La llegada al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no ha venido seguida por un ejercicio de diálogo y moderación, es decir, por eso que su aparato de propaganda se ocupó de etiquetar como "talante". Por el contrario, ha constituido, en no escasa medida, una exageración irresponsable o una irresponsabilidad exagerada. Sin demanda social –curioso término que algunas fuerzas políticas suelen utilizar generalmente para justificar lo que interesa a muy poca gente y rechazar lo que piden millones–, Rodríguez Zapatero se ha embarcado en un proyecto político que ofende y daña innecesariamente a los sectores más necesitados de esta sociedad. Ya sean las víctimas del terrorismo, ya sean las familias, ya sean los alumnos económicamente más desfavorecidos, Rodríguez Zapatero ha mostrado una clara voluntad de legislar y actuar no sólo de espaldas a ellos sino en contra de ellos.
Sin embargo, no todo ha sido malo ni todas las consecuencias de ese ejercicio del poder han sido negativas. Por el contrario, hay que señalar que la respuesta frente a esa manera de gobernar –que los clásicos hubieran calificado de forma que podría resultar casi objeto de querella en nuestros días– ha venido articulada no tanto en torno a los partidos políticos, sino más bien a partir de entidades ciudadanas sin color político pero con marcada inquietud social.
Gracias a Rodríguez Zapatero, esos padres de familia españoles que como mucho se desplazan a hablar con los profesores de sus hijos, esas señoras que apenas salen de casa, esos adolescentes que salen pero que lo hacen generalmente por motivos lúdicos, esos clérigos un tanto circunscritos a sus parroquias, todos ellos –y más– han salido a la calle. Lo han hecho de manera ejemplar, sin ruidos ni alharacas, sin llamar "asesinos" a los miembros del Gobierno o a los congresistas, sin insultar ni quemar papeleras, sin pedir dinero para ellos o sus organizaciones. Lo han hecho en defensa de la familia, en defensa del tejido social, en defensa de la libertad, en defensa de España y en defensa, last but not least, del futuro de sus hijos. Quizá por eso, el año 2005 pasará a la Historia como el año que salimos a la calle.
En esa tarea de adquirir una conciencia social, de movilizar a estratos de la población que, por regla general, no han acudido nunca a una manifestación; de aglutinar a asociaciones independientes y no partidistas; de alzar la bandera del interés social por delante de otras banderas bien distintas, le corresponde un lugar de honor al Foro de la Familia.
Los amigos de descalificar mediante el uso de la mentira han afirmado que el Foro de la Familia es de extrema derecha, el clericalismo, la burguesía y sus intereses, los cuatro gatos reaccionarios y otras lindezas similares. Se trata de afirmaciones que no tienen el menor punto de contacto con la realidad. El Foro de la Familia no está adscrito a un partido, ni a un sindicato, ni a una ONG ni a una confesión religiosa. Agrupa en realidad a la célula básica de la sociedad, a millones de familias, y ha buscado defender a esa familia de ofensivas como la que ha significado la reforma de la ley que ha impulsado el gabinete que preside Rodríguez Zapatero. Su base social es infinitamente mayor que la del lobby al que tanto le gusta agradar al presidente del Gobierno. Baste considerar que mientras que la ley de matrimonios homosexuales ha sido utilizada por una treintena raspada de parejas –¡una ley para menos de un centenar de personas!–, el Foro de la Familia agrupa a millones de personas.
[Este libro] es una crónica viva, humana y palpitante de cómo el Foro fue dando cauce a un sentir social mayoritario, el que desea defender esa base indispensable de nuestra sociedad que es la familia. Se trata de un relato donde los personajes anónimos –sí, anónimos– aparecen de verdad como sujetos de la Historia. A ellos se debe la recogida de firmas, el nacimiento de ideas sugestivas, la organización de una manifestación. Son también ellos los que encajan sin compensación alguna (salvo la del deber cumplido) las presiones y las calumnias. Precisamente por todo eso, el título de esta obra difícilmente podría ser más ajustado. Y es que esa manifestación alegre, consciente, pacífica y atrevida fue el fruto de dos millones de personas que paseaban por un cálido Madrid y de no menos millones que lo hicieron posible.
Personalmente, estoy convencido de que las exageraciones políticas de Rodríguez Zapatero no pueden prevalecer en una sociedad madura y sensata. En realidad, son totalmente incompatibles con ella. Cuando eso suceda, algún día, que deseamos no muy lejano, podremos decir con legítimo orgullo a nuestros hijos que estuvimos allí, en esas manifestaciones que defendían la familia frente a las acciones de un Gobierno tan inmaduro como para atacarla, o que amparaban a las víctimas del terrorismo contra los actos de un Gobierno tan incalificable como para considerarlas como moneda de cambio en los tratos con una banda de asesinos. Es posible que entonces nuestros hijos nos pregunten cómo logramos que se impusieran la libertad, la justicia y el sentido común. Podremos comenzar diciendo que gracias al esfuerzo de entidades como el Foro de la Familia y de los millones de personas integradas en él; podremos continuar diciendo que porque nos guiaba la Verdad, y, como enseñó Jesús, la Verdad nos hace libres, y podremos concluir con las palabras de Sófocles, aquellas que afirman que, porque creíamos en la Verdad, fuimos valientes y, a pesar de todo, no nos desmoronamos.
(...) Adéntrense en este libro y descubran cómo un día España comenzó a reencontrarse a sí misma, entre otras cosas, saliendo a la calle en defensa de la familia.