
¿Son incompatibles el comunitarismo, la democracia y los derechos individuales? Ésta es la pregunta que se hace José Pérez-Adán, profesor de Sociología en la Universidad de Valencia, fundador de la Asociación Iberoamericana de Comunitarismo y colaborador habitual de Foro Arbil, en su último libro, Adiós estado, bienvenida comunidad. La respuesta, pese a resultar a mi juicio incompleta y errónea por engañosa (a despecho del título, aquí el Estado no se debilita, sino que sale reforzado, mientras que es el individuo quien desaparece en la nebulosa comunitarista), suscita unos cuantos interrogantes que no deberíamos pasar por alto, pues constituyen el núcleo del debate actual entre los teóricos de la democracia.
Pérez Adán basa sus postulados en las investigaciones del economista, sociólogo y asesor de Jimmy Carter Amitai Etzioni y en el pensamiento de Guillermo Rovirosa, autor del Manifiesto comunitarista, publicado por las Hermandades Obreras Católicas en 1966 (Javier Esparza y Juan Manuel de Prada son otras de las fuentes en las que bebe). De acuerdo con el concepto de socioeconomía de Etzioni, a quien debemos obras como El espíritu de la comunidad (1993), Los límites de la privacidad (1999) y Del imperio a la comunidad (2004), Pérez Adán considera el individualismo un mero paréntesis, que se cerrará con la "aparición de la conciencia de suficiencia, que viene acompañada por el repudio del materialismo y sus consencuencias" y de la sociedad consumista; un materialismo producto de la primacía de la oferta sobre la demanda, la globalización, la intromisión del mercado en los ámbitos privados y la secularización.
Pérez Adán sostiene que la "proliferación de enfermedades psíquicas" causadas por el mal llamado desarrollo, la "solidaridad ambiental" y la vuelta a la religión son los factores más importantes de esta fase final del individualismo, hijo a su vez de la escuela neoclásica de economía y del liberalismo postmoderno, que nuestro autor contrapone al liberalismo y al liberal-comunitarismo, eso sí, sin ofrecer definición alguna.

Tal vez los errores de Pérez-Adán no se deban a la ignorancia, sino al camuflaje. Una de las ideas que permean toda la obra es la de la restricción del ámbito electivo del ser humano, capacidad que el autor reconoce como natural, aunque altamente dañina para la supervivencia del planeta y por ende de la raza humana. El libre albedrío al margen de las comunidades naturales (familia e iglesia) es un peligro que debe ser minimizado y moldeado por un conjunto de políticas estatales (¿adiós al Estado? Permítame dudarlo) diseñadas por científicos sociales, no naturales, y entre las cuales destacan las siguientes:
– "Participación de las familias como tales en el sufragio" y "reconocimiento del derecho al voto para los niños, que pueden estar representados por sus padres mediante medio voto adicional" para cada progenitor.– Transformación del capitalismo en un sistema "sustentado por el servicio" (habla de "compensaciones pendientes" entre los países ricos y pobres). Aquí sigue al sociólogo noruego Johan Galtung.– "Transformación del imperio americano en la república estadounidense" (sumisión de EEUU a los mecanismos de contención internacional y protección ambiental).– "Protección integral de la vida humana en todo el mundo y reconocimiento y fomento de la libertad de las familias, de las iglesias y demás comunidades para participar en los ámbitos públicos de decisión".
Especialmente interesante resulta el tratamiento de Pérez Adán de la pobreza, pues en este punto realiza una peculiar apelación al liberalismo. Tras afirmar que el crecimiento económico no es un fin en sí mismo y que debemos superar el consumismo mediante la suficiencia, apuesta por la redistribución a escala mundial y nacional, a fin de "asegurar a todos en el propio país una posición de partida similar", algo que según él retoma un principio del liberalismo clásico. Ignora que esa "posición de partida similar" es un imposible, y, en cualquier caso, que ha habido numerosas igualdades que han desembocado, siempre, en la desigualdad. ¿Cuál sería el futuro de las carreras en el mundo de Pérez Adán? No creo que algo así pueda considerarse liberal.
Nuestro autor aboga por la autodeterminación de la familia y el desafío al capitalismo. A la función del Estado como garantizador de la tranquilitas ordinis habría que sumar políticas fiscales de "distribución de la renta" (la cursiva es mía: distribuir, y no redistribuir, es uno de los rasgos que diferencian a la socialdemocracia del llamado socialismo real) y de seguridad social, actividades que según Pérez-Adán son "la parte más importante de las responsabilidades del gobierno y la razón de ser del mismo estado". Asimismo, propone que se salvaguarde la "salud social" mediante "leyes o políticas de ocasión" que desaconsejen unos hábitos, comportamientos o maneras de vivir e incentiven otros.
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Para justificar su programa político, Pérez-Adán recurre a los derechos colectivos, el empowement, traducido como "empoderizamiento" ("poder familiar que permita a las familias crearlo y administrarlo ilimitadamente"), y otras nociones tan caras a la Nueva Izquierda (y a la vetusta derecha) y a los postmodernos de todo tipo –reivindica aquél a Michel Foucault; sinceramente, no entiendo por qué, y si lo hace en todo o en parte– como los derechos de nueva generación: por ejemplo, el derecho a "la simpatía genética" (tener hermanos), pues el niño no es "una propiedad bipersonal" ni un "producto de consumo" (cómo obligarían la comunidad y el Estado al ejercicio de tal derecho es algo que no especifica; casi mejor).
Todo esto demuestra que el comunitarismo es ante todo transversal, y que la utilización del eje izquierda-derecha a la hora de analizarlo es una táctica equivocada.
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Que luego Pérez-Adán cargue contra el Estado por querer imponer a los niños códigos morales y entrometerse en el ámbito privado resulta casi increíble, sobre todo si nos atenemos a su propia descripción del modelo educativo que defiende: "Una actitud totalista derivada de un enfoque omnicomprensivo que impregne todo el currículo educativo". De nuevo, no estoy citando una ley del Gobierno actual, sino lo que algunos consideran su alternativa, que a mi juicio es casi indistinguible del original.
Vivimos tiempos convulsos, especialmente interesantes para los aficionados a la política. La lectura de Adiós estado, bienvenida comunidad me trae a las mientes una de las obras más interesantes que he leído en los últimos tiempos: La gauche réactionnaire (La izquierda reaccionaria), del historiador francés Marc Crapez, donde se recoge esta frase pronunciada por un atento observador en el París de finales del XIX:
L’extrême droite est devenue la fidéle amie de l’extrême gauche.
Era mayo de 1889, cuando el caso Dreyfus y la publicación antisemita y anti-republicana La Libre Parole estaban en pleno apogeo. Los fundadores y principales articulistas de esta última terminaron, bien en el comunismo, bien en el fascismo, casi ninguno en el amplio medio, que no tiene que ser necesariamente el centro.
Nada nuevo bajo el sol, parece.
JOSÉ PÉREZ ADÁN: ADIÓS ESTADO, BIENVENIDA COMUNIDAD. Ediciones Internacionales Universitarias (Madrid), 2008, 147 páginas.