
Ayaan Hirsi Ali nació en Somalia y musulmana. Cliteridectomizada en Kenia, al llegar a la edad púber. En la Holanda inmemorialmente tolerante, logró ser una mujer libre. Theo van Gogh pagó con su vida el haber filmado su lucha contra la opresión de las mujeres musulmanas. Ayaan Hirsi Ali, diputada liberal del Parlamento holandés, sigue amenazada de muerte: cualquier buen musulmán tiene el derecho (¿o el deber?) de asesinarla. Estuvo el mes pasado en Madrid. Para presentar este libro, de título sencillo e irrevocable: Yo acuso. Que es una demoledora denuncia de nuestras complacidas sociedades multiculturales:
"Mi crítica a la fe y la cultura islámica se percibe como 'dura', 'ofensiva' e 'hiriente'. Pero la oposición de los relativistas culturales es, de hecho, más dura, más ofensiva y más hiriente si cabe. Se sienten superiores, y en un proceso de diálogo tratan a los musulmanes no como sus iguales sino como el 'otro' que debe ser respetado. Y piensan que debe evitarse la crítica al Islam, porque temen que los musulmanes se ofendan y recurran a la violencia. En tanto verdaderos liberales, nos abandonan a los musulmanes que hemos atendido la llamada de nuestro espíritu cívico, a nuestra suerte. He corrido un riesgo enorme al prestar oído al ruego de la reflexión y participación en el debate abierto que se generó en Occidente tras los atentados del 11 de septiembre. ¿Y qué dicen los relativistas culturales? Que debería haberlo hecho de otra manera".
El libro recopila textos de origen y forma muy diversos: conferencia, ensayo, entrevista, guión televisivo… Y, a través de ellos, mantiene una blindada coherencia interna: la de una batalla que es quizá, hoy, la más sociológicamente prioritaria del mundo en los inicios siglo XXI: la liberación de la última bolsa masiva de esclavitud, la de la mujer musulmana. Una esclavitud de dimensión demográfica colosal y ante la cual todos los organismos internacionales siguen empecinados en ser ciegos. No, no ciegos, cómplices activos: desde las Naciones Unidas hasta las miserables ONG empeñadas en defender un "derecho a la diferencia" que es, en sentido estricto, el derecho a sufrir una servidumbre abominable, una servidumbre en la cual están en juego libertad, dolor y muerte, puesto que la mujer no es sujeto de pleno derecho en tan "distintas" sociedades. Y su vida no vale mucho más de lo que vale la de una bestia.

La cliteridectomía, sí. Esa terrible práctica de la cual la autora fuera víctima en su infancia y que describe en páginas difícilmente soportables:

Pero también la cínica "tolerancia" occidental, el despliegue de retóricas de doble moral que eluden confrontarse con lo inadmisible:
"Para aquellas chicas de determinadas familias que ejercían controles rigurosos, en Occidente existe –también en Holanda– la posibilidad de restaurar la virginidad, una práctica hasta hace poco cubierta por la Seguridad Social: si perteneces a una cultura en la que se práctica la ablación y has tenido relaciones antes de tu boda, entonces te haces suturar de nuevo a demanda del hombre; si eres una mujer somalí en Europa, te renuevas las suturas vaginales con el ginecólogo sudanés que ejerce en Italia; si eres sudanesa, entonces acudes al médico somalí en Italia. Las direcciones son conocidas…"
Un llamamiento casi desesperado atraviesa las páginas de este Yo acusso. No va dirigido a los varones musulmanes. La autora sabe demasiado bien que eso sería tiempo perdido. Nos interpela a nosotros, ciudadanos de la tierra de acogida de millones de estas mujeres explotadas y amputadas. "¡Permitidnos tener nuestro Voltaire!". No hagáis de la Ilustración una apropiación privada de vuestro autosatisfecho racismo: ése al cual dais nombre de multiculturalidad.
Pocos libros recientes pueden decirse imprescindibles. El de Ayaan Hirsi Ali debiera ser texto de lectura obligada en las escuelas europeas. Que nuestras hijas sepan, al menos, el horror del cual ellas se han librado; el horror que sigue vivo, no ya en lejanos horizontes africanos; a apenas tres o cuatro estaciones de metro.
Ayaan Hirsi Ali: Yo acuso. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2006; 196 páginas.
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