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DE CÓMO LA IDEOLOGÍA MATÓ A UN DICCIONARIO

Breviario de progresismo

Un diccionario siempre es un esfuerzo editorial considerable. Si el diccionario es de historia y política del mundo contemporáneo, como el que vuelve a publicar ahora, actualizado, la editorial Tecnos, el esfuerzo resulta aún más meritorio. Hay que seleccionar entre una ingente cantidad de asuntos, personajes y hechos, sintetizar la información y arriesgarse a que la actualidad los deje caducados.

Un diccionario siempre es un esfuerzo editorial considerable. Si el diccionario es de historia y política del mundo contemporáneo, como el que vuelve a publicar ahora, actualizado, la editorial Tecnos, el esfuerzo resulta aún más meritorio. Hay que seleccionar entre una ingente cantidad de asuntos, personajes y hechos, sintetizar la información y arriesgarse a que la actualidad los deje caducados.
Los responsables de este diccionario se han enfrentado con valentía a tales escollos. Estamos ante una obra bien documentada, y el lector encontrará una buena fuente de información, actualizada hasta ahora mismo, sobre una cantidad considerable de asuntos y personas, desde Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, que da nombre a la primera entrada (se informa incluso de sus conflictos con Hamas tras las elecciones de 2006), hasta la entrada "zulú", que lo cierra.
 
Para cada país, el diccionario proporciona una información histórico-política, con datos políticos y socioeconómicos básicos. Están presentes buena parte de los hechos políticos candentes, como se decía antes, y la selección de acontecimientos y nombres no tan recientes, o incluso de carácter histórico, viene determinada por su presencia en la actualidad. Es una obra de signo marcadamente periodístico y –a pesar de algunas erratas tipográficas que una edición más cuidadosa habría evitado con facilidad– escrita en general con agilidad. Más difícil de corregir es el enfoque de fondo de bastantes de las entradas.
 
A Fidel Castro, por ejemplo, del que se llega a hablar de su presente enfermedad, se le dedica mucho más espacio que a Ronald Reagan, a Margaret Thatcher o a Felipe González, por ejemplo, sin duda porque los dirigentes democráticos resultan menos atractivos que los dictadores. En cuanto a la historia de la dictadura castrista, resulta que Estados Unidos es el responsable de su "acercamiento explícito a los postulados marxistas". Este diccionario atribuye a la dureza del "bloqueo" la "crisis de los balseros" que acabaron en Estados Unidos, una de esas querencias cubanas que el texto deja sin aclarar. El "líder cubano" (sic) va definido, por cierto, como "uno de los grandes animadores mundiales de la actualidad política". En otras palabras, un payaso para progresistas. No está mal.
 
Si alguien tiene curiosidad por saber lo que significa "liberalismo", se encontrará con que es "una doctrina burguesa que postula la limitación de los poderes del Estado en beneficio de la libertad individual y la creación de un nuevo orden social basado en la libre competencia en el ámbito económico, la libertad de creencias y la libre expresión de éstas como derechos fundamentales de la persona". Faltan algunas cosas, como la propiedad privada, pero lo más simpático resulta lo de doctrina "burguesa". Quizás por eso al final de la entrada se nos informa de que, a lo largo del siglo XX, "el término liberal pasó a designar exclusivamente una forma burguesa [el subrayado es mío] de conservadurismo que defiende la libertad económica y el protagonismo de los mercados frente al intervencionismo del Estado". Eso supone que el socialismo asumió la posición política del liberalismo, un hecho dudoso, como mínimo, pero también algo más. ¿Habrá acaso una forma proletaria de conservadurismo? ¿Consistirá en eso alguna forma de progresismo?
 
Sobre "Guantánamo", el de ahora mismo, se nos dice de buenas a primeras que es un "campo de concentración". Del "Gulag", en cambio, se nos dice que fue un "sistema de campos de trabajo". Luego se amplía la información, pero esas son las primeras reflexiones, impactantes, que recibe el lector.
 
Los atentados del 11-M fueron, como a estas alturas el lector habrá supuesto, una consecuencia directa del apoyo del Gobierno de Aznar a la intervención en Irak. Es una decisión que disgusta profundamente a los editores de este diccionario, ante la cual no son capaces de reprimir su honda y sentida indignación. La catástrofe del Prestige ha tenido, o mejor dicho, tiene "consecuencias aún difíciles de valorar tanto en sus aspectos económico como ecológico". Más sorprendente aún: también en la entrada dedicada a España se lee que la Ley de Partidos que permitió la ilegalización de la coalición abertzale (no se dice terrorista) Batasuna fue "un importante primer paso en el camino que años después conduciría al alto el fuego unilateral del grupo terrorista y al inicio de negociaciones de paz en 2006".
 
En resumen, una obra que podría haber sido útil, y sostenida por un meritorio trabajo de documentación y redacción, se va convirtiendo ante los ojos del lector, algo atónito, la verdad, en un auténtico diccionario de tópicos progresistas. Al final, todo su interés se concentra en eso: comprobar el nivel mínimo de progresismo requerido para participar en el "aparato", ya sea periodístico, académico o social, en general. Claro que basta con leer el prólogo de Malefakis –historiador que gozó en su tiempo de cierto prestigio por sus escritos sobre la Segunda República– para percatarse del objeto de esta obra, que es, pura y simplemente, transmitir ideología. Un auténtico desperdicio.
 
 
DICCIONARIO DE HISTORIA Y POLÍTICA DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO. Tecnos (Madrid), 2006, 854 páginas.
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