El apoyo al referéndum del alcalde del PSC de Blanes, Miguel Lupiáñez, ha suscitado el reproche de algunos de sus compañeros, que ven en su campechano supremacismo una perversión del ideario socialdemócrata. Como si hubiera un PSC (y para el caso, un PSOE) fetén, de escritura recta, y un PSOE proclive a la herejía. Lo cierto, no obstante, es que Lupiáñez no dijo nada que no esté perfectamente inscrito en las credenciales del partido. Tanto es así que en sus palabras ("En el referéndum sólo debe participar la sociedad catalana porque afecta al sentir de los catalanes") reverberaban las que pronunció el presidente Montilla en 2010: "No hay sentencia que pueda juzgar los sentimientos de los ciudadanos de Cataluña". Por lo demás, el titular con que algunos medios han sellado la noticia: "Alcaldes del PSC desafían a Iceta", no deja de ser risible, máxime teniendo en cuenta lo que éste manifestó a propósito del acuerdo de principios de 2016 entre PSOE y Ciudadanos: "En Cataluña hacemos una lectura un poco diferente que en el resto de España por el origen de Ciudadanos como fuerza basada en un anticatalanismo casi me atrevería a decir que primario". (Se trata, por cierto, del único atrevimiento que consta en su carrera política). Entre el remilgado sectarismo de Iceta y la rústica xenofobia de Lupiáñez no hay discrepancia alguna, pues ambos fundan su prédica en la exaltación de la diferencia, así en la lectura como en la vida. En un discurso, en fin, en el que encaja con suma naturalidad la invocación de Nuria Parlón a la comunidad internacional, representada, a la hora en la que escribo, por Raphael Minder, el Lagarder de las corresponsalías. Por si al regidor blandense le faltaran méritos para merecer la honra de sus camaradas, en el pleno en que se votó la adhesión de Blanes a la Asociación de Municipios por la Independencia... se abstuvo, lo que lo hace de él un sanchista avant la lettre. No, Lupiáñez no representa una desviación aberrante del socialismo patrio; antes bien, encarna su ortodoxia. Habrá quien reponga que la dirección del PSC le ha desautorizado; más a su favor, pues la desautorización de propios y ajenos (tanto más ficticia cuanto más fulminante) parece ser el cometido troncal del nuevo socialismo español, ese donde moverse es la mejor garantía para salir en la foto.
José María Albert de Paco
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Lupiáñez, empleado del mes
No, Lupiáñez no representa una desviación aberrante del socialismo patrio; antes bien, encarna su ortodoxia.
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