Pero, lo dicho, los estereotipos dejaron de tener efecto a comienzos del XX: ya castillos, cadenas, bosques, aullidos y vampiros literarios habían perdido gran parte de su fuerza aterradora.
En Estados Unidos apareció el nuevo estilo que iba dominar casi toda la centuria, que mezclaba el terror con la fantasía, con mundos perdidos y profundos que, desconocidos por los plácidos protagonistas, irrumpían con violencia en su pacífica existencia. Arthur Machen, Lord Dunsany y Algernon Blackwood resucitaron así el miedo a lo desconocido, a lo que acecha desde tiempos inmemoriales. Y revistas como Weird Tales dieron cabida a esos nuevos temas y autores; entre ellos, a Howard Phillips Lovecraft.
Lovecraft nació en Providence, Rhode Island, en 1890, y murió a los cuarenta y siete años. Quedó huérfano de padre a los ocho. Pegado a las faldas de su madre, de sus tías y de sus hermanas, fue un niño retraído, solitario, enfermizo, soñador, lector compulsivo, que apenas tuvo amistades. Escribió su primer cuento con quince años, y se afilió a la United Amateur Press Association. Weird Tales le compró el relato "Dagon" en 1917, y a partir de entonces se dedicó a escribir. Lovecraft pasó de la influencia de Poe a acogerse al mundo onírico dunsaniano, rebosante de religiones arcaicas y mitologías inventadas.
Sin embargo, la muerte de su madre, en 1921, le generó la necesidad de cambiar, de abrirse al mundo. Las nuevas lecturas y amistades, sobre todo por carta, le condujeron a su fase madura, a la etapa en que construyó los Mitos de Cthulhu, como indicó Rafael Llopis en la introducción que escribió en 1969 a la obra del mismo título. De esta manera, creó el llamado "horror cósmico". Lovecraft fue capaz, y he aquí su importancia, de construir una cosmogonía propia, plagada de libros antiguos como el Necronomicon, del árabe loco Abdul Alhazred, de cultos ancestrales, ciudades escondidas y seres del espacio exterior, que sedujo a muchos lectores y autores. August Derleth, uno de sus discípulos, que a su muerte se ocupó de rescatar su obra, aseguraba que su maestro, un ateo convencido, había leído a los teósofos de madame Blavastky, en concreto la Antropogénesis, y que, sin creer en ello, le había parecido una buena inspiración para los Mitos.
La publicación, en 1926, de La llamada de Cthulhu, quizá su mejor relato corto, le puso al frente de un grupo, el llamado Círculo de Lovecraft, en el que estuvieron escritores como Robert Bloch, Henry Kuttner, Robert E. Howard –uno de los grandes cuentistas del siglo XX– o Clark Asthon Smith. Entre todos hicieron los Mitos de Cthulhu, cuya exposición más clara se encuentra en una de las dos novelas que Lovecraft escribió; me refiero a En las montañas de la locura, de 1931.
Lovecraft quiso continuar la inquietante obra de E. A. Poe La narración de Arthur Gordon Pym, de 1838, lo que encajaba con su idea de los mitos: la existencia de testimonios sobre seres ajenos a la razón humana, a la Tierra misma, que iban a irrumpir dramáticamente en la vida del hombre. El escenario es el mismo, la Antártida, y los protagonistas son los miembros de una expedición científica de geólogos enviada por la imaginaria Universidad de Miskatonic.
La novela adquiere la forma de un libro de viajes, como el de Poe, lo que permite al lector seguir la evolución de los emociones y de los acontecimientos.
La historia es muy cinematográfica, visual y emocionante, narrada con gran ritmo por un profesional del pulp. La editorial Los Libros del Zorro Rojo ha tenido el acierto de editar este libro con las ilustraciones de Enrique Breccia. El carácter ilustrado es una seña de identidad de la casa, que atesora publicaciones como La condesa sangrienta, de Pizarnik, iluminada por Caruso, o el antes referido libro de Poe con dibujos de Scafati.
En el relato de Lovecraft, una parte de la expedición encuentra catorce seres no terrestres, congelados, alados y con una cabeza estrellada y tentáculos. Este descubrimiento no es tan apacible como pudiera parecer. La escena en que los perros entienden el peligro, y que anuncia la tragedia, es propia de un maestro del género de terror. Luego, la otra parte de la expedición llega al campamento, donde se topa con los cadáveres, y para encontrar respuestas emprende un viaje más allá de las montañas, a las montañas de la locura. Allí halla la ciudad y la historia de esos seres extraños llamados Antiguos, y de la "fabulosa prole prehumana de Cthulhu", que habitaron la Tierra y que crearon la vida en ella. La descripción detallada que Lovecraft hace en el capítulo VII facilita toda interpretación posterior sobre los Mitos.
En las montañas de la locura es una obra relevante porque muestra el giro que da el género de terror a comienzos del siglo XX, ya que su influencia, la del horror cósmico, llega hasta el día de hoy. Las razones son múltiples. En cuanto al estilo, Lovecraft termina de romper con el gótico y romántico, abriendo nuevos caminos para la ficción especulativa. Incluye en sus relatos personajes distintos, basados en mitologías inventadas que se convierten en el eje de una realidad paralela, lo que acabaría siendo determinante para el género fantástico. Actualiza a Poe, haciendo que sus relatos transcurran no en castillos o aldeas medievales, sino en el presente, en escenarios de su tiempo, lo que permite al lector sumergirse con más facilidad en la historia e identificarse con los protagonistas. Además, prefería situar la acción en aquellos lugares de ascendencia europea, como Washington Irving en La leyenda de Sleepy Hollow (1820); en su caso Providence, Nueva Inglaterra, que es el escenario de otra de sus novelas, El caso de Charles Dexter Ward (1928). Por último, Lovecraft puso de moda el creacionismo como alternativa a la teoría de la evolución, lo que daría mucho juego al género de la ficción científica.
En definitiva, un buen libro, en una extraordinaria edición, para el que guste de este otro tipo de literatura, que necesita un verdadero reconocimiento.
H. P. LOVECRAFT: EN LAS MONTAÑAS DE LA LOCURA. Los Libros del Zorro Rojo (Barcelona), 2010, 160 páginas. Ilustraciones de Enrique Breccia. Traducción de Patricia Wilson.
En Estados Unidos apareció el nuevo estilo que iba dominar casi toda la centuria, que mezclaba el terror con la fantasía, con mundos perdidos y profundos que, desconocidos por los plácidos protagonistas, irrumpían con violencia en su pacífica existencia. Arthur Machen, Lord Dunsany y Algernon Blackwood resucitaron así el miedo a lo desconocido, a lo que acecha desde tiempos inmemoriales. Y revistas como Weird Tales dieron cabida a esos nuevos temas y autores; entre ellos, a Howard Phillips Lovecraft.
Lovecraft nació en Providence, Rhode Island, en 1890, y murió a los cuarenta y siete años. Quedó huérfano de padre a los ocho. Pegado a las faldas de su madre, de sus tías y de sus hermanas, fue un niño retraído, solitario, enfermizo, soñador, lector compulsivo, que apenas tuvo amistades. Escribió su primer cuento con quince años, y se afilió a la United Amateur Press Association. Weird Tales le compró el relato "Dagon" en 1917, y a partir de entonces se dedicó a escribir. Lovecraft pasó de la influencia de Poe a acogerse al mundo onírico dunsaniano, rebosante de religiones arcaicas y mitologías inventadas.
Sin embargo, la muerte de su madre, en 1921, le generó la necesidad de cambiar, de abrirse al mundo. Las nuevas lecturas y amistades, sobre todo por carta, le condujeron a su fase madura, a la etapa en que construyó los Mitos de Cthulhu, como indicó Rafael Llopis en la introducción que escribió en 1969 a la obra del mismo título. De esta manera, creó el llamado "horror cósmico". Lovecraft fue capaz, y he aquí su importancia, de construir una cosmogonía propia, plagada de libros antiguos como el Necronomicon, del árabe loco Abdul Alhazred, de cultos ancestrales, ciudades escondidas y seres del espacio exterior, que sedujo a muchos lectores y autores. August Derleth, uno de sus discípulos, que a su muerte se ocupó de rescatar su obra, aseguraba que su maestro, un ateo convencido, había leído a los teósofos de madame Blavastky, en concreto la Antropogénesis, y que, sin creer en ello, le había parecido una buena inspiración para los Mitos.
La publicación, en 1926, de La llamada de Cthulhu, quizá su mejor relato corto, le puso al frente de un grupo, el llamado Círculo de Lovecraft, en el que estuvieron escritores como Robert Bloch, Henry Kuttner, Robert E. Howard –uno de los grandes cuentistas del siglo XX– o Clark Asthon Smith. Entre todos hicieron los Mitos de Cthulhu, cuya exposición más clara se encuentra en una de las dos novelas que Lovecraft escribió; me refiero a En las montañas de la locura, de 1931.
Lovecraft quiso continuar la inquietante obra de E. A. Poe La narración de Arthur Gordon Pym, de 1838, lo que encajaba con su idea de los mitos: la existencia de testimonios sobre seres ajenos a la razón humana, a la Tierra misma, que iban a irrumpir dramáticamente en la vida del hombre. El escenario es el mismo, la Antártida, y los protagonistas son los miembros de una expedición científica de geólogos enviada por la imaginaria Universidad de Miskatonic.
La novela adquiere la forma de un libro de viajes, como el de Poe, lo que permite al lector seguir la evolución de los emociones y de los acontecimientos.
La historia es muy cinematográfica, visual y emocionante, narrada con gran ritmo por un profesional del pulp. La editorial Los Libros del Zorro Rojo ha tenido el acierto de editar este libro con las ilustraciones de Enrique Breccia. El carácter ilustrado es una seña de identidad de la casa, que atesora publicaciones como La condesa sangrienta, de Pizarnik, iluminada por Caruso, o el antes referido libro de Poe con dibujos de Scafati.
En el relato de Lovecraft, una parte de la expedición encuentra catorce seres no terrestres, congelados, alados y con una cabeza estrellada y tentáculos. Este descubrimiento no es tan apacible como pudiera parecer. La escena en que los perros entienden el peligro, y que anuncia la tragedia, es propia de un maestro del género de terror. Luego, la otra parte de la expedición llega al campamento, donde se topa con los cadáveres, y para encontrar respuestas emprende un viaje más allá de las montañas, a las montañas de la locura. Allí halla la ciudad y la historia de esos seres extraños llamados Antiguos, y de la "fabulosa prole prehumana de Cthulhu", que habitaron la Tierra y que crearon la vida en ella. La descripción detallada que Lovecraft hace en el capítulo VII facilita toda interpretación posterior sobre los Mitos.
En las montañas de la locura es una obra relevante porque muestra el giro que da el género de terror a comienzos del siglo XX, ya que su influencia, la del horror cósmico, llega hasta el día de hoy. Las razones son múltiples. En cuanto al estilo, Lovecraft termina de romper con el gótico y romántico, abriendo nuevos caminos para la ficción especulativa. Incluye en sus relatos personajes distintos, basados en mitologías inventadas que se convierten en el eje de una realidad paralela, lo que acabaría siendo determinante para el género fantástico. Actualiza a Poe, haciendo que sus relatos transcurran no en castillos o aldeas medievales, sino en el presente, en escenarios de su tiempo, lo que permite al lector sumergirse con más facilidad en la historia e identificarse con los protagonistas. Además, prefería situar la acción en aquellos lugares de ascendencia europea, como Washington Irving en La leyenda de Sleepy Hollow (1820); en su caso Providence, Nueva Inglaterra, que es el escenario de otra de sus novelas, El caso de Charles Dexter Ward (1928). Por último, Lovecraft puso de moda el creacionismo como alternativa a la teoría de la evolución, lo que daría mucho juego al género de la ficción científica.
En definitiva, un buen libro, en una extraordinaria edición, para el que guste de este otro tipo de literatura, que necesita un verdadero reconocimiento.
H. P. LOVECRAFT: EN LAS MONTAÑAS DE LA LOCURA. Los Libros del Zorro Rojo (Barcelona), 2010, 160 páginas. Ilustraciones de Enrique Breccia. Traducción de Patricia Wilson.