Los libros de historia dan cuenta de las decisiones de política en relación con la evolución del desempeño económico, del juego de presiones entre distintos sectores, de las ideas dominantes un momento dado o de las que mantienen quienes tienen que adoptar una medida u otra. Mariano Guindal no ha desatendido ninguno de esos elementos en este relato de la economía de los últimos cuarenta años. Un relato trabado de historias puramente personales, de lealtades, compromisos, luchas, incomprensiones, traiciones y ambiciones desbordantes.
Es más, si algo destaca del libro de Mariano Guindal es que en ocasiones se lee como un guión de cine, porque está compuesto por numerosas conversaciones, escritas (o reescritas) en un estilo muy creíble y que hace que este volumen, de medio millar de páginas, se lea con gran interés y facilidad. Este periodista ha hablado con todo el mundo, o casi todo el mundo. Y se conoce los entresijos de la política porque los ha rastreado durante décadas.
En El declive de los dioses tenemos la pregunta que le costó al Estado 800.000 millones de pesetas. La alegre celebración de José María Ruiz Mateos tras conocer la noticia de la expropiación. El decreto, firmado por el ministro del Interior Rodolfo Martín Villa, de disolución de la Guardia Civil. Cómo la CEOE puso su organización y no pocos medios al servicio de la candidatura de la UGT en unas elecciones sindicales. O el modo en que Osama ben Laden se convirtió en empleado de Iberia.
El relato de Guindal comienza con los conflictos de los últimos años del franquismo, que se exacerbaron tras la muerte del dictador. Un cambio así excita las esperanzas y los deseos de nuevos cambios. Los conflictos sociales y económicos se complicaron por la crisis económica, y todo ello mientras se construía una democracia desde las mismas instituciones del franquismo. Guindal da cuenta de cómo, durante los gobiernos de Suárez y Calvo Sotelo, la UCD intentó expiar su pecado original realizando una política más de izquierdas.
Y eso que la UCD era el partido de los empresarios. Literalmente. "Algunos cálculos indican que por la CEOE se canalizaron cerca de 5.000 millones de pesetas (30 millones de euros) hacia la UCD, procedentes en su mayor parte de la banca o de sus empresas participadas, que se contabilizaron como créditos, que no fueron devueltos en su mayor parte", dice Guindal en un pasaje. Pero pone como ejemplo de la actitud de los centristas el Acuerdo Nacional de Empleo de 1981. Entonces, Calvo Sotelo engañó a los empresarios haciéndoles firmar un acuerdo con los sindicatos sin decirles que él había pactado con ellos otras cláusulas que les daban más poder. "A partir de ese momento, la suerte de UCD estaba echada".
El derrumbe de la UCD llevó a la patronal (cuya historia aparece destacada gracias a las numerosas conversaciones de José María Cuevas con el autor) a tener que vérselas con un PSOE en el poder del que desconfiaba más que otra cosa. Cuál no sería la sorpresa de Ferrer Salat cuando se reunió con Felipe González, Alfonso Guerra y Miguel Boyer y éste le pidió que los empresarios fueran duros con el Gobierno para facilitarle políticamente las medidas que los socialistas creían iban a tener que adoptar.
Los empresarios se entendieron con el PSOE, claro está. Un ejemplo un poco extremo de la actitud de la clase empresarial está en la conversación que mantuvo el periodista con José María Aguirre Gonzalo, presidente de Banesto:
–Aquella noche me fui temprano a dormir –me dijo–.
–¿Durmió bien? –Le pregunté.
–Perfectamente. Sabía que pasase lo que pasase yo seguiría siendo presidente de Banesto.
–¿Y si llega a triunfar Tejero?
–No tenga la más mínima duda de que me habría reunido con él. Los banqueros gestionamos dinero que no es nuestro; por tanto, de alguna forma, estamos prestando un servicio público que está regulado por las autoridades administrativas que haya en cada momento.
–Pero todo el mundo está obligado a cumplir la Constitución.
–Nosotros hacemos banca, no política.
Pero no era cierto del todo, porque la banca estuvo detrás de la fracasada Operación Roca, que buscaba crear una bisagra entre la izquierda y la derecha representada por Alianza Popular.
En el libro de Guindal los socialistas aparecen como los impulsores de la modernización económica de España, lo que tiene algo de cierto, pues ellos llevaron a cabo la llamada reconversión industrial. Era necesaria por la envenenada herencia del INE, uno de los mayores exponentes del socialismo (de raíz fascista) del régimen anterior. Pero cuando las tornas cambiaron y volvieron las vacas gordas prefirieron surfear sobre la ola de prosperidad y decir aquello de que España era el país donde más rápido se podía enriquecer uno.
Ahora bien, en el libro se veía que era muy cierto para quienes pudieran cruzar la puerta giratoria del poder. En este sentido, El declive de los dioses le deja a uno las ganas de leer las memorias de Antonio Navalón, un periodista que fue compañero de Guindal, sin ideología conocida y que fue muy explícito en el objetivo que se había marcado en su vida: ganar dinero a espuertas. Era el vinagre de todas las ensaladas. Estuvo al lado de Ruiz Mateos la primera vez que se vino abajo el imperio del jerezano. Fue contratado por Gas Natural para renegociar la relación con Argelia, estuvo en la negociación de la fusión de Hidrola e Iberduero, en el buen entendimiento de Mario Conde con el gobierno socialista y en la negociación entre el empresario y el gabinete de González sobre las rebajas fiscales a la Corporación Banesto...
El PP en el poder aparece con un cariz muy distinto. No con el pragmatismo de González, que hace privatizaciones durante cuatro legislaturas y a mala conciencia, sino como un grupo de reformadores ideologizados con un programa claro y contundente. Guindal expone el programa de nepotismo del PP, que colocó a los amigos de Rato y Aznar en las primeras empresas del país, un recuerdo no poco oportuno ahora que parece que van a volver al poder.
El libro es muy útil para consultar la información básica de los principales escándalos de las últimas décadas. Es una pena que, en uno de los más lacerantes, Mariano Guindal mire para otro lado. Cuando trata la descomunal estafa de la PSV, la promotora inmobiliaria de la UGT, el autor se apunta a la teoría de la conspiración: se hundió porque no recibió ayudas por parte del Gobierno, y éste no las concedió porque Redondo había sacado el sindicato a la calle a protestar contra la política de González.
La experiencia de decenas de miles de cooperativas que han funcionado con éxito en España muestra que no es necesaria la ayuda del Gobierno para nada. El fiasco del sindicato tiene otros motivos. ¡Qué singular momento aquél en que se celebró una junta nada más constituirse la PSV! Un cooperativista levantó la mano para pedir que se contratara una auditoría para controlar la gestión. Carlos Soto, el gestor, tras una mención poco digna a su propia madre, pidió a los asistentes que no se aprobase tal auditoría. Imagino que finalmente sí se auditaron las cuentas desde el primer momento, pero esa actitud tuvo más que ver con la estafa que la inquina de González hacia Redondo.
Hace doce años me puse a recorrer todo Madrid con el currículum en una mano y una carta dirigida nominalmente a la persona que quería ver en cada medio en la otra. Mariano Guindal fue el único que me recibió, por lo que le tengo aprecio desde entonces, aunque no tuviese hueco para mí en la calle Oquendo. Recuerdo que quise ganar puntos explicándole que había comenzado a estudiar la carrera de Económicas. Él me miró con cierta sorna y me dijo: "Yo he tenido a los mejores profesores de Economía: a Fuentes Quintana, Solchaga, Solbes, Rato...". Este libro es testimonio de ello.
MARIANO GUINDAL: EL DECLIVE DE LOS DIOSES. Planeta (Barcelona), 2011, 500 páginas.