¿Qué mágica prestidigitación, qué hecho atávico puede transformar la cobardía en valor, la huida alevosa en acto heroico, la ejecución sin proceso debido en acto de justicia y la destrucción de una economía en sana prosperidad?
Solo un arte ha permitido la canonización de este criminal: el de la mentira, tan antiguo como el mundo. Antes de que mujeres y hombres nos entregáramos a desenfrenos descomunales, antes de que Baco fuese nuestro guía, ya mentíamos para enfrentar el mundo y darle sentido. Por eso creamos dioses y gestas heroicas. Luego, para humanizarnos, convertimos las mentiras en ficciones, como sugiere Mario Vargas Llosa. A veces las mezclamos con tal o cual ciencia o ideología, con el propósito de confundir u ocultar la mentira bajo el tibio manto de la verdad. Es lo que hacen, por ejemplo, los socialistas.
Presentándose con falsedad como científico, el socialismo hizo creer a millones de personas que una sociedad igualitaria era posible. En nombre de esa mentira, anegó el siglo XX en sangre y desesperación, definió con sus actos la palabra terrorismo, encerró a incontables seres humanos en el Gulag, destruyó economías florecientes; y cuando por fin se derrumbó, con el estrépito con que lo hizo el Muro de Berlín, enseguida convirtió ese fracaso en un éxito. Sin el menor remordimiento. Había llegado el tiempo del socialismo del siglo XXI y del lema "Otro mundo es posible".
La ocultación de la verdad es una práctica característica del socialismo. Marx omitió deliberadamente en El Capital las estadísticas que demostraban el mejoramiento de la calidad de vida en la Inglaterra del XIX. El libro La ceguera voluntaria, del periodista francés Christian Jelen, da cuenta de cómo los socialistas franceses de entreguerras crearon el mito del socialismo soviético para ocultar los abusos, corrupciones y crímenes del naciente despotismo de la URSS, denunciados por el corresponsal en Rusia del periódico izquierdista L'Humanité entre 1917 y 1919.
En ese contexto, El canalla revela que la santificación del Che es el más exitoso de los intentos socialistas en América Latina de convertir la mentira en verdad. Solamente si trocamos lo falso en verdadero podemos considerar a alguien como Ernesto Guevara un luchador por los pobres y por la igualdad; para empezar, Guevara era muy dado a zaherir con expresiones racistas a mestizos, negros e indios, como queda perfectamente reflejado en estas páginas. Únicamente si volvemos el mundo al revés podemos ver en el argentino un símbolo de justicia, dado que ultimó a cientos de personas sin seguir el proceso debido y envió a otras tantas a campos de concentración. Tan solo una mente perversa puede considerar como paradigma de la paz a un sujeto que cantaba las excelencias del odio, urgía a sus correligionarios a convertirse en frías máquinas de matar y soñaba con que en América Latina hubiera dos, cien, mil Vietnams.
El canalla nos ofrece una desmitificadora mirada sobre este asesino convertido en camiseta. Márquez confronta la aureola de redentor social que envuelve al Che con una realidad que sitúa a éste en los abismos del odio, la violencia y el desprecio por la vida. Por eso es imprescindible que este libro sea leído, divulgado y enseñado. Porque si la mentira es la coartada del opresor, la verdad, como dice la Escritura, nos hará libres.
NICOLÁS MÁRQUEZ: EL CANALLA. LA VERDADERA HISTORIA DEL CHE GUEVARA. Edivern (Buenos Aires), 2009, 264 páginas.
HÉCTOR ÑAUPARI, vicepresidente de Red Liberal de América Latina (Relial).