Artur Mas cerró su primera legislatura al frente del Gobierno de la Generalitat con sendos viajes a Moscú y Bruselas. En la capital rusa intentó entrevistarse con el ministro de Desarrollo Regional, con el ministro de Energía, con el vicepresidente del Consejo de la Federación Rusa y con el viceministro federal de Desarrollo Económico. Sin embargo, no llegó a estrechar la mano de ninguna de esas autoridades, que declinaron encontrarse con él. Unos días después, en la capital belga, y en el curso de una conferencia, Mas reclamó el apoyo de la UE a su plan secesionista. En el debate que siguió a su intervención, una periodista sueca, Teresa Küchler, corresponsal de Svenska Dagbladet, le recriminó su deshonestidad intelectual por plantear a los ciudadanos catalanes si querían un Estado independiente dentro de la Unión Europea. Asimismo, el eurodiputado socialista escocés David Martin calificó de "contradictorio" el hecho de que Mas quisiera "compartir sus recursos con la UE pero no con España". En el auditorio apenas había unas 200 personas, entre periodistas (españoles) que cubrían la charla, miembros del séquito de Mas y algún que otro invitado, como esos dos incautos que tomaron la palabra. Ambiente de canódromo, como suele decir el abogado Oriol Trillas.
En ambos viajes, el de Moscú y el de Bruselas, se perfilaba ya lo que, andando el tiempo, llegaría a ser una pauta. Cuando el presidente sale al extranjero, en efecto, no suele lograr más atención que la de quienes forman parte de la delegación o quienes, por obligación, como es el caso de los enviados especiales, tienen que escucharlo.
En Nueva York nada ha sido distinto, empezando por el número de asistentes a la conferencia (los 200 de siempre) y siguiendo por el desprecio de las autoridades y periodistas locales. Así y todo, y antes que del enésimo-viaje-oficial, cabe hablar de la perfección de un modelo. De ridiculez, de acuerdo, pero un modelo. Cómo, si no, interpretar el hecho de que su cicerone en la universidad haya sido el economista Sala, o que su único encuentro lo celebrara con catalanes (es de suponer que nacionalistas) residentes en Nueva York. Ya no es que internet, con su cibersexo, cuestione la mayor parte de estos prosopopéyicos contactos al-más-alto-nivel. Es que los únicos contactos de Mas son los que él ya se lleva de casa, esos figurantes a cargo del presupuesto cuya función primordial es ejercer de muñidores de una ficción, ay, que está durando demasiado.