Cualquier telescopio asentado en tierra debe contar con el grado de incorrección que arroja el velo atmosférico al desviar la luz procedente del Universo. De esta suerte, la astronomía ha sido, en parte, un ejercicio de deducción, de sabia imaginación.
Pero con el lanzamiento de los primeros telescopios espaciales, capaces de salir en órbita terrestre fuera del influjo de la atmósfera, se nos reveló una ciencia astronómica de inesperado realismo. De repente, los planetas más cercanos aparecían como marmóreas esferas de color intenso, con volumen, con cuerpo. Las estrellas desplegaron un abanico de colores casi mágico, y las distantes galaxias, antaño sólo representadas como borrones informes, eran ahora una esplendorosa fotografía tridimensional.
El refinamiento de los sistemas de detección de espectros invisibles (rayos gamma, infrarrojos, X…) y el añadido de las técnicas de retoque digital de imágenes han supuesto, más recientemente, un nuevo salto en la ciencia astronómica, capaz de competir ahora en belleza con los mejores documentales de naturaleza o con los reportajes más atractivos de fotógrafos de moda.
Este nuevo Universo, sorprendente y bello, es el protagonista del libro que les propongo esta semana. Se trata de un recorrido visual por la cara más espectacular del Cosmos acompañado de un texto de alto calado científico. Desde la violencia de los fenómenos más energéticos a la apacible contemplación de mundos helados, el autor traza una historia cuyo guión es el habitual en estas lides divulgativas (el origen de todo, el nacimiento y muerte de las estrellas, el futuro del Cosmos, los agujeros negros y otras entradas típicas) y cuyo aspecto es asombrosamente feliz, gracias al lujoso trabajo de edición fotográfica.
Si le gusta contemplar la estrellas en una noche oscura de verano… este libro le transportará a la cara más cercana de la bóveda celeste