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Juan Carlos Girauta

La ley como patraña

Una sociedad que no se indignara, que no exigiera reformas legales cuando en vez del arrepentimiento es el orgullo y la jactancia lo que acompaña a la liberación del asesino múltiple sería una sociedad enferma.

Franquiciados de la ETA vuelven a organizar actos públicos sin cortapisas, vuelven a ensalzar terroristas a plena luz del día y a convocar ruedas de prensa con total impunidad. Todo como en los mejores tiempos de la claudicación zapatera. Imaginemos que intentaran algo parecido a un intercambio de argumentos, que emitieran mensajes con fines distintos al amedrentamiento del receptor, que en sus pancartas aparecieran reivindicaciones susceptibles de ser contestadas. Que estuvieran, en fin, dispuestos a una retroalimentación diferente a la ley de acción-reacción. Sí, sí, ya sé que no es el caso, pero aún hay quien toma sus palabras por palabras, sus frases por frases, su lenguaje por comunicación. A ese cándido segmento pido que imagine.

Denuncian los franquiciados un "inaceptable linchamiento político mediático" a De Juana. Pero, ¿acaso puede la sociedad dejar de recordar sus actos a quien no se ha arrepentido de ellos, cuando esos actos consisten en veinticinco asesinatos y han sido pagados a razón de unos meses por víctima? Una sociedad que no se indignara, que no exigiera reformas legales cuando en vez del arrepentimiento es el orgullo y la jactancia lo que acompaña a la liberación del asesino múltiple sería una sociedad enferma.

El tipo de sociedad enferma donde De Juana concita simpatías, donde se pretende que las víctimas que viven a unos metros de él traguen y callen. Una sociedad donde alcaldes socialistas miden cuidadosamente sus decisiones para no traspasar la línea que el terrorismo ambiente les marca con nitidez. Una sociedad como es, en parte, la vasca, territorio de excepción democrática. De ahí que resulte especialmente perverso el texto de esta pancarta que decoraba la rueda de prensa de los solidarios dejuanistas: "Stop a la situación de excepción".

Suscribo la literalidad. Sí, stop. La situación de excepción debe acabar antes de que la convivencia se pudra definitivamente, la ley sea vista por los ciudadanos honrados como una sangrienta burla y la justicia formal deje de satisfacer a los demócratas. Es un puro milagro de civilidad y de autocontrol que tantos miles de personas sometidas al largo terror de ETA (y a la burla de las instituciones) no haya saltado jamás de la justicia formal a la material. El salto, de hecho, sólo lo dio el poder político. Fue bajo Gobierno socialista y se llamó GAL. Algunos de los más conspicuos encubridores de entonces son responsables del desarme moral actual. Tememos que el PNV deje a las franquicias etarras campar por sus respetos. Está por ver si el avatar Jekyll de Zapatero será capaz, por una vez, de ser el presidente de Gobierno de un Estado de Derecho.

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