Si hay unas características capaces de aglutinar a todos los movimientos nacionalistas, son: intrínsecamente sectarios, filorracistas, antiuniversalistas, y negadores de la realidad. Jamás un nacionalista admitirá que la realidad puede contradecir sus ideas ya que, adoptándolas tal cual fuesen la Verdad revelada, negará cualquier afirmación que ose desmentir aquellas. Tuve ocasión de seguir la toma de posesión de Juan Ignacio Munilla, así como de compartir con él algunos actos de la JMJ en Madrid el pasado agosto, no en vano soy lo que se llamaría feligrés consorte de la diócesis de San Sebastián; me parece un buen tipo metido en un avispero de mil demonios.
La verdad, tiene bemoles que algún curilla de Las Vascongadas presuma de nacionalista católico, sin darse cuenta de que difícilmente se puede incurrir en mayor contradicción. El nacionalismo se caracteriza por sustituir el culto a Dios por el profesado a las señas de identidad propias del pueblo al que se deifica. El catolicismo es universal, y predica un mensaje de salvación universal, no es para vascones, Dios no se encarnó en Urgul, aunque los discípulos de Setién se empeñen en ignorarlo. Así, estos sujetos metidos a administradores de sacramentos se empecinan en su metonímica comprensión de la realidad. Que alguien les explique que para defender la cultura vasca o navarra no hay que ir contra nadie; el catolicismo es ontológicamente un juego de sumas y no de divisiones.
Un buen puñado de clérigos guipuzcoanos se ha empeñado en seguir confundiendo la parte con el todo. Para quienes recibieron a Munilla a golpe de libelo, los únicos presos de tal nombre son los pistoleros asalariados de la izquierda nacionalista. Los presos comunes no deben ser considerados dignos de tal nombre porque, deben pensar, no es posible que un delincuente común comparta cartel con los asesinos etarras, para ellos redentores euskaldunes, los presos con pedigrí. A estos curas nacionalistas les ha importado un bledo lo que los propios presos partícipes en la JMJ han declarado sobre su peregrinación y sobre su obispo. Estamos en lo de siempre, qué va a saber este puñado de delincuentes que un nacionalista de pro no sepa. Qué importa la visita del Papa, qué importa su mensaje, qué importa el acompañamiento de Munilla, aquí importa lo de siempre: la construcción del estado vasco y la de iglesia nacional vasca. Si el atropello a la sindéresis va de la mano de la agresión a Munilla, bienvenida sea, porque en el fondo el ataque a Munilla es parte de la degradación de la razón, necesaria para el avance del totalitarismo nacionalista.