La Iglesia católica española está renovando sus órganos de gobierno. La importancia del proceso es indiscutible para los que nos sentimos miembros de ella. El cambio en la Presidencia de la Conferencia Episcopal -así como en la Vicepresidencia y en diversas comisiones- no es causa menor de atención y de esperanza.
El primer nombre en hacerse público ha sido el del presidente de la CE, monseñor Blázquez, arzobispo de Valladolid, que ya desempeñó el cargo entre 2005 y 2008. Además de sus atributos personales, de su sabiduría y de su buen hacer, goza de la experiencia necesaria para tener éxito en su desempeño.
Se completa la Presidencia con el vicepresidente electo, monseñor Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Valencia. Monseñor Osoro, una de esas vocaciones tardías, es un prelado discreto, por lo que a muchos les pueden pasar inadvertidos sus muchas cualidades. Lo de las vocaciones tardías alude a quienes encontraron su vocación no a los diez años, cuando era habitual ingresar en el Seminario Menor, sino tras haber terminado una carrera universitaria y desarrollar una misión en la sociedad mediante el ejercicio de una profesión; en el caso de nuestro vicepresidente, fue profesor de Matemáticas. También fueron tardías las vocaciones de los cardenales Ángel Herrera Oria, John H. Newman -de conversión igualmente tardía- y Reig, y la del que fuera obispo de Huelva, monseñor Rafael González Moraleja, que obtuvo la licenciatura en Ciencias Químicas. Etc. Se diría, por la mención que acabo de hacer, que las vocaciones tardías poseen una mirada privilegiada de la Iglesia de Cristo.
Monseñor Osoro, alejado de las vanaglorias del mundo, es persona sencilla en el trato, afable hasta el límite, capaz de querer hasta a los enemigos, y siempre dispuesto a sacrificar su tiempo para atender la necesidad del más allegado o del más alejado; en ello nadie encontrará distinción.
Es persona que conoce el mundo, lo cual le conduce a valorar la paz frente al conflicto. Aun poseyendo la razón, como diríamos los que andamos en este mundo de confrontación en el que vivimos, monseñor Osoro prefiere la concordia, aunque tenga un coste apreciable. Por donde ha pasado -empezando por su tierra natal (Diócesis de Santander), en la que fue, además de vicario general, profesor y rector del Seminario, y pasando por las diócesis de Orense, de la que fue Obispo, y Oviedo, de la fue arzobispo- ha dejado un profundo y grato recuerdo.
Es un arzobispo que pasea por la calle, que le gusta encontrarse con el pueblo, conocer sus inquietudes y sus carencias, que trata de resolverlas. En Valencia, donde tuvimos la fortuna de acogerle en los comienzos de 2009, se le puede encontrar en cualquier momento yendo o viniendo de un lugar a otro.
Monseñor Osoro tiene sabiduría, que combina magistralmente con su bondad. Aunque estoy seguro de que si en algún momento hubiera conflicto de intereses entre una y otra, en él la segunda prevalecería sobre la primera. En otras palabras, es un hombre bueno, la imagen de aquel "varón justo" que describen las Escrituras.
En su modo de hacer se encuentra representada la apuesta por el diálogo entre fe y razón. Su confianza en el triunfo de la verdad le hace renunciar a la imposición de ésta, para dar culto a la aceptación por la convicción razonada. En ello nadie encontrará regateos posibles ni excusas.
Conociendo su agenda en un día ordinario de trabajo, se diría que tiene dominio sobre el tiempo y, en fin de cuentas, sobre sí mismo. En alguna ocasión en que la urgencia me ha obligado a llamarle en torno a la medianoche, tras mis lógicas palabras de disculpa, con la mayor naturalidad hemos entrado en el objeto de la llamada, tranquilizándome él con que no le molestaba porque estaba contestando cartas.
Al poco tiempo de pisar la tierra valenciana conocía la diócesis y sus gentes mucho mejor que la mayoría de los valencianos. Con admiración por mi parte, conoce por el nombre a todos los sacerdotes de la diócesis. Su trabajo incansable está dando los mayores frutos. Una muestra muy simple de ello es el éxito, que desborda la emoción de quien a ellas acude, de las reuniones con los jóvenes en la Basílica de la Virgen de los Desamparados todos los primeros viernes a las diez la noche, y todos los segundos viernes a la misma hora, en encuentros itinerantes por las parroquias, con una afluencia de jóvenes difícil de imaginar.
Con criterio certero gobierna una diócesis y una provincia eclesiástica de gran tamaño: ese mismo criterio será de gran utilidad en el gobierno de la Conferencia Episcopal Española, que ahora sus hermanos obispos le confían confiándole la Vicepresidencia. Por ello, mi felicitación a él y a todos los que le han considerado para ser elegido.