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UNA DEFENSA DE LA MELANCOLÍA

Contra la felicidad

La tristeza no es una enfermedad sino un estado del alma. Aunque expresado con otras palabras, más propias del lenguaje sociológico que del humanístico, el autor de este ensayo defiende esta tesis clásica de la gran literatura de todos los tiempos.

La tristeza no es una enfermedad sino un estado del alma. Aunque expresado con otras palabras, más propias del lenguaje sociológico que del humanístico, el autor de este ensayo defiende esta tesis clásica de la gran literatura de todos los tiempos.
Este es un libro sencillo, muy bien escrito y de fácil lectura. Es un ensayo amable para entrar en un problema grave que aqueja tanto a la sociedad de EEUU, a esta sociedad está dirigido, como al resto de sociedades desarrolladas. La gente olvida, oculta y niega la realidad por una fantasía absurda: vivir instalados en el reino de la felicidad personal. La gente niega sus problemas a cualquier precio, incluido claro está el de la absoluta pérdida del sentido de la realidad.
 
La locura de ser feliz a toda costa se ha hecho crónica. La melancolía, uno de los humores clásicos que acompañaban al ser humano desde la cuna a la sepultura, no es una enfermedad; por el contrario, la horrible enfermedad es el afán de felicidad a costa de lo real. Wilson trata de rescatar el lado valioso de la oscuridad del alma humana. Sin embargo, no creo que se atreviera a defender hasta sus últimas consecuencias que millones de ciudadanos son incapaces de ver que la alegría no sería nada sin la tristeza, la dicha sin la melancolía y la salud sin la enfermedad, y viceversa. Sospecho que el autor no se atrevería a suscribir ese "viceversa", entre otros motivos, porque no trata ni de cerca ni de lejos a los grandes de la literatura contemporánea norteamericana, literatura genuinamente de EEUU, que han reflejado otra imagen de su sociedad, sin duda alguna, bastante más realista y, sobre todo, más humana, que ese mundo de "alienados" y entontecidos norteamericanos, seguidores de las peores tradiciones del buen hombre americano, que pretende presentarnos Wilson en las primeras páginas de su libro.
 
Wilson defiende con tanto ardor el lado oscuro de la vida que cae en lo que critica: su defensa de la melancolía es tan simplona, a veces, como su critica de una falsa felicidad absurda que tendría su mejor representante clásico a Ralph Waldo Emerson. Dicho sea de paso, la interpretación que Wilson hace de este clásico norteamericano hará llorar a su compatriota Cavell, el gran escéptico del pensamiento contemporáneo de la actual USA. Me parece que Wilson no ha comprendido el poderío de los clásicos de la literatura estoica, especialmente de la gran literatura contemporánea norteamericana, a saber, no es posible sobrevivir con dignidad sin "hacer de la necesidad", como nos han recordado autores como Bellow, Roth y Auster, "virtud". Es lo que intentan millones de norteamericanos. Sobrevivir dignamente sin ningún manual de autoayuda.
 
Es, en verdad, curioso que un autor que trata de descubrir las potenciales vitales que esconden la melancolía, la tristeza, en fin, el pesimismo para el hombre contemporáneo de Estados Unidos no se haga cargo de los grandes de la literatura actual de esta nación, sobre todo si se tiene en cuenta que la principal preocupación de Wilson es mostrar la capacidad de la melancolía en la literatura y la música. Comprendo que el primer objetivo del libro es crítico, o sea, construir una especie de manualito amable a la vez que de combate contra los libros, los millones de libros, que circulan por EEUU para alcanzar la "felicidad", la falsa, esa que nos impide ver la rica y variada realidad; pero, por otro lado, no puedo dejar de objetarle que resulta un poco pretencioso su búsqueda de la felicidad, por muy verdadera que él la considere, a través de la melancolía. Wilson ha escrito, en efecto, un canto demasiado alegre de la tristeza. Cae en todo lo que condena. Desprecia al hombre que busca la felicidad y halaga al triste. Malo. La vida está entre la búsqueda de la felicidad y la afirmación de la tristeza vital.
 
A pesar de todo, bienvenida sea esta lectura feliz de la tristeza a través de la literatura, la filosofía y la música. He aquí unos cuantos ejemplos extraídos del libro para animarnos a su lectura: 1) La tristeza de Herman Melville, especialmente en su Moby Dick, nos arroja al fluir de la vida y nos concilia con la realidad. 2) Las canciones de Bruce Springnsteen que nos hacen palpitar, como "Nebraska", nos permiten sondear la belleza desesperada que anida en los abismos de un corazón criminal. 3) El Cristo de San Juan de la Cruz, el famoso cuadro de Salvador Dalí, nos muestra antes la experiencia de la oscuridad, al hombre de la pena, que al eufórico Dios de una religión placentera.
 
William Blake, Marsilio Ficino, Goya, Stevenson, Proust, Emily Dickinson, Walker Percy y otros tantos novelistas y poetas son convocados por Wilson para que le ayuden a construir esta breve guía apologética de la melancolía. Sin embargo, siento que algunos grandes no están aquí; quizá ha faltado el más grande de la literatura castellana de todos los tiempos. Es, seguramente, el crítico más grande de la melancolía: Cervantes. Contra la melancolía creada por el puro esfuerzo fue escrito el Quijote. Toda la obra fue concebida, según Ortega, para que todo a su alrededor se le convierta en pretexto para que la voluntad se ejercite, el corazón se enardezca y el entusiasmo se dispare. Pero llega un momento que ya no puede más. Desde el capítulo LVII hasta el fin de la novela todo es amargura. "Derramósele la melancolía por el corazón –dice el poeta–. No comía –añade– de puro pesaroso; iba lleno de pesadumbre y melancolía". "Déjame morir –dijo a Sancho– a manos de mis pensamientos, a fuerza de mis desgracias".
 
La tesis final de toda la obra es que el hombre pesimista, triste y melancólico, siempre que no caiga en la depresión, jamás sentirá cómodo con el orden establecido. Tesis muy respetable y, sobre todo, muy discutible.
 
 
ERIC G. WILSON: CONTRA LA FELICIDAD. EN DEFENSA DE LA MELANCOLÍA. Taurus (Madrid), 2008, 200 páginas.
 
Pinche aquí para ver el CONTEMPORÁNEOS dedicado a AGAPITO MAESTRE.
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