Menú
MUJERES QUE CUENTAN CRÍMENES: ELIZABETH GEORGE

Antología de las Damas del Crimen

El éxito comercial de la novela negra como género es tan apabullante que ha desterrado de los escaparates al relato de terror, padre legítimo del género y que salió de la cabeza de su creador, Edgar Allan Poe, tan completamente armado como Atenea de la cabeza de su padre Zeus.

El éxito comercial de la novela negra como género es tan apabullante que ha desterrado de los escaparates al relato de terror, padre legítimo del género y que salió de la cabeza de su creador, Edgar Allan Poe, tan completamente armado como Atenea de la cabeza de su padre Zeus.
Elizabeth George.
Sin embargo, aparte de las temáticas para coleccionistas, las revistas finas de entretenimiento y avión (primera clase, porque en turista es imposible ya casi desplegarlas) siguen albergando espacio suficiente para que los émulos de Chejov inauguren sus ingresos al principio de su carrera y los complementen al final. Entre el libro y la revista navegan proyectos nuevos como el recentísimo de 'La Casa Ciega', libros de relatos de autores del género policial, consagrados o inéditos, dirigidos acaso a los coleccionistas de aquella serie titulada 'Círculo del Crimen', última gran tentativa popular del género y cuyos restos, ay, pueblan las librerías de viejo españolas.
 
Casi a la vez que en los USA, a finales de 2002 se publicó en España una antología que, por esos azares de la distribución y la supervivencia de restos editoriales que convierten en fascinante aventura la búsqueda de autores y títulos perdidos, ha recalado de nuevo en los escaparates antes de reconvertirse en pulpa de celulosa. Los mejores relatos de las Damas del Crimen, una selección de una de las autoras policíacas con más éxito, Elizabeth George, fue publicado por Diagonal, rama supuestamente española del Grup 62, aunque el idioma al que suele traducir del inglés no se parece al español ni de lejos. Pero es una selección con truco, porque lo más interesante, que son las notas biográficas de las autoras elegidas, lo firma John L. Breen.
 
La introducción parece ser, pues, lo único original de Elizabeth George en este típico montaje comercial de una editorial que, a cambio, parece tener las cosas muy claras. Bien está lo que no resulta tan mal.
 
Olivia Spencer Bower: NGAIO MARSH (detalle).George parte de una evidencia aparentemente indiscutible: la edad de oro de la novela policíaca está dominada en Gran Bretaña y la Commonwelth por mujeres que escriben: Ágatha Christie, Dorothy L. Sayers, Ngaio Marsh, Margery Allingham... Mientras en los USA forjan el modelo convencional del género Dashiell Hammett y Raymond Chandler, unas damas educadas y de formas impecables desarrollan desde Londres o desde las lejanas soledades de Canadá, Australia y de Nueva Zelanda unas tortuosas historias de crímenes, siempre con el fondo pintoresco y encantador de la campiña inglesa, donde la sangre parece que no salpica y el asesinato es una forma de "scrable".
 
Una crítica de un libro de relatos tan extenso y prolijo, con ausencias clamorosas y presencias inexplicables (la más obvia, Nadine Gordimer; la más justificada, Joyce Carol Oates) puede ser pesadísima para el lector, así que me limitaré a señalar las decepciones y, sobre todo, las revelaciones, que pueden interesar más al lector español. A los más jóvenes, y hasta la mediana edad, les encantará la primera parte, la de las grandes damas desaparecidas o nunca editadas: Juzgada por sus iguales, de Susan Glaspell, compleja e interesante; El hombre que sabía cómo, de Dorothy L. Sayers, sencillamente deslumbradora; o Conozco la salida, de Ngaio Marsh, un sutilísimo rompecabezas con el aire viciado de la época de entreguerras. Para mí, el mejor relato es Los veraneantes, de Shirley Jackson, muy poco conocida en España, que emplea una fórmula muy fiel a Poe pero moderna e implacable. Tras ella, otra de las clásicas de la Edad de Oro, Margery Allingham, traza un grafito impecable en Dinero para quemar.
 
En la docena de escritoras que les siguen, de un nivel siempre aceptable, cabe señalar a Charlotte Armstrong, con La mañana de San Patricio, dura y prolija; Nedra Tyre, con su muy leve Un bonito lugar para vivir; y, sobre todo, El violeta lo es todo, de Dorothy Salisbury Davis, de ritmo sostenido y excelente nivel. Algo menor, pese al título, es el de Astuta y rápida, de Christianna Brand. Injustificable, salvo por la dictadura de lo políticamente correcto, el correcto relato de Nadine Gordimer, y lo más triste, el casi mediocre de la formidable Ruth Rendell. No es mejor el de Sara Paretsky, no está mal el de Antonia Fraser, Jemima Shore o la sepultura soleada; y se lee bien el de Nancy Pickard, Siempre asustada. Quizás lo más curioso en la segunda parte del libro sean los relatos de Kristina Kathryn Rusch y Carolyn Wheat. Aseados los de Lia Matera y Sharyn Mc Crub, éste muy vigoroso. Y al final, dos notables: Un escándalo en invierno, de Gillian Linscott, y Otoño inglés, otoño americano, de Minette Walters.
 
¿Y Ágata Christie, y PD James, y....? No tengo respuesta para esa pregunta pero, en conjunto, les recomiendo de veras el libro. Aunque sólo sea por las notas biobibliográficas. A veces, las vidas de estas señoras que cuentan crímenes son más interesantes que los crímenes que nos cuentan. 
 
 
Crímenes de mujer: los mejores relatos de las damas del crimen. Diagonal, 2002. 704 páginas.
 
0
comentarios