sus vientos, es el hilo en el que se enhebran estos relatos. Su burguesía comercial, que une su declive al de la propia nación. Sus ciudadanos alegres y bullangueros. Sus tabernas, tablaos, bulliciosos cafés y aromáticas chocolaterías. Las estrechas callejuelas por las que rugen los vientos y se contonean hermosas mujeres. Y, cómo no, los políticos que la llenaron para dar a la nación española su primera Constitución.

A esta odisea española precipitada por los franceses asisten como invitados los pérfidos y taimados ingleses, que, fingiendo su papel de aliados, se aprestan a arrojarse sobre los despojos de esa nación que luchaba heroicamente por sí misma en la persona de un rey indigno.

Pérez-Reverte ama el mar y vierte su pasión en una ciudad marinera, la Puerta del Mundo, un barco de tierra aproado al Atlántico. Y con esta excusa nos ofrece una novela agradable, entretenida. No diré magistral ni definitiva porque no creo que lo sea y porque el autor tampoco lo pretende. Lamento decir que esta obra sólo me ha parecido distraída, amena. Si es un novelón, será sólo por el tamaño. Tiene el tirón de la prosa desenvuelta, descarada y distante de Pérez-Reverte y el atractivo de sus enormes conocimientos históricos y técnicos sobre las guerras napoleónicas.

Aunque hará pasar buenos ratos al que la lea, tal vez sean demasiadas las ilusiones puestas en el "novelón", y tal vez el autor ni las quiera ni las desee. Él sólo querría escribir historias de aventuras y hacérnoslas entretenidas; como un Salgari, como un Dumas o como un O'Brian... Y, en mi opinión, todo esto lo logra, como creo que su editorial consigue a la vez una provechosa operación comercial con la venta masiva de un "novelón".

Entre nosotros: tal vez sea porque uno se crea menos expectativas, pero disfruto más a Pérez Reverte en sus folletines y simples novelas que en sus novelones.

Sugiero a quien quiera prolongar y aprovechar bien esta obra no deje de leer El húsar, del mismo autor, para contrastar cómo, pasados veintiséis años, evoluciona la narración de "la maldita guerra de España"; Capitán de mar y guerra o La patente de corso, de Patrick O'Brian (Edhasa), para disfrutar a fondo las aventuras de una nave corsaria; y El Cádiz de las Cortes (Sílex) para conocer con detalle la ciudad y sus circunstancias en la época de este relato.


ARTURO PÉREZ-REVERTE: EL ASEDIO. Alfaguara (Madrid), 2010., 725 páginas.

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