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'BAJO LAS ALFOMBRAS DEL CONGRESO'

Crónica imprescindible de unos años para olvidar

La crónica parlamentaria arrastra muy mala fama por culpa de sus autores, que, además de pésimos escritores y progres de solemnidad, suelen ser unos redomados pelotas que se tiran al suelo como alfombras según ven que se acerca el político de turno con su traje de alpaca, su iPhone en la mano y su sonrisa ovejuna.  


	La crónica parlamentaria arrastra muy mala fama por culpa de sus autores, que, además de pésimos escritores y progres de solemnidad, suelen ser unos redomados pelotas que se tiran al suelo como alfombras según ven que se acerca el político de turno con su traje de alpaca, su iPhone en la mano y su sonrisa ovejuna.  

Pues bien, en este género maldito, del que la mayor parte de los lectores pasa olímpicamente, porque sabe de antemano lo que se va a encontrar, de vez en cuando aparece un diamante un bruto. Un diamante en bruto como Ketty Garat.

Ketty es de esas personas que nacieron para ser periodistas, es decir, de las que no podrían haber sido ninguna otra cosa en la vida. Atesora todos los elementos indispensables que un buen plumilla de esos que llaman "de raza" debe llevar de serie. Es inquisitiva hasta extremos intolerables, nunca se da por vencida y tiene la bendita afición de fijarse en los detalles, que donde siempre habita la genuina noticia.

Y el Congreso, nuestro Congreso de los Diputados, es un mar de secretillos de todos los colores. Ketty da buena cuenta de un puñado de ellos, algunos inimaginables para el ciudadano de a pie, que sigue mirando desde fuera el palacio de las Cortes como si fuese un lugar serio poblado por gente responsable. Evidentemente, no lo es. Pero Ketty, a diferencia de un servidor, es optimista con la política y con los políticos. Con el tiempo ha aprendido a quererlos y hasta los entiende, quizá porque la cercanía hace que la contundencia de lo humano termine por imponerse.

Quien quiera encontrar un análisis político de trescientas y pico páginas en esta crónica a pie de escaño se llevará una desilusión. Ketty no se pone el traje de analista, sino el de cronista, oficio, por lo demás, mucho más digno e infinitamente más interesante. Como los periodistas míticos de la prensa americana, a Ketty lo que le gusta es contar historias, y este libro es una gran historia perfectamente hilvanada de una legislatura para olvidar. Una legislatura infausta que nos dejó baldados y que Ketty vivió en uno de los centros neurálgicos del país.

Esta intrahistoria parlamentaria de un periodo convulso, sacudido por la peor crisis de que tengamos recuerdo, es chocante al principio pero luego, conforme se avanza página a página, atrapa al lector como la tela de una tarántula. Creo que no me excedo con el símil animal, porque si algo abunda en el Congreso son las tarántulas, tontas, eso sí, y con mala puntería para propinar el picotazo. Bajo las alfombras del Congreso descubre al lector un mundillo inesperado que, a diferencia de lo que se pueda pensar, es más propio de Bienvenido Mister Marshall que de Los Borgia.

La Carrera de San Jerónimo es una suerte de parque temático de la política, una "opereta" –dice Ketty– en la que cada uno interpreta el papel que le ha tocado por decisión del partido. Porque, nos guste o no, y aunque la administración esté muy descentralizada, en el Congreso rompe todo, es donde se corta y se vende el bacalao.

La peculiaridad de esta crónica es, aparte de la autora en sí misma, que se cuenta todo sin caer en la adulación o en la ira. Y cuidado que el momento invitaba a todo tipo de excesos. Pero no, Ketty los esquiva sabiamente. Y eso que esta neófita no podía haber recibido su bautismo parlamentario en peor momento.

El zapaterismo, ese régimen a caballo entre la idiotez y la maldad, se va descomponiendo poco a poco, conforme avanza el libro, hasta quedar hecho jirones durante el verano de 2011. La autora, micro y pluma en mano, se limita a contemplar el espectáculo desde la platea para luego contarlo de un modo muy ágil y desenfadado, en la tradición de los mejores cronistas, aquellos a quienes contar historias les apasiona. Un debut aprobado con nota que, espero, se convierta en la primera parte de un serial parlamentario para las próximas cinco o seis legislaturas.

 

KETTY GARAT: BAJO LAS ALFOMBRAS DEL CONGRESO. Planeta. 367 páginas. 2012

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