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Juan Carlos Girauta

Hasta ahí ha llegado

es que tiene un peligro tremendo ponerles micrófonos a los intelectuales. Ay, perdón, olvidaba que para merecer el nombre de intelectual hay que ser de izquierdas y, a ser posible, habitar los establos del imperio con una P grabada en el lomo

“Acto fascista de exaltación de la violencia”. Así define Belloch la manifestación de la AVT eclipsada por Bono, novia en la boda, niño en el bautizo y, claro, víctima en una concentración de víctimas. Aunque uno empieza a estar harto de denunciar asimetrías, no puedo sustraerme a la figuración de una hipotética mani de la asociación que dirige la señora Manjón a la que hubiera acudido sin previo aviso, y eludiendo el cordón de protección, don Federico Trillo. O Acebes, o Zaplana. Seguro que les hubieran recibido con aplausos. Los mismos que le reservaban a Aznar cuando compareció ante la comisión del 11-M.
 
A pesar de constar ya en los informes policiales que no hubo agresión contra Bono, cree necesario el alcalde de Zaragoza dar un paso al frente y lanzar una columna definitiva –Hasta aquí hemos llegado– grito urgente de graves resonancias, mientras señala con el dedo acusador a ese “paisano” que cada mañana comete el grave delito de suscitar el interés de millones de oyentes. Si es que tiene un peligro tremendo ponerles micrófonos a los intelectuales. Ay, perdón, olvidaba que para merecer el nombre de intelectual hay que ser de izquierdas y, a ser posible, habitar los establos del imperio con una P grabada en el lomo.
 
Ahí tienen a esos dos escribidores laureados y enriquecidos, no por el imperio precisamente sino por el editor del diario desde el que grita Belloch: el uno nos descubrió desde la SER dónde se venían escondiendo los herederos de los asesinos de García Lorca; la otra, más chabacana, llamó hijos de puta, con un par, a todos los votantes del PP. Pero aquello no provocó las iras de Belloch. En realidad, no provocó las iras de nadie. Renuncio ya a las asimetrías; el que quiera que juegue.
 
Pero vamos a ver, este hombre que pide represión y que se ceba en una asociación de víctimas del terrorismo, ¿no es el mismo que un día fue biministro del felipismo? ¿No es acaso el responsable directo del espantoso ridículo con que culminó el caso Roldán, el de la carta trucada, el del espía resucitado Paesa, el del capitán Khan en Vietnam? Habla el alcalde de “fascistas organizados y armados” que acosaban al gobierno de Felipe González. Sólo puede referirse a aquel antecesor suyo en el ministerio del Interior que venía del SEU y del carlismo, y a sus secuaces en la secretaría de estado de Seguridad y en alguna que otra dirección general. Los que montaron un grupo terrorista y fueron condenados a importantes penas por sus gravísimos delitos. Sus conmilitones, Belloch, sus conmilitones. ¿Es a esos a los que llama fascistas armados? O quizá a la ETA, esa banda de extrema izquierda contra la que se hicieron ricos un montón de socialistas. La ETA, a cuyas víctimas abronca el barbado. ¿Qué otro grupo armado operaba entonces?

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