Tres círculos de conflictividad han tradicionalmente rodeado al Estado de Israel. El primero atañe a sus relaciones con los palestinos. El segundo, a sus relaciones con el mundo árabe a lo largo de todo el Medio Oriente. El tercero, a sus relaciones con el Islam más allá de los límites del Medio Oriente árabe. Al elevar sus reclamos nacionales, los palestinos pretenden que Israel vea sus preocupaciones exclusivamente dentro del canal de la bilateralidad. Para Israel, sin embargo, sus consideraciones geopolíticas trascienden la estrechez del conflicto con los palestinos. Sus decisiones de seguridad, sus concepciones territoriales y sus evaluaciones políticas necesariamente deben ver el panorama general.
La Guerra de los Seis Días, cuyo 50º aniversario acabamos de conmemorar, tuvo consecuencias territoriales que aún impactan en el vínculo palestino-israelí. Pero esa no fue una contienda bélica de Israel con el pueblo palestino, sino con tres naciones árabes: Egipto, Siria y Jordania. Irak no comparte fronteras con Israel, no obstante durante la guerra del Golfo de 1991 disparó misiles Scud contra el país hebreo, a pesar de que éste no era parte de la coalición internacional que dio respuesta militar a la invasión iraquí de Kuwait. Pocas semanas atrás, la República Islámica de Irán conmemoró el Día Internacional de Jerusalem, en el que se quemaron banderas israelíes y se exhibieron misiles de largo alcance que pueden llegar a Israel. Irán no sólo no tiene fronteras con Israel, sino que ni siquiera es un país árabe. Aun así, su política es hostil al Estado judío y regularmente anuncia su intención de aniquilarlo.
Las resoluciones de las Naciones Unidas, la prensa internacional y los reportes de las organizaciones no gubernamentales tienden a ignorar esta realidad geopolítica. Las exigencias que lanzan contra Israel son enteramente indiferentes a los hechos. Por décadas, los palestinos reclamaron que Israel abandonara Gaza y Cisjordania. Los Acuerdos de Oslo buscaron dar respuesta (parcial) a este reclamo. Así, a partir de 1994 el Ejército israelí se retiró de las principales ciudades con población palestina de Cisjordania, de manera que hoy prácticamente el 100% de la población palestina se autogobierna, y una porción de ese territorio quedó bajo el control total o parcial de la Autoridad Palestina, creada a tal fin. Con las negociaciones estancadas, igualmente en el 2005 los israelíes se retiraron por completo de Gaza y la dieron a la Autoridad Palestina. Dos años después, la Franja cayó en manos de un movimiento islámico fundamentalista que se opone a la existencia de Israel, Hamás. Desde entonces, esta agrupación empleó el terreno conquistado para iniciar tres guerras de agresión contra su vecino judío. En el 2000, los israelíes se retiraron de la zona de seguridad que ocupaban en el sur del Líbano (habían ingresado en 1982 para poner término a los incesantes ataques terroristas que desde allí orquestaba la Organización para la Liberación de Palestina), colmando una exigencia añeja de la comunidad internacional. Poco más de cinco años más tarde, desde esa misma zona la milicia islamista chií Hezbolá lanzó un ataque de misiles contra Israel y precipitó una guerra de 34 días de duración. Hoy, este movimiento posee no menos de cien mil misiles apuntando a Israel desde esa porción de tierra liberada.
Aun así, todos los Gobiernos israelíes desde aquellos eventos transformadores que ocurrieron en 1967 han estado dispuestos a asumir riesgos en aras de la paz. Fue Menajem Beguin quien sacó a los israelíes del desierto del Sinaí tras la firma del pacto de Camp David con Egipto, fue Itzak Rabin quien encogió la presencia de Israel en Cisjordania, fue Ehud Barak quien quitó a los soldados israelíes del sur del Líbano sorpresivamente, y fue Ariel Sharón quien arrancó a los israelíes de Gaza de manera violenta y unilateral. Esto es, cuatro líderes de tres partidos políticos diferentes: del derechista Likud, del izquierdista Avodá y del centrista Kadima. Esta disposición a la concesión territorial se inició el mismo año 1967, cuando al finalizar la guerra el Gobierno israelí ofreció retornar territorios capturados –en un ejercicio de legítima defensa, cabe acotar– y las naciones árabes respondieron con su famoso comunicado de los tres noes: no a las negociaciones, no al reconocimiento y no a la paz.
Formalmente, en 1993 el liderazgo palestino aceptó las negociaciones, el reconocimiento de Israel y la aspiración a alcanzar la paz. Psicológica y culturalmente, no obstante, aún no lo ha hecho. Cuando deje de obsesionarse con su batalla política, diplomática, propagandística y legal contra Israel, podrá ver que del otro lado de la mesa siempre hubo un socio dispuesto.