Las personas tienen muchas formas de ser. La gente expresa su honda satisfacción de diferentes maneras y una de ellas es hacer algo maravilloso y ponerlo a disposición de los demás... De alguna manera, en el acto de construir con intención de repartir atenciones y amor, se transmite al resto de nuestra especie un profundo respeto. Por lo tanto necesitamos ser fieles a lo que somos y recordar lo que verdaderamente nos importa. Esto es lo que va a conservar Apple si lo mantenemos en nosotros.
Con estas palabras, Steve Jobs comenzaba su última presentación en el flamante auditorio perteneciente al flamante y futurista campus de Apple. Años atrás, no muy lejos de allí, un pletórico Steve mostraba un nuevo dispositivo que lo iba a cambiar todo. Fue solo hace una década, pero ahora sería imposible explicar nuestra sociedad sin hablar del iPhone.
Los que hemos crecido viendo presentaciones y datamos nuestra vida en referencia a los lanzamientos de Apple, sabemos que las palabras mágicas son: "One more thing". Siempre precedieron, de una forma aparentemente casual, la presentación de un producto importante cuando el bueno de Steve dominaba la escena. Recuerdo un sudor frío corriendo por mi frente al escuchar esas tres palabras; las pupilas dilatadas, el tiempo detenido y la ilusión de presenciar, cada año, otro dispositivo que lo volviera a cambiar todo. Pero claro, no todos los días se puede cambiar el mundo.
En esta ocasión, fue Tim Cook el encargado de pronunciarlas. Sin ese campo de distorsión de la realidad que Jobs era capaz de inocular en los presentes, pero con la precisión y rigurosidad que sólo él sabe transmitir, la manida frase dejó paso de nuevo a la ilusión y el asombro: el iPhone X.
iPhone X
En estos 10 años de avances, la tecnología ha permitido perfilar una idea que ya estaba presente en el primer modelo: mejorar cada vez más la forma en la que el usuario se comunica con el dispositivo. Mas allá de dotarlo de capacidades, los de Apple, con Jobs a la cabeza, se obsesionaron hasta extremos enfermizos por cómo los usuarios podían decirle a la máquina lo que querían hacer. La primera y mejor manera fue el dedo y la pantalla, luego los gestos (mantener pulsado, arrastrar, hacer pinza con dos dedos), luego llegó Siri y el intento de dialogo natural y, por último, las pantallas que distinguen la fuerza con la que se presiona. Sin embargo, desde que el primer iPhone fuera presentado, en la imaginación de cuantos participaban en el proyecto estaba la idea de lo que hace unos días se mostró. El iPhone X es sólo una pantalla (a excepción de una parte superior donde se han coloca unos sensores y la cámara de selfies). Por supuesto que está pensada para ser tocada (como en el modelo clásico) pero la propuesta va más allá y para entenderlo tengo que explicar varias tecnologías que Apple ha desarrollado gracias a la adquisición de empresas muy especiales.
Algo más que mejoras
- En 2008 Apple compró por 278 millones la empresa PA Semi, dedicada al diseño de procesadores. Los procesadores son el cerebro de los teléfonos. De su rapidez y potencia depende lo que el teléfono pueda hacer, y de su consumo la autonomía de su batería. Pocos años después los iPhone comenzaron a montar estos procesadores adaptados milimétricamente a las características de cada modelo. A día de hoy, el iPhone X posee el procesador A11 Bionic. El doble de rápido que el más rápido de la competencia y el de menor consumos de batería. Dado que Apple diseña el procesador y el sistema operativo puede adaptar ambos para un funcionamiento perfecto. Esta es una característica contra la que el resto de fabricantes no pueden competir.
- En 2013 Apple compró la empresa israelí PrimeSense por 345 millones. Ella fue la responsable del Kinect de Microsoft, esas cámaras que leían los movimientos del jugador en la XBox. En el iPhone X dicha tecnología se encuentra implantada en el frontal junto a la cámara de selfies. Permitirá analizar las imágenes de lo que sucede a su alrededor escaneando objetos y personas.
- Hace unos meses, en la última conferencia de desarrolladores, Apple presentó "ARKit". Esta tecnología no se puede tocar, no es una cámara, un sensor o una nueva pantalla, pero permitirá a los programadores hacer aplicaciones en las que la realidad virtual adquiere un nivel nunca visto.
Uniendo los puntos
Una de las frases más inspiradoras que Steve Jobs pronunció en su famoso discurso de Stanford destacaba que "no puedes conectar los puntos mirando hacia adelante; solo puedes hacerlo mirando hacia atrás. Así que tienes que confiar en que los puntos se conectarán de alguna forma en el futuro. Tienes que confiar en algo, en tu instinto, el destino, la vida, el karma, lo que sea".
Los teléfonos presentados por las grandes compañías aumentan cada año sus capacidades, mejoran sus cámaras, hacen sus pantallas más brillantes, pero ¿hacia dónde van? ¿Para qué sirve tanto avance? Pues bien, Apple, con su flamante iPhone X pretende mostrar ese nuevo camino resultante de unir los puntos de las tres tecnologías (y muchas otras menos espectaculares) comentadas anteriormente. Ahora sí podemos encontrar el sentido, cuando miramos hacia atrás. El dispositivo pretende ser, sobre todo, una ventana a un mundo en el que la realidad se enriquezca, se transforme: aumente. Por eso, como una metáfora de su uso, ahora es sólo una enorme pantalla que lo ocupa todo. Sus ojos (las cámaras trasera y la delantera) son capaces de distinguir las cosas, las personas, las superficies.
Cuando alguien lo use sabrá quién le está mirando, si esa persona tiene los ojos abiertos, si sonríe, si está de lado... Esto servirá para desbloquearlo sin necesidad de claves, en condiciones donde la huella no servía: con las manos mojadas, con guantes, bajo la lluvia, con las manos manchadas... A pesar de este avance, su uso principal permitirá que la comunicación personal adquiera una nueva dimensión. No será necesario que nuestra cara se muestre a los interlocutores para que estos interpreten nuestros gestos, ya que el teléfono los reconocerá y los transmitirá mediante iconos o avatares que tendrán nuestros gestos. Pero esto sólo es una parte de la enorme revolución que nos espera. La cámara no servirá únicamente para acumular recuerdos. Ahora será capaz de reconocer la realidad y de añadirle, a tiempo real, una capa de información o de fantasía.
Cuando, en pleno partido de fútbol cojas el iPhone y observes el campo a través de su pantalla podrás ver el nombre de los jugadores, las estadísticas, información de las tácticas... Cuando pongas el GPS y mires a través de su cámara, una línea marcada en el suelo te indicará el camino a seguir, te mostrará información de los comercios por los que pasas, te advertirá con rótulos y señales de tráfico virtuales. Cuando abras la aplicación de decoración verás tu casa con los muebles elegidos, el color deseado, la distribución cambiada; o cuando quieras verte con un nuevo corte de pelo, con gafas nuevas, con un maquillaje especial. El mundo observado a través del iPhone X adquirirá una realidad nueva, nos mostrará información que hasta ahora debía ser imaginada o recreada. Ahora estará allí para ser observada con un lenguaje universal. Ya no se tratará de intuición, se tratará de realidad.
Por todo esto, creo que el iPhone X será, de nuevo, el teléfono que mostrará el camino los próximos años. La pantalla enorme y fantástica no serviría de nada sin contenido extraordinario que mostrar, pero ese contenido sería imposible de ser mostrado sin las cámaras y sensores desarrollados, claro que esos sensores no podrían procesar los millones de instrucciones sin un procesador con una potencia inimaginable y todo esto no podría ser explotado sin una herramienta de desarrollo al servicio de los programadores. Unir los puntos. Sólo se trata de eso.