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José Luis Roldán

El delito de nacer andaluz

¿Qué atroz delito hemos cometido los andaluces para merecer el castigo terrible de un régimen inútil y pernicioso?

¿Qué atroz delito hemos cometido los andaluces para merecer el castigo terrible de un régimen inútil y pernicioso? Aunque si nací ya entiendo qué delito he cometido…; probablemente ese -nacer andaluz- sea nuestro pecado original. Montaigne, citando a los clásicos griegos, sostenía que la pena sigue muy de cerca al pecado, nace en el mismo instante. Los andaluces tenemos en el pecado de nacer la pena de padecer un régimen inicuo e imperecedero. No hay mayor desgracia, para un ciudadano, que nacer hoy andaluz. Ni siquiera nacer catalán se le iguala en la desdicha, porque, como afirma el proverbio, las penas con pan son menos. Aquí, sin embargo, tenemos penas sin pan. Pobreza y despotismo.

Para mayor desgracia, pues es sabido que éstas nunca vienen solas, el régimen, por aquello de la aritmética de la supervivencia, se ha visto compelido a realizar un sutil deslizamiento hacia la izquierda. O sea, a practicar el izquierdismo. Como en el juicio de Salomón, creo que algunos votantes del PP hubiesen preferido votar al PSOE, o algunos del PSOE al PP, antes que ver cómo la tierna criatura indefensa acababa descuartizada a manos de una madre desnaturalizada y ambiciosa. Pero ya no cabe sino padecerlo, lamentarlo y escarmentar.

No me atrevería yo a intentar refutar las tesis de Lenin sobre la enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo y del "infantilismo izquierdista". Los tiempos cambian, y la cuestión es que hoy, al menos en este país, y más aún en Andalucía, la enfermedad de la izquierda se llama infantilismo. O sea, una visión de la vida boba, simplista, colorista, irreal. Ni siquiera utópica, sino de cuento infantil, de tebeo, de peli de dibujitos animados.

Así, incapaces de percibir que el paro, la corrupción que practican y amparan, la situación económica y la pobreza son la agobiante realidad que preocupa a la ciudadanía, nuestros inanes y descansados gobernantes andaluces se dedican al autobombo, a la propaganda, a encizañar con el laicismo y la memoria y a ejercer la confrontación con el gobierno de la nación.

Ahora el buque insignia de la política andaluza es el Plan Andaluz de la Bicicleta. La leche de progresista y perrofláutico. Aunque, obviamente, no esperen los ingenuos que los consejeros y los tropecientos gerifaltes del régimen abdiquen del costoso y contaminante coche oficial en favor de la ecológica y benéfica bicicleta.

Dice Elena Cortés, la consejera del carril bici, una chica entrada ya en la cuarentena que no ha trabajado en su vida, que con una inversión de 420 millones en 7 años (que, por cierto, se los levanta la UGT en un descuido), va a cambiar el modelo productivo de Andalucía. Dice que su plan va a generar 15.000 empleos; lo que no dice es que el recorte de la inversión de su consejería -que no ha afectado a la parasitaria administración paralela- ha provocado la pérdida de más de 80.000 puestos de trabajo. Ahí están sus señas de identidad, esta gente gobierna siempre contra el interés general, contra la mayoría social, contra el sentido común. En mi pueblo ya le habrían dicho: Elenita, mae, que eres más tonta que Abundio, que vendió el coche para comprar gasolina.

Y es que, al decir de Ortega y Gasset, es preferible un malvado a un tonto, el malvado descansa algunas veces. Idea, por cierto, de la que se hizo eco Carlo M. Cipolla en su Teoría de la Estupidez, una de cuyas leyes fundamentales afirma categóricamente que el estúpido es más peligroso que el malvado, y que su capacidad de hacer daño se ve peligrosamente potenciada por la posición de poder o autoridad que ocupa en la sociedad. Desgraciadamente, esta chica está en lo más alto; o sea, en la cúspite.

Esa es, pues, nuestra condena; así, como antes sufrimos a los malvados, ahora nos toca padecer a los necios. Echo de menos a Viera y a Zarrías.

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