"¡Mírenme a mí, mírenme a mí!", instaba obsesiva la señora Nebrera en La Mañana de la COPE. Dado el contexto, se preveía que mirándola a ella se les pasarían a los circunstantes las ganas de apoyar a los Ciudadanos de Cataluña y comprenderían –por revelación, por epifanía– que lo cabal en estas elecciones autonómicas es votar al PPC.
Votante tradicional como soy del partido que todavía preside Josep Piqué, me quedaba un fondo de remordimiento por los cuernos políticos que esta vez le voy a poner. Así que me aferré a esa última esperanza de fidelidad y corrí en busca de un cartel electoral con la fotografía de doña Montserrat. Para acatar su exigencia, a ver qué pasaba. Lo encontré, me detuve, me restregué los ojos, respiré hondo, la miré. Pasó un minuto, quizá dos, y dejé de oír las bocinas de la avenida, mi mirada clavada en la fotografía. Y nada.
Pero nada de nada. Seguí convencido de que el único voto que puede depositar en la urna un catalán no nacionalista es el que lleva el nombre de Albert Rivera. ¿Por qué? Precisamente por hacer lo que pedía la señora Nebrera, por mirarla a ella. Y no recordar nada.
No la recuerdo dando calor a los populares en los onces de septiembre, cuando los escupitajos y las monedas arrojadizas. No la recuerdo alzando su voz para denunciar los asaltos a la sede de la calle Urgel, cuando violentos pacifistas vaciaban su estiércol ante la puerta, durante la Guerra de Irak, o cuando los cristales rotos del 13-M. No la recuerdo en el Paseo de Gracia con los populares a punto de ser linchados.
Es extraño porque tenemos la misma edad, y hace muchos años que procuro asistir a cuantos actos barceloneses (y últimamente gerundenses, y tarraconenses) sirvan para apoyar a los apestados de Matrix. Bien, ella misma ha justificado su letargo político: estaba dedicada a su carrera.
Los demás debíamos de estar jugando a la Play Station y seguramente por eso nos sobraba tiempo para malgastarlo con el PP cuando llegaban elecciones, asesorando por la cara en campañas imposibles, poniendo nuestro nombre en listas perdedoras. Así nuestros clientes, enterados, podían dejar de serlo y nos quedaba todavía más tiempo libre.
Con todos los respetos, ¿quién se cree usted que es? No nos venga con lecciones, a estas alturas de la estafa. Estamos hartos del modo en que Piqué y Vendrell minan, debilitan, desnaturalizan y diluyen el PPC. Lo del izquierdismo y el laicismo de los Ciudadanos es un espantajo. De lo que se trata aquí y ahora es de llevar una voz al Parlament que denuncie la locura identitaria. Y eso no lo va a hacer Piqué sino Rivera. Lo sabe usted perfectamente. Y si no, es que no ha estado donde tenía que estar. Míreme a mí.