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¿Incompetencia o pillería?

Me preocupa en extremo que España ocupe el primer puesto europeo en infracciones y sanciones comunitarias.

Hay menciones y reconocimientos de los que es preferible estar ausentes. ¿Por qué estamos tan ajenos a las nominaciones por el saber –Premios Nobel, por ejemplo– y nos prodigamos tanto en aquellas cuyo significado es motivo de vergüenza entre personas o países de buen hacer?

Así como me sentiría orgulloso si ocupásemos un puesto destacado en galardonados con el Premio Nobel –desde Echegaray, en 1904, hasta Camilo José Cela, en 1989, sólo siete españoles han obtenido este galardón; a los que habría que añadir a Mario Vargas Llosa, en 2010, en tanto que ciudadano español–, me preocupa en extremo que España ocupe el primer puesto europeo en infracciones y sanciones comunitarias.

En los últimos cinco años, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha impuesto numerosas sanciones a España, a propuesta de la Comisión Europea; de hecho, son el 70% de todas las impuestas, y han supuesto el desembolso de 54 millones de euros.

En ese mismo período, Grecia y Portugal, con quienes el mundo europeo acostumbra a compararnos, han abonado algo más de cinco millones y algo menos de 400.000 euros, respectivamente, lo que en términos porcentuales significa el 6,6 y el 0,5% del total.

¿Significa esto que España –en definitiva, el Gobierno español, que es quien debe vigilar el cumplimiento de la normativa europea– ha devenido antisistema? Por puro conservadurismo, tengo que pensar que no; lo contrario me llevaría a la necesidad de exiliarme y, para bien o para mal, es este país el que llevo en la sangre.

¿Por qué entonces las sanciones? Pensemos, además, que las del Tribunal de Justicia se imponen después de reiteradas advertencias por parte de la Comisión Europea. ¿Es por incompetencia de quien tiene que vigilar la ejecución de las normas? Me resulta difícil aceptarlo, cuando las Administraciones Públicas crecen y crecen sin cesar, con plantillas difíciles de justificar en las que abundan los asesores.

¿O es que nos pasamos de listillos y de pícaros? Efectivamente, con otros ropajes, los lazarillos no terminaron con Lázaro de Tormes; siguen presentes, esgrimiendo artes menos nobles y más arriesgadas, si bien es cierto que con menos hambre en las entrañas.

Los motivos de sanción son diversos: desde el incumplimiento inmediato de directivas comunitarias hasta su trasposición tardía a la legislación española o, lo que es más grave, el incumplimiento de las sentencias del Tribunal de Justicia de la UE.

¿Qué piensan, que no se van a dar cuenta? ¿Podemos pensar que incumplir una norma de la Unión, o desobedecer una sentencia del Tribunal de Justicia, se resuelve dejando pasar el tiempo?

La seriedad escrupulosa en las actuaciones nacionales es un requisito para la buena imagen, y resulta imprescindible cuando andan de por medio países serios.

En España

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