En la copiosa literatura sobre el éxito, esa ordinariez, brilla ahora la fórmula del aplazamiento o procrastinación. Es extraño que los autores de tal corriente no expriman el mejor ejemplo: Mariano Rajoy, que no habría dicho ni mu sobre Cataluña de no ser porque Mas le entró de frente: una vez para pedirle el pacto fiscal; otra vez, por carta, para solicitar que el Gobierno de España colabore con su despedazamiento. A lo de la pasta dijo que no. A lo de romper el país dijo que hay que dialogar. Hasta ahí sus únicos pronunciamientos, arrancados con fórceps por el esforzado Mas.
La falta de un "no" en la tardía carta de respuesta fue importante para los nacionalistas. Dedicaron elogiosos editoriales al presidente por haber evitado el temido adverbio. Las plumas más enloquecidas de la hispanofobia subrayaron las virtudes de Rajoy y las contrastaron con todo el resto de la derecha española, cerril, embrutecida y cavernaria. Lo entiendo. ¿Cómo no entenderlo? Hay cosas que no admiten medias tintas. Por ejemplo: "¿Quiere usted acostarse conmigo?". "Mhh… dialoguemos". Si a esta ternura le añadimos la música de Margallo, tenemos un romance.
Ahora se ha pasado de no hacer nada a negociar con los impulsores de la secesión. Precisamente cuando estaba listo para su consunción, para encontrarse con las consecuencias de sus actos, le van a salvar la cara a Mas. Rajoy quiere impedir la disolución de Convergència, su hundimiento electoral, y está buscando una salida digna y airosa al responsable de amargarnos la vida a los catalanes constitucionalistas, de adoctrinar escolares en el odio a España, de sembrar cizaña entre territorios y de engañar al personal hasta decir basta.
Van a salvarle la cara ahora que la gente empieza a verle las hechuras al personaje, ahora que tiene que reconocer sus mentiras sobre Europa, ahora que se ha metido solito en la trampa del euro y hasta un niño sería capaz de acorralarlo, ahora que empieza a soltar cosas como que Alemania, el Reino Unido y Francia "no querrán hacerse daño" con él, ahora que íbamos a disfrutar del gran espectáculo de su hundimiento, ahora hay que salvarlo. ¿Ustedes lo entienden?