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José T. Raga

La cal y la arena

La solidaridad/caridad es así: personal, voluntaria, generosa y desprendida; con un sólo objetivo: el empeño por resolver el mal ajeno.

Cuando la sociedad deja de leer textos fundamentales, sustituyéndolos por frases, tópicos, anónimos, fotos –aquello de "una imagen vale más que mil palabras"–, mensajes en redes –publicitando cualquier intimidad–, ha iniciado el camino de su propia negación.

En el fondo, porque algún fondo tendrá, lo que pretenden nuestros protagonistas es transmitir una imagen falsa de sí mismos que, consecuencia de los medios utilizados para su transmisión, perdurará más, en los cautivos de éstos, que la que pueda responder a la realidad.

Nuestro presidente del Gobierno, que en estas lides es un verdadero maestro, cuando se siente empequeñecer por sus errores u omisiones políticos, busca deslumbrar en la palestra, no con pensamientos profundos, no con planes para mejorar las condiciones de vida de la nación, sino con presencia fotográfica, aunque ésta sea producto de maniobras vergonzantes.

Se trata, en definitiva, de dar su cal –producto más noble y apreciado– omitiendo su arena –componente más vil y despreciable–, ambas necesarias para una obra. Bien que lo saben los de la construcción.

Hace apenas unas fechas nos han vendido los medios una foto de nuestro presidente con la presidenta de la Comisión Europea y el presidente del Consejo Europeo, que también vendían la suya. La ocasión, revestida de humanidad, eran los emigrados de Afganistán.

¡Gloria y reverencia a nuestro presidente! En contraste, y muy a pesar suyo, su arena del mes de junio, cuando la cumbre de la OTAN, permitió ver a nuestro líder como un vendedor ambulante de lotería o de abalorios persiguiendo a otro presidente, el de Estados Unidos, que, impasible, caminaba displicente con su entorno.

Una imagen de pobreza suma, que aniquila el intento de recuperación de imagen que esta misma semana se ha pretendido por sus estructuras informativas, al comunicar la existencia de una llamada telefónica entre Moncloa y la Casa Blanca para reanudar el diálogo entre los dos mandatarios.

Y, digo yo, sólo se puede reanudar lo que ha existido antes. Y lo más próximo –apenas unos días antes del último mensaje de Sánchez– ha sido que el presidente Biden, al mencionar su agradecimiento a quienes estaban cooperando en la operación Afganistán, se olvidó de mencionar a España.

¿Es ese silencio lo que pretende reanudar nuestro presidente?

Entiendo su contrariedad, por no verse realzada la acción humanitaria de España (de él mismo, dirá), cuando es, objetivamente, un acto laudable.

Pero ¡cuidado, señor Sánchez! Laudable será mientras no lo convierta en medio para conseguir un beneficio personal político, social, económico…, lo que quiebra el sentido de solidaridad; ésta alcanza categoría moral/ética cuando es anónima. Es decir, lo opuesto a presumir de ella y esperar su reconocimiento.

La solidaridad/caridad es así: personal, voluntaria, generosa y desprendida; con un sólo objetivo: el empeño por resolver el mal ajeno.

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