Una de las personalidades más destacadas en ese terreno especialmente resbaladizo es Rosa María Rodríguez Magda, a quien debemos ya La España convertida al Islam, que ahora vuelve a la batalla con Inexistente Al Ándalus, subtitulado De cómo los intelectuales reinventaron el Islam y que ha obtenido el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2008.
Debo decir que, así como recibí el libro, me lo zampé de un bocado, lápiz en mano para subrayar lo que hubiese de subrayar. El lápiz me sirvió de poco y lo abandoné enseguida: habría que subrayar todo el libro; tan perfecta y ordenada es su trama argumental, que prácticamente no deja espacios libres. También debo decir que en algún momento me había propuesto escribir un libro sobre el tema, y que he acumulado una buena cantidad de material para ello, casi todo citado por Rodríguez Magda como sostén de su tesis, de Guichard a Fanjul, de Arístegui a Lewis, de Gutas y Blas Infante a la inexplicablemente aún no traducida Bat Ye'or. Pero no lo voy a hacer: ya está hecho, y mucho mejor de lo que yo hubiese sabido hacer. Por lo que, de aquí en más, prometo dedicar mis mejores esfuerzos a difundir esta obra, sabia, útil y accesible, como lo vengo haciendo con Al Ándalus contra España. La forja del mito, de Serafín Fanjul, desde su aparición.
Los que venimos de las izquierdas hemos tardado un tiempo excesivamente largo en digerir y nutrirnos de la mitología del Islam culto, pacífico y convivencial. Yo entré por la vía de Juan Goytisolo y su Reivindicación del conde Don Julián, así como sus ensayos de El furgón de cola, que me arrastraron hacia Américo Castro y su peregrina e inconsistente obra. Fue al empezar a estudiar Historia Medieval en la Universidad de Barcelona cuando me cuestioné algunas de esas lecturas. Y me las cuestioné desde su base cuando empecé a estimar en todas sus aristas la polémica de Sánchez Albornoz con Menéndez Pidal. Fue como lectura de curso que leí el Al Ándalus de Guichard, que conservo en su edición de Barral. Y tuve la fortuna de tener delante a un maestro bizantinista, Salvador Claramunt, para que me resolviera unos cuantos interrogantes.
Todo ese largo proceso de lecturas y licenciatura vino a coincidir finalmente con la declaración de guerra islámica de Houari Boumedienne en la ONU en 1974. "Esto es una guerra, y la ganaremos con los vientres de nuestras mujeres", dijo entonces. Ya no había capa antisionista en ese discurso, ya no era únicamente Israel el enemigo, ese Israel por cuyo derecho a existir y defenderse he batallado largamente: eso era una declaración de guerra a Occidente en su conjunto, y a Europa y a España en particular (que, dicho sea de paso, paradójicamente, convirtió a Israel en la vanguardia defensiva de nuestra cultura).
Pero lo cierto es que hay una inmensa mayoría de escritores, periodistas, cineastas y publicistas en general que no han hecho ninguna de esas lecturas; por no hacerlas, no hicieron siquiera la de Goytisolo, conformándose con sus artículos en El País, sólo superados en sumisión por los de Gema Martín Muñoz, una profesional del mito. Alentados ambos por la islamofilia indudable del grupo Prisa, disfrazada de corrección política.
La ventaja indudable de Inexistente Al Ándalus es que, amén de la erudición y la selección de fuentes que presenta Rodríguez Magda, pone el problema al alcance de todos. No se trata de que la autora se dirija a un público menor de edad intelectual, sino de que la lógica inexorable de su exposición la hace más fácilmente accesible que cualquiera de los sibilinos (en todas las acepciones del término) textos de quienes sostienen lo contrario. Y también de que ningún punto de la exposición está desligado de la experiencia cotidiana de cualquier español atento al devenir del Islam ante sus propios ojos: ¿por qué el mito de Al Ándalus? ¿A quién beneficia ideológica y políticamente? ¿Qué tiene que ver el Islam con la Ilustración y con la conquista de los derechos del hombre a ella asociada? ¿Qué tiene que ver el Islam con el feminismo, como algunas pretenden ahora –v. el capítulo titulado "Lo que oculta el velo islámico"–? ¿Por qué y cómo el terrorismo, fuera y dentro de España? Porque, digo yo, nunca ha habido en este país un atentado más grave que el del 11-M, y sin embargo parecemos haber olvidado sus raíces.
E hilando aún más fino: ¿qué relación guarda el mito de Al Ándalus con los nacionalismos periféricos en España, empezando por el andaluz y su "padre de la patria", el converso Blas Infante? ¿De qué manera la consideración de la Reconquista como conquista de territorios islámicos sirve a la quiebra de la nación española? ¿Hasta qué punto se pretende separar a España de Occidente, a la vez que se la trocea, negándole la romanidad y la continuidad cristiana? (Baste como ejemplo en este sentido el reclamo musulmán de la catedral de Granada, que antes fue mezquita pero que, aún antes, había sido iglesia cristiana).
Ya no se trata de las afirmaciones groseras del tipo "los árabes inventaron el cero", desmentida por las construcciones pitagórica y euclidiana, inconcebibles sin ese concepto, o "los árabes aportaron a España la hidráulica", frase risible, sobre todo si se la enuncia delante del acueducto de Segovia. Ahora se ocupan de cosas más delicadas: la convivencia de las culturas bajo el poder islámico en la Península; la deuda que, supuestamente, tenemos con aquéllos por haber conservado para nosotros la cultura clásica griega y latina; el imperialismo español, modelo de todos los demás, en la ya no llamada "Reconquista", sino "conquista" a secas; el colonialismo español, nacido del mismo parto. De ahí a la alianza de civilizaciones hay un breve paso, y más breve aún a la cosoberanía con Marruecos sobre Ceuta y Melilla, que hay mucho Don Julián todavía por aquí.
El arabismo crítico, del que el libro que comento es buena prueba, aún no ha dado un giro completo hasta alcanzar la recuperación de la tesis de Pirenne, siempre denostada por los pocos que la mencionan, en Mahoma y Carlomagno: que la Edad Media, los siglos oscuros de Europa se debieron a la aparición y la irrupción expansiva del Islam, al que aquélla hubo de hacer frente desde la Primera Cruzada y hasta Lepanto.
Pero la crítica emprendida por Rodríguez Magda no tiene nada de inocencia teórica: apunta con toda claridad, como en su obra sobre los conversos actuales, a una realidad inminente y acuciante: la de la planificada reconquista (en este caso sí autorizan la voz las conciencias políticamente correctas) de Al Ándalus, que tiene a su servicio un aparato de agit-prop digno de Willi Münzenberg, con la colaboración de más de uno de los grandes grupos de comunicación nacionales e internacionales (véase el caso de la Cañada Real, donde la policía que iba a desahuciar a los pobladores era esperada por cadenas de televisión españolas y por Al Yazira, que celebró el acontecimiento como una "intifada"). De este lado de la barrera, somos pocos. Por eso hay que leer y difundir Inexistente Al Ándalus.
ROSA MARÍA RODRÍGUEZ MAGDA: INEXISTENTE AL ÁNDALUS. DE CÓMO LOS INTELECTUALES REINVENTARON EL ISLAM. Nobel (Oviedo), 2008, 196 páginas.