De nuevo, como en años anteriores, mi parlanchín reloj parado –¿qué otra cosa podría ser aquí, en Andalucía, no siendo un Rolex, sino parado?– insiste en felicitarles el nuevo año. Para él, esclavo de la rutina, que juzga a Heráclito inquieto y desasosegado, nada ha cambiado; persiste con un afán más que humano, tan contumaz como inútil, en su hemipléjico tic, tic, tic, persiguiendo vanamente un imposible tac que lo eche a andar. Como el país.
También, como el país, que se recrea en sutilezas bizantinas mientras se desmorona (¿Desea Vd. un Estado? ¿Lo quiere muy hecho o poco hecho? ¿Independiente de las patatas?), protesta que no es un reloj parado, sino inmóvil.
Sea como sea, no puedo darle gusto; el pobre todavía no se ha enterado que aquí, la Consejería de la Verdad y la Felicidad Perpetua del Pueblo, de Dieguito el filántropo, el que le tangó el piso al vecino, ha abolido las fiestas navideñas (ni siquiera Isidoro Álvarez me ha felicitado), y lo que ahora se celebra es el solsticio hiemal (parafraseando a Neruda: Solsticio que Valderas, el analfabeto, ni siquiera de nombre conocía y que mandó instaurar con un decreto…). Lo único que nos une ya a la Navidad –al menos a la imagen de la Navidad que la literatura y el cine nos han legado– es la pobreza, mucha pobreza, galopante pobreza.
Hay que reconocer que no todo es fracaso en el régimen andaluz. Sabemos, porque lo han dicho expresamente los encargaos, que Cuba y Venezuela son su modelo; así pues, la distribución de la miseria está siendo un ejemplo de eficacia; la cubanización de Andalucía un rotundo éxito.
Pero no hablaríamos de Andalucía si todo ello no viniera acompañado de mentira, de palabrería, de demagogia y de mangancia. La Junta, como todos los Gobiernos populistas, maquilla sus fracasos con el afeite de la virtud. Y en esto usa de forma magistral el colorete de la solidaridad. Vean, si no, el reciente invento: la "Red de Solidaridad y Garantía Alimentaria de Andalucía", creada en el decreto-ley 7/2013 (la Junta gobierna mediante decretos-ley, consulten el BOJA; el Parlamento, ¿para qué?; como dicen que dijo don José Sánchez Guerra en el casino de mi pueblo, por cuya circunscripción –Cabra, no el casino– era diputado: ¿usted ha visto un marido que le eche serenatas a su mujer?).
Este decreto-ley es el paradigma de cómo entiende el régimen socialcomunista la solidaridad: neutralización de las iniciativas solidarias en el ámbito de la sociedad civil sometiéndolas al control de los poderes públicos (totalitarismo); grandilocuente palabrería vana; profusa creación de chiringuitos (comisión interdepartamental, comisión de coordinación, innumerables comisiones técnicas) que generan gasto inútil e ineficacia, ya que de eso se trata; y, sobre todo, reparto arbitrario e incontrolado de fondos (el artículo 37 del decreto-ley ¡excluye a estos fondos de la aplicación de la Ley de Subvenciones!) entre los "ayuntamientos y las organizaciones, entidades y agentes sociales y económicos de la Comunidad Autónoma de Andalucía [léase UGT, CCOO, CEA y oenegés afines; en fin, los de siempre] para articular de forma coherente y dinámica las actuaciones".
Es decir, ¿les suena de algo intermediarios retribuidos (administrador que administra y enfermo que enjuaga, algo tragan), seleccionados arbitrariamente, para prestar un servicio que en numerosas ocasiones no prestan, aunque cobran, mediante un procedimiento inexistente o farragoso, excluido de control o, si acaso, sometido al modelo de justificación de cuentas del Gran Capitán (picos, palas y azadones: mil millones)? ¿Les suena esto a ERE y a Fondos de Formación para el Empleo? ¿A que sí?
Ese es el concepto de solidaridad de la Junta. Se ve que Griñán –pulidor de Susanita y Diego– les hizo leer a Balzac:
Está claro que la caridad no da buen resultado más que como negocio.