Acaso imbuido del espíritu de Cañete, Juan Ignacio Zoido, excelentísimo alcalde de Sevilla, subió al estrado y dijo lo que toda España pensaba pero nadie hasta entonces se había atrevido a decir:
Desde Sevilla salieron las naves para descubrir América, que aunque digan que fue desde Palos es mentira, y éste es el kilómetro cero para conquistar Europa.
La décima no debiera llevar grabado el nombre del Madrí, sino esa audaz revisitación de Los Nikis en que también aleteaba una bravía respuesta contra el nacionalismo catalán. (¿Qué tendrá Colón, ay, que unos proclaman que fue poco menos que el inspirador dels Països Catalans y otros cargan la suerte en su inconmensurable sevillanía? ).
A diferencia de Cañete, ignoro si Zoido leyó su taxidermia campeadora o se trató de un sarpullido a lo ocho apellidos sevillanos; ya no sabe uno qué es peor, en fin, si llevar de letrista a un pariente de Alatriste o creerse el del medio de Los del Río. En cuanto al exministro, qué contarles: seis idiomas seis, dicen que habla, los mismos que días ha tardado en disculparse por haber declarado que cómo iba a ganar el debate teniendo enfrente a una discapacitada, esto es, a una persona con valencianidad.
Al pie del Tibidabo, las noticias no son más halagüeñas. Hoy mismo, el padre Terricabras, el mismo que consintió que Diana Garrigosa consintiera, ha afirmado que Cataluña es una mujer maltratada por España; que eso estuvo a punto de decirle a González Pons cuando éste le dijo en el debate que España quería a Cataluña: "¿Acaso no hay maltratadores que quieren a sus mujeres, eh?". Estuvo a punto pero no se lo dijo porque, según parece, la respuesta se le ocurrió 48 horas después, e ignoro ya, muy sinceramente, si hay que preocuparse por la calidad del pensamiento o por que el sedicente filósofo haya tardado 48 horas en excretarlo.
No me olvido de González Pons, que exhibió un cartoncillo en que había impreso un tuit de Valenciano sobre el futbolista Ribéry. Ni de González Pons ni del susto que me di al imaginarme el cónclave de arriolillos que, luego de exprimirse las neuronas, concluyeron: "¡Eureka!, Valenciano la cagó con Ribéry, ya tenemos el golpe de efecto". También pensé en el infeliz que se encargó de ampliar el tuit e imprimirlo en el paspartú; una degeneración, sí, pero relativa, siempre relativa.