Israel y la Unión Europea son difíciles de comparar. Israel tiene 22.145 Km. cuadrados, y la UE 4.324.782. La UE tenía en 2011 unos 501 millones de habitantes e Israel tenía en 2013 algo más de 8. El PIB de Israel fue de 346,8 mil millones de dólares en 2012, mientras que el de la UE alcanzó ese mismo año la suma de 16,69 billones. Son cifras tan dispares que parecen hacer de Israel algo irrelevante para la UE, incluso teniendo en cuenta que la start-up nation, según el título del libro de Dan Senor y Saul Singer, presenta, entre otras cosas, el récord mundial de compañías cotizadas en el NASDAQ (fuera de Estados Unidos), el sexto en producción de tecnología militar y el primero del mundo en cuanto a start-ups, patentes y científicos por habitante.
Sin embargo, estos datos, tal como vienen expuestos en un informe de la Friends of Israel Initiative y The Henry Jackson Society, indican también que la relación entre Israel y la Unión Europea es una relación particular. Están, por un lado, las cifras de intercambios, que indican la densidad de las relaciones. El total del intercambio es de 29,7 mil millones de euros en 2012 y el de servicios de 7,9 mil millones.
Y está sobre todo, como describe el informe ya citado, la especial posición de Israel como socio de la UE. En defensa, el descenso de los presupuestos de los países de la Unión ha incrementado la colaboración con Israel, que no se puede permitir esos lujos. Más valiosa aún es la colaboración en inteligencia, un campo en el que Israel cuenta con unos efectivos de primera clase. La UE, dada su configuración y la inmensidad de sus fronteras, se beneficia de la colaboración con Israel, que es permanente en temas de contraterrorismo islámico. La producción armamentista israelí juega un papel crucial en la seguridad de los países de la Unión, y la tecnología que ha permitido desarrollar los drones (por ejemplo en España) ha dependido en parte de la industria israelí, pionera desde los años 70 en este campo.
En cuanto al comercio bilateral, las cifras ya citadas son el resultado de un aumento de los intercambios, con picos importantes, en particular en lo que concierne a España y Gran Bretaña. En vista del crecimiento de la economía israelí prevista para los próximos años, se trata de un mercado potencial extraordinario. La revolución que se está produciendo en la producción de energía va a convertir a Israel en uno de los grandes productores de gas natural del mundo. Los países de la Unión pueden llegar a tener en Israel, dentro de poco tiempo, una alternativa a otros países productores.
Finalmente, Israel colabora en algunos de los más importantes programas de desarrollo tecnológico de la UE, desde el CERN hasta, más en general, el último de los Framework Programmes (FP7). La renovación de la cooperación en el nuevo FP (Horizon 2029) está actualmente en negociación, por la directiva europea en contra de las inversiones israelíes en Cisjordania. Este es, precisamente, el punto en el que es conveniente que los responsables europeos, y en general la opinión pública de la UE, reflexione acerca de la posición que está adoptando frente a los llamamientos a boicotear Israel.
No hay, efectivamente, necesidad alguna de compartir –y muchos menos respaldar- el conjunto de las políticas israelíes. La propia opinión pública israelí está dividida y una parte se muestra crítica con los asentamientos y el trato a la población de los territorios palestinos. Intentar castigar a la población israelí y perjudicar al país por discrepancias acerca de esas políticas, en cambio, es injusto y peligroso.
Israel es la única democracia pluralista estable de la zona. Viniendo de Europa, el gesto de boicot resulta inquietante por lo que revela del olvido acerca de la responsabilidad de los europeos en la creación del Estado de Israel: el buenismo no puede llegar tan lejos.
También conviene tener en cuenta que las inversiones israelíes en Cisjordania benefician a todos, muy en particular a la población que vive allí, con acceso a oportunidades que no tendrían sin ellas.
Finalmente, y como explica el informe ya citado, la colaboración entre la Unión Europea e Israel es crucial para ambos. A todas las razones de seguridad, innovación e intereses comerciales, se une otro básico. Israel es el socio más fiable, por su estabilidad democrática, en toda la zona de Oriente Medio. Los europeos dependen de él para una parte importante de su seguridad. En vez de dificultar las cosas, lo que habría que hacer es facilitar las relaciones e invitar a los países vecinos a comprender a su vez que la cooperación con Israel sería mucho más beneficiosa, para todos, que la confrontación permanente.
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