Rajoy puede estar tranquilo, al menos por el momento, pues lo único verdaderamente temible que ha desenfundado El Mundo es la prosa cheli de Raúl del Pozo, esa galería de aventis a mayor gloria del autor. Y es que los llamados papeles de Bárcenas, por mucho que lleven el fajín de originales, no son más que unos apuntes contables que, en todo caso, tan sólo confirman que Luis, en efecto, es el c. que dicen que era. Entre otros, el director de El Mundo, capaz de escribir ahora que estamos ante "un personaje rocoso, concienzudo y rotundo", cuando en ningún lugar está escrito que los cabrones no digan la verdad, sin que para ello haga falta que sean "rocosos, concienzudos y rotundos".
Si todo lo que hay contra Rajoy es el borrón de Bárcenas, sería preocupante que el Gobierno cayera. Por injusto, claro, pero sobre todo porque la vida política española se haría insoportable, pues bastaría un indicio manuscrito para acorralar a cualquier concejal al que tuviéramos ojeriza. O, por decirlo con un símil del agrado del presidente: sería poner el listón de la tarjeta roja demasiado bajo. Pedro Jota, claro está, lo sabe. No en vano, hace veinte años trató de tumbar a Felipe González con algo más que un borrón, lo que es ya una prueba de que el listón ha bajado.
Es probable que al echar la vista atrás no quede de estos días más que el vergonzoso recuerdo del escarnio al poderoso, de un griterío barriobajero que ponga en evidencia a sus más selectos promotores. En cuanto a la política, el único vestigio de nuestro tiempo será el ministro José Ignacio Wert, lo que habrá de poner en evidencia a toda España.