Menú
VUELVE EL CLÁSICO DE CHESTERTON

El hombre que fue Jueves

En el Londres eduardiano, una liga de individuos, quizá extraordinarios, quizá confusos, lucha por mantener el orden frente al caos. Pero antes tiene que descubrir quién es el extraño hombre contra el que lucha, y si realmente tiene capacidad para sumir al mundo en la anarquía.


	En el Londres eduardiano, una liga de individuos, quizá extraordinarios, quizá confusos, lucha por mantener el orden frente al caos. Pero antes tiene que descubrir quién es el extraño hombre contra el que lucha, y si realmente tiene capacidad para sumir al mundo en la anarquía.

El hombre que fue Jueves empieza como un relato de policías y ladrones. Tras el primer encuentro del protagonista con el grupo anarquista, la narración se vuelve más onírica, y da paso a una serie de interrogantes que desembocan en el final surreal, donde los sujetos dan paso a los símbolos, los acertijos, las reflexiones... bajo la batuta de un Chesterton tan presente que hasta engrosa la lista de personajes. Lo que comienza siendo un misterio de detectives y sociedades secretas termina convirtiéndose en un rompecabezas metafísico.

Al leer estas páginas, el lector recordará inevitablemente alguna de Bioy o, mejor, de Borges: esos mundos que parecen el nuestro pero que contemplan observadores infinitamente más precisos que nosotros. "Vivimos en un mundo crepuscular que no sabemos dónde termina", escribió nuestro hombre en otro lugar; "puede haber una zona fronteriza, un mundo que esté más allá del que conocemos, pero del que sólo percibimos vislumbres cuando nos llegan".

Gracias a una imaginería y un sentido del humor singulares, el Chesterton de El hombre que fue Jueves acaba siendo un cruce entre P. G. Wodehouse y Lewis Carroll. Habrá que destacar sus divertidos ataques reaccionarios contra el vegetarianismo, el materialismo, el nihilismo y el animalismo; aquí va un ejemplo:

(...) murió mártir de la fe que tenía en una mezcla higiénica de la cal y del agua, como sustitutivo de la leche, bebida que consideraba como propia de bárbaros, por la crueldad que supone para con las vacas. La crueldad y cuanto de cerca o de lejos se le pareciera lo ponían fuera de sí.

A estos valores destructivos Chesterton opone el sentido del honor, el compromiso y la responsabilidad, que impiden a los personajes traicionar incluso a sus enemigos más abyectos; en su lugar, plantean una lucha noble y difícil. Gabriel Syme, protagonista de la historia, estuvo rodeado desde la infancia por "todas las formas de la revolución", y acaba revolucionando "en nombre de lo único que le quedaba: la cordura". No es de extrañar que acabe reclutado por un misterioso hombre cuyo objetivo es combatir un movimiento anarquista que parece más peligroso que el típico "puñado de locos que combinan el intelectualismo con la ignorancia".

Con maestría, Chesterton nos lleva a hacernos pequeñas preguntas relacionadas con la trama... que dan lugar a preguntas de mucho mayor calado... para, en última instancia, hacernos dudar de todos los implicados en aquélla. Estamos ante un libro que, realmente, es un viaje, como lo son todos los grandes del género de misterio.

Esta nueva edición, de diseño excelente, incluye un brillante prólogo de Felipe Benítez Reyes. Desafortunadamente, la traducción elegida es la de Alfonso Reyes, de principios del siglo pasado: a pesar de la buena reputación del mexicano, es rígida y confusa hasta tal punto, que entorpece la lectura. "Sí, necesitamos la palabra lusch [sic], que quiere decir 'jugoso, lozano, fácil de arar' y que, como usted sabe, se aplica al pasto". Aparte de la falta de ortografía, ¿no hubiera resultado mejor una nota al pie? Vemos demasiados tiempos verbales mal elegidos ("Espero que se disipará esa nube") y unos diálogos apergaminados, que contrastan con el ingenio y la agilidad del original. La prosa que Orson Welles calificó de "desvergonzadamente bella" se convierte aquí en un conglomerado un tanto ortopédico. Y no es que carezcamos de buenos traductores de Chesterton en España: Ana Nuño, Mariano Vázquez Alonso o María Raquel Bengolea han demostrado con creces ser capaces de mantener el espíritu de los textos de un autor cuyo estilo, ciertamente, no encaja con naturalidad en nuestro idioma.

No quiere decir esto que el estropicio sea completo. El lector que se acerque a esta edición disfrutará, y mucho, gracias a un ritmo y un equilibrio perfectos. Simplemente, sabrá a quién atribuir los errores que encuentre.

 

G. K. CHESTERTON: EL HOMBRE QUE FUE JUEVES. Renacimiento (Sevilla), 2010, 248 páginas. Prólogo de Felipe Benítez Reyes. Traducción: Alfonso Reyes.

0
comentarios