El Real Madrid venció al Río Breogán (73-67) y se convirtió en el segundo semifinalista de la edición 2022 de la Copa del Rey de baloncesto que se estrenó este jueves en el remozado Palacio de los Deportes de Granada. Hasta ahí, todo sigue un guion más o menos previsto, dada la teórica superioridad de los blancos ante el club lucense, gran revelación de la Liga Endesa tras ascender hace escasos meses en el mismo pabellón donde se juega esta Copa. Sin embargo, las sensaciones que deja el partido no terminaron de alejar las dudas con las que llegaba el equipo de Pablo Laso a una de sus competiciones favoritas, tras perder cinco de sus diez partidos previos, entre Liga y Euroliga, al torneo copero.
Pese a que los blancos dominaron desde el primer momento, el buen hacer breoganista llegó a hacer que la sorpresa se mascara en el ambiente, cuando el talentosísimo Rasid Mahalbasic aprovechó la ausencia de un Edy Tavares cargado de faltas para hacer soñar con la épica a los gallegos. Tanto, que con cuatro minutos solo por jugarse, el ‘Breo’, que le ganó el rebote al Madrid (35 por 32) pese a la inabordable en ocasiones presencia de Tavares, estaba a solo dos puntos (62-60). En ese escenario subyace uno de los grandes problemas actuales de los de Laso, pues varios miembros de su juego interior están bastante lejos de su mejor momento. Vincent Poirier es quizá el mayor ejemplo de ello. Apenas estuvo en cancha 9 minutos, en los que aportó dos puntos y un rebote. Su entrenador, de hecho, ni siquiera recurrió a él como relevo de Tavares en el último cuarto. Tiró de la pareja Yabusele – Thompkins (lo que aprovechó el citado Mahalbasic para dominar la pintura), en la que el galo tuvo un gran día luciendo muñeca (4 triples) pero no dominó en el poste con la presteza del inicio de temporada, cuando su juego de pies hizo durante meses las delicias de la afición blanca. En todo caso, su recuperación anotadora fue una de las mejores noticias del Madrid. Thompkins, por su parte, está mucho más lejos de lo mejor que puede dar tras la larga recuperación de un artroscopia de rodilla. Se le vio lento, desacertado en el tiro (0 de 4) y con no demasiada confianza en general. Le queda mucho para recuperar su nivel, parece.
Por seguir con jugadores interiores, Anthony Randolph ni siquiera se vistió. El ala-pívot, también está en proceso de volver tras su gravísima lesión en el tendón de Aquiles y fue el sacrificado por la situación de ‘cupos’ del Madrid. Con la lesión de Carlos Alocén y con Rudy Fernández entre algodones para la Copa, Pablo Laso cuenta solo con cuatro jugadores con tal condición: Llull, Abalde, Tavares y el junior Juan Núñez. Por tanto, mientras Rudy no vuelva a la acción, Laso estará obligado a convocar a Núñez. Bendito problema, pensará en Lugo. Y con razón, claro. No jugó tampoco Deck, otro que llega muy justo a la cita y que, de darse una hipotética final ante el Barça podría jugar un papel relevante. Sabida es la capacidad del argentino para defender a Mirotic, escenario en el que Yabusele ha sufrido mucho esta campaña. Así que el Madrid casi vivió y murió con Tavares y Yabusele en la pintura. De inicio, la presencia del africano y la muñeca del francés forjaron ya las primeras ventajas (13-3, minuto 5). Al final, también resultaron decisivos. Pero de lo que pasó cuando no estaban en cancha juntos seguramente tomó nota Pablo Laso y no de la forma más satisfactoria.
Sabido es que no le sobra tampoco al Madrid creatividad en el exterior, por mucho que Heurtel frente al Río Breogán ejerciera como motor (10 asistencias) y cerrojo final (encestó los 7 últimos tantos blancos), en una notable actuación de un jugador al que, ya se sabe, le encanta la Copa del Rey (fue MVP en 2018 y 2019, como ídolo culé y verdugo blanco en dos finales tan polémicas como igualadas). Williams-Goss no termina de arrancar, y de hecho Laso usó durante varios minutos a la pareja Llull-Hanga sin demasiado éxito, pues coincidió con el parcial de 1-9 que metió a los lucenses en el partido coincidiendo con el final del tercer cuarto (57-50), zona del técnico croata Veljko Mrsic mediante.
Así que, victoria, Tavares y Yabusele aparte, quizá la mejor noticia desde la óptica madrileña fuera Alberto Abalde. El gallego cuajó un partido excelente, con números más que aseados (11 puntos y 4 rebotes), pero por encima de todo una actuación trascendental en la cancha trasera. Su defensa sobre el bosnio-herzegovino Dzanan Musa resultó capital para evitar mayor sufrimiento a un Real Madrid espeso de más en ataque. El brillante escolta del Breogán, máximo anotador de la Liga Endesa a la par que jugador más valorado, solo estuvo cómodo en el tercer cuarto, cuando anotó 7 puntos liderando la vuelta a la vida de los gallegos. En el último, con Abalde como sombra permanente, Musa se quedó en blanco y no pasó de los 13 puntos con los que llegó al periodo final. Nunca se sabrá qué hubiera pasado con un Musa más ‘caliente’ en los minutos decisivos, pero a buen seguro que Pablo Laso agradecerá cómo Abalde secó al balcánico.
Con todo, el Madrid está en la semifinal. Allí se enfrentará a un Lenovo Tenerife mermado en la posición de base. Bruno Fitipaldo lleva días sin entrenar aquejado de la espalda y no se vistió en el triunfo aurinegro ante el Joventut. Para colmo de males tinerfeño, Marcelinho Huertas pasa por un considerable proceso catarral que no le permitió rendir a su mejor nivel frente a la Penya. Por la recuperación de los dos sudamericanos pasarán buena parte de las opciones aurinegras ante un Real Madrid que, mal que bien, sigue siendo el Real Madrid. Un animal competitivo voraz en la época de Pablo Laso en su banquillo. Y eso, en la Copa del Rey, es sinónimo de peligro para sus rivales. Por mucho que los blancos no estén, desde luego, boyantes.